Gustav Demczszyn, el fotógrafo prusiano venido a América y en especial a nuestro país como su destino final, es nuevamente el protagonista de esta nueva novela “El proyecto de la Mandyju porâ” de Alejandro Hernández, y es la segunda parte de la anterior denominada El fotógrafo de Loma de loma Tarumá.
El recurrir a la ficción para contar historias, aún dentro de otras historias es un recurso muy usado y conocido en el ámbito de la literatura. La búsqueda de argumentos y personajes es inagotable, y en ese tren de cosas, los escritores vamos tanteando, a veces a ciega con el mejor que refleje nuestra idea. En algunos casos muy poco felices, en otros acertados. También pensamos en el escenario, primeramente tosco, casi planos donde ubicar a nuestros objetos de reflexión y discusión o de discurso. Le dotamos de movimientos, relaciones, le asignamos una voz dada, situaciones diversas que van desde los conflictos, el amor, la violencia, las travesías a través de los mares, y mucho, muchísimos detalles que vayan enriqueciendo la obra, sea de la naturaleza que sea.
Pero básicamente, y permanentemente estamos pensando en el conocido concepto del espacio-tiempo, como una entidad geométrica en la cual se desarrollan todos los eventos físicos del universo que queremos transmitir, de acuerdo con la teoría de la conocida, pero poco entendida relatividad y otras teorías físicas. Cuando comenzamos a escribir nuestra preocupación alude a la necesidad de considerar unificadamente la localización geográfica y geométrica en el tiempo y el espacio, de los acontecimientos, ya que la diferencia entre componentes espaciales y temporales es relativa según el estado de movimiento del observador-lector. De este modo, se habla de continuo espacio-temporal, en el que se van concatenando los episodios, los diálogos, las diversas escenografías, que se van grabando en nuestra mente como sucesión de fotografías, algunas indelebles, otras que nos recuerdan cosas contadas o vividas por nosotros mismos.
Cuando nos referimos al tiempo en que se desarrolla una obra, y en especial esta de Alejandro, pensamos en un lugar de América, de Paraguay, de Asunción, o de otro lugar del mundo donde ocurrieron los acontecimientos. Y nos referimos diciendo, “ropa de época”, “música de época”, como si ese simple concepto temporal define, precisamente el tiempo en que ocurrieron o siguen ocurriendo las cosas, y en algunos casos las recreamos vistiendo los conocidos vestidos de danza “de época” y se baila, incluso con músicas como las mazurcas, los minué, o el londón carape, que se bailaba en la época de los López, en las fastuosas fiestas que organizaba Madame Lynch. He aquí la clave del tiempo, con esta denominación, “de los López”, con la que se conoce esta etapa de la historia de nuestro país, para algunos seguramente feliz (me refiero a los historiadores, pues ahì encuentran material de estudio), para otros nefasta y fue la que marcaría por siempre nuestra historia. Con esta casi etérea definición de tiempo, se completa la ubicación de la novela en su cuarta dimensión, que es el tiempo, aunque sin ninguna precisión, por que se trata de una ficción y no una teoría física.
Pero en esta novela resulta interesante el manejo del tiempo, como lo viene haciendo Alejandro desde los albores de la humanidad, porque inevitablemente debe transitar todos esos tiempo para ubicar sus personajes como piezas de ajedrez, y moverlos por el tablero que solamente él iba imaginando y luego nos transmite cuando lo conjunga en un punto crucial. No somos más que una suma de millones de acontecimientos y en nuestra corta vida vamos poblando infinitos universos que nos rodean, que nos dan el acervo suficiente para ir tejiendo la urdimbre de nuestra propia historia y sobre la queremos hablar o escribir.
En esta obra de Hernández no solamente encontramos ficción, sino que mucho de los personajes son históricos o pasaron por la historia, y lo particular es que el fotógrafo, a través de su óptica, como siempre se espera que sean, es el testigo de lujo de la época, que registra los momentos importantes, pintorescos y anecdóticos, y esto me hace acordar del fotógrafo alemán Klaus Henning recientemente fallecido en nuestro país después de haber vivido casi sesenta años dejando un inmenso legado de fotografías que todavía no se aprecia en su inmensidad, y no fue recordado en este Bicentenario. Un personaje que cruzo todo el siglo pasado registrando Asunción y otras ciudades del Paraguay.
Idea de saga
Volviendo a las obra de Alejandro, es dable observar que él siempre piensa en desarrollar su obra como las grandes sagas, y así surgieron las primeras novelas que toman como tema el antiguo Egipto, narrando todo el misterio y situaciones por las que pasan los faraones, en medio de asesinatos y conspiraciones.
Esta nueva serie, cuya concreción está ya en nuestras manos, nos habla también de un escritor prolífico, dedicado a la narrativa al cien por ciento. Un joven escritor, de origen argentino, que eligió nuestro país para vivir y crear su obra.
Puedo comentar también, en su descargo, porque él ahora está en el banquillo de los acusados a punto de brindar su declaración a través de su nueva novela, que en su función de escritor y gestor de la literatura, me acompañó eficientemente cuando yo fui presidente de la Sociedad de Escritores. Fue como mi mano derecha y en algunos casos hasta la izquierda. Como ficcionador, pisa tierra y siempre le sobran las ideas, como ahora, que muy poca veces se sabe aprovechar y apreciar.
Muchas gracias!!
Lisandro Cardozo