Una suave melodía
envolvía la habitación, iluminada tenuemente por la luz del monitor de la
computadora. Afuera, la noche reinaba con todo su esplendor mientras la furtiva
briza ingresaba sutilmente, como ladrón, por la ventana entre abierta.
A pesar de que todo
estaba dado, mis dedos se deslizaran torpemente sobre el teclado dejando en el
monitor tan sólo unos cuantos párrafos. Me serví otra taza de té, sorbí un
trago, y me dejé caer en el sillón del escritorio.
-
Por lo visto Calíope no han venido a
visitarte hoy ¿Qué te ocurre? - dijo una voz detrás de mí.
Lejos de inquietarme y a
pesar de saberme solo, aquella imposible voz, recorrió mi cuerpo con cálida y
eléctrica emoción. Voltee y ahí estaba.
Baja y menuda, como la recordaba, vestida con su trajecito de confección
y luciendo su característico peinado “globo” de los ochenta, allí se encontraba
mi profesora de historia.
-
Profe…-balbucee.
-
¿Acaso estamos en el aula? ¿No recuerdas
mi nombre? -respondió sonriente.
Sonreí también y fue entonces que recordé
la vez que, junto con un pequeño grupo de compañeros a los que hoy calificarían
de nerd, me permitió llamarla por su nombre de pila.
-
Margarita…
-dije mientras mi mente retrocedía en el tiempo.
Los recuerdos volvieron a
mí a raudales y la vi nuevamente frente al verde pizarrón, con las mangas
manchadas por la blanca tiza, enseñándonos a todos los que tuvimos la
suerte de conocerla, mucho más que una materia en un plan de estudio. Enseñándonos
a luchar, a seguir nuestros sueños y nunca dejarlos, aunque tengamos todo en
contra, que la mente es la mejor máquina del tiempo y que solo bastaba conocer,
imaginar y desear con el alma, para viajar por las arenas del tiempo.
-
Ahora sí nos entendemos. Y retomando mi pregunta ¿Qué
te ocurre? Te noto preocupado, distante. Si sigues así mejor ve a dormir ya que
Calíope,
la musa griega de la elocuencia, la belleza y la poesía épica no
ingresará esta noche por esa ventana.
-
Nada… Bueno, sí. Hay días, como hoy, que
me cuestiono si he seguido el camino correcto. ¿Nunca te cuestionaste el dejar
de enseñar? y…, dedicarte a otra profesión más rentable, menos exigente para
vos y tu salud y dedicarte más tiempo a vos misma.
-
¿Dejar de enseñar? ¿Y perderme de que
alumnos como vos me desafiaran en clase con sus investigaciones contrarias a mi
pensamiento político-histórico? -respondió riendo de buena gana y prosiguió- También,
en su momento, me hice una pregunta similar y el tiempo me respondió que por
más difícil que sea la situación o tentador que sea el motivo, dejar que nos
alejen de nuestra pasión, en tu caso la escritura, equivaldría a que nos corten
ambas manos, junto con parte del alma. Es cierto que postergué muchas cosas por
ustedes, y aunque al final pude disfrutar de la pintura y largos viajes, muchas
de ellas quedaron en el tintero para siempre, aunque jamás me arrepentiré de
acompañarlos, de compartir mis conocimientos y sobre todo de aprender de
ustedes y con ustedes.
-
Fuiste la primera que me dijo que tenía
que escribir, a pesar de mis horrores ortográficos y la opinión de la profesora
de Lengua Española… ¿Qué viste en mí?
-
¡Y te tomaste dos décadas para hacerme caso! –dijo sonriendo
dulcemente y prosiguió- Me preguntas ¿que vi en vos? Vi a alguien con una gran imaginación,
apasionado por la historia, y que leía mucho. Descubrí a alguien que lucharía
contra viento y marea para lograr sus sueños y, sobre todo, un cabeza dura como
yo. Alguien a quien pasarle la posta, alguien que con el tiempo seguiría, de
alguna forma, un camino que yo también seguí en su momento. También, algún día harás
lo mismo… Ahora debes despertar y retomar con tu trabajo.
Mis cansados parpados se
abrieron. La melodía seguía sonando, el té se había enfriado y un par de lágrimas
se deslizaban por mis mejillas.
-Querida Margarita- dije
suspirando-, cuanto lamento no haber podido agradecerte por todas esas horas que
compartimos, por tus charlas fuera de clase. Pero especialmente por tu
sacrificio y empeño dejando todo para hacer lo mejor que sabias hacer: Enseñar.
No sé si tu devoción al
trabajo, o el cigarrillo, fue lo que finalmente la arrebató prematuramente de
entre nosotros. Pero quiero que sepas que tu recuerdo y tus palabras están y
estarán siempre marcados a fuego en mi alma al igual que tu sonrisa.
¡Gracias Margarita por ser, además de mi profe de
historia, mi musa, y guía de vida!