Hace muchos años, mi querida profesora de historia Margarita Arias me dijo
que la mente es la más poderosa y eficiente máquina del tiempo, que con ella
podemos viajar a cualquier época o lugar con sólo desearlo. Ahora bien, sabemos
que toda máquina necesita un motor, en este caso la imaginación, y para que ese
motor funcione se requiere de un combustible, y este, es la lectura.
Se dice que “leer nos hace libres”. Libres de pensamiento, libres por
tener criterio propio y no dejarse manejar por una moda o por lo que les digan,
libres de nadar contra la corriente si se desea y se cree que es lo correcto. Sin embargo, a pesar de todas estas bondades,
porque ¿Quién no quiere ser libre?, hay quienes no leen. Y no leen, no porque
no sepan hacerlo, sino porque argumentan no tener tiempo, porque es aburrido,
porque hay otras opciones donde no se requiere esfuerzo mental… En fin, miles
de excusas que aquellos que estamos en la misión del fomento de la lectura tenemos
la obligación de rebatir mostrando y demostrando que la lectura es divertida,
que puede mitigar, en parte, la soledad de un asilo de ancianos, distraer al
enfermo en un hospital, hacer pasar el tiempo en un viaje en bus, que puede dar
un momento de alegría y hacer la diferencia en un niño de un lugar lejano en un
rincón del país.
También debemos hacer entender que el pequeño esfuerzo que se
debe hacer para leer, es millones de veces más provechoso, e inclusive más
rentable, que estar horas atrás de un realiti, un bailando, cantando , cocinando
por un sueño o varias horas al día revisando el facebook o el wasap para ver el
meme del político o de la modelo del momento.
Es probable que muchos de ustedes piensen que soy un ingenuo quijote
y que contra la tecnología no se puede. En parte tienen razón: Sí soy un
quijote del fomento de la lectura y de la historia pero no estoy en contra de
la tecnología sino que quiero que ella sea mi aliada. Quiero usar la tecnología
no que ella me use.
Es muy
común ver padres de familia, docentes o personas de nuestro entorno que, aunque con
buenas intenciones, al castigar a sus hijos por algún motivo les sacan el
celular y los mandan a leer. Este hecho genera una repulsión automática del
niño hacia el libro, quien inconscientemente se transforma en su enemigo,
siendo esta reacción precisamente lo contrario de lo que sus padres buscaban
originalmente.
Para
fomentar hoy la lectura, en especial a los niños llamados de la generación Z,
esos que nacieron con internet y un celular en la mano, debemos hacer de la
tecnología nuestro aliado, no "el cuco" que "pervierte la mente
del niño", como se decía hace algunas generaciones atrás del cómic. Uno de
los elementos que la tecnología nos brinda como nexo para esa alianza deseada
entre la lectura y la interacción con el ciberespacio es el código QR. O sea, al insertar esta imagen o código QR dentro
del texto, el niño podrá acceder desde su celular, por medio de una aplicación,
a información adicional que enriquece a ese material que se está leyendo, como
por ejemplo enlaces a páginas web informativas sobre el tema tratado, videos de
los lugares descriptos, comentarios del propio autor, realidad aumentada, entre
otros.
Como
el QR hay decenas de opciones para hacer pasar a la lectura al siguiente nivel
y, de paso hallar nuevos aliados, nuevos lectores.
Por
suerte en Paraguay somos varios los quijotes
del fomento de la lectura que pretendemos hacer la diferencia y, en el proceso,
motivar a otros para que se sumen a esta quijotada que tanto bien puede hacer
al país. Y
aunque digan que esta diferencia es el equivalente a una gotita en el mar, por
lo menos se hizo y estoy seguro que gotita a gotita lograremos un mar de
lectores.
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