José Vicente Peiró |
Cuando la aventura abre sus alas como el cóndor, en seguida
pensamos en el cine. Pero también existe en la novela. Así nos lo recuerda
Alejandro Hernández y von Ekstein no sólo en su última novela publicada que
aquí vamos a comentar, El cetro del Tahuantinsuyo, sino a lo largo de toda su
trayectoria narrativa, llena de peripecias en Egipto (Conspiraciones faraónicas,
con un simpático Waty el escriba como protagonista) o en la trilogía de El
fotógrafo de loma Tarumá, diría que “trilogía paraguaya”, culminada con una
interesante novela, "Ni el fuego ni la muerte", además de los cuentos publicados
en "Nueve vidas", entre otras obras. Una trayectoria coherente, con estilo
propio, gestada alrededor de la propia experiencia adquirida con el
conocimiento y el ánimo de contar historias enfrentando un pensamiento actual
con otros históricos.
Sin duda, El cetro del Tahuantinsuyo posee ritmo y un
personaje real que se adentra misteriosamente en el pasado. En este caso es un
escritor viajero ávido de conocer aquello que ha leído en los libros y en las
páginas web de Internet, posible trasunto del autor, y adentrarse en el mundo
del imperio Inca al visitar las ruinas de Machu Picchu. El anónimo turista
protagonista entra en el pasado, en los últimos años del siglo XVI, como un
visitante del futuro (¿correrá peligro esta novela al tratar el tema del viaje
en el tiempo?). Un sacerdote y una bella sacerdotisa de la más alta nobleza
inca colaboran con él para cumplir con una misión sagrada: devolver al dios
Wiracocha un cetro que representa el espíritu del Imperio en vías de ser
arrasado por los soldados españoles, y así preservarlo para que en el futuro
resurja de sus cenizas su civilización. Todo eso entre peripecias, ayudantes y
oponentes, nativos, traductores, fauna, y numerosas descripciones de los
lugares mágicos y ancestrales del Imperio.
( Asunción, Servilibro, 2015, 119 págs.) |
Novela llena de explosividad narrativa, recrea ese mundo
pero, a su vez, desea transmitir con viveza la aventura del protagonista. Entre
las descripciones cronísticas, el autor no duda para ello en recurrir a la
ironía y a cierto cinismo cuando se adentra en el pasado y se enfrenta a una
situación enigmática llena de suspense. Acompañado de unas bellísimas
ilustraciones de Juan Moreno, y una serie de mapas divulgativos, Hernández se
centra en la ubicación de un hombre actual en un espacio y un tiempo pasados,
para ofrecer el choque de caracteres y costumbres, hasta que él las asimila para
intentar resolver el reto planteado. No queremos desvelar más cuestiones
argumentales puesto que estamos ante una novela donde los sucesos prevalecen
sobre cualquier otro motivo o estrategia textual.
¿Novela juvenil? Seguramente sí, aunque yo he disfrutado
leyéndola y he adquirido bastantes conocimientos de un tema que conocía de una
manera superficial. Desde luego que los adolescentes disfrutarán adentrándose
en el mundo exhibido y en los conocimientos desplegados, tanto de su religión y
su mitología, como de los lugares incas y algunas de sus costumbres. Todo ello
narrado con elegancia, con un estilo que va a la sustancia de los
acontecimientos ficticios, y con una alta dosis de fantasía desplegada para
convencer al lector de las exposiciones. Pura narrativa, sencilla pero con
esencia.
Un buen regalo para un joven. Y para un adulto que no busque
más que disfrutar de las aventuras contadas en prosa.
José Vicente Peiró
Profesor y doctor en Literatura Hispanoamericana
de la UNED y de la Universidad Jaume I de Castellón.
José Vicente Peiró
Profesor y doctor en Literatura Hispanoamericana
de la UNED y de la Universidad Jaume I de Castellón.
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