Cuentos en el blog

sábado, 9 de mayo de 2009

Bobi


El tibio sol apenas calentaba su inerte y ajado cuerpo plagado de cicatrices dejadas por orondos parásitos que hasta hace poco tiempo se pavoneaban sobre su lomo como si de una amplia avenida peatonal se tratara. Sus ojos, fijos en el infinito, aun conservaban el brillo que lo caracterizaba de cachorro cuando una familia lo comprara en una tienda de mascotas una tarde de verano.
Su nombre era Bobi; o por lo menos así lo llamaron por el breve tiempo en el que sus dueños lo agasajaban y mostraban con orgullo a todos los visitantes que a su nuevo hogar llegaban. 
Pero, como todo, la infinita alegría, correspondida mediante el exagerado menear de su cola, pronto se fue apagando pues sus compradores solo lo querían como un capricho temporal, un juguete que se usa y se descarta al poco tiempo.
Aunque se desvivía por complacer a sus amos, saltando de alegría cada vez que ellos llegaban después de largas e interminables horas de ausencia, todo era en vano ya que ellos se mostraban cada vez más indiferentes. Ya no era aquel cachorro simpático... había crecido y los niños se habían aburrido de él.
Una fría mañana de invierno, sin motivo alguno, fue introducido en una jaula y llevado en un automóvil a un lugar lejano, desconocido, en donde luego de arrojarle un pedazo de carne fue abandonado. A pesar de correr en vano detrás del automóvil sus pequeñas piernas pronto quedaron exhaustas.
Sin entender el por que de aquella injusticia se acurrucó debajo de unos arbustos que crecían a orillas del camino y se durmió.
Durante varios días y meses, deambulo por las barrosas calles, hurgando en los tachos de basura en busca de algún suculento bocadillo que alguien dejara olvidado para mitigar su hambre, esquivando los cascotazos de insensibles transeúntes que veían en él un excelente blanco para practicar su puntería.
Una noche mientras llovía torrencialmente y, el frió calaba sus huesos apenas cubiertos por su fina piel con pelos apelmazados, cruzaba una calle, desganado, cansado y abatido, cuando escuchó un chirrido de neumáticos. Al mirar, lo segó una blanca luz que luego de cubrirlo todo en un instante fue seguida de un golpe seco.
Los interminables aguijonazos de pulgas y garrapatas cesaron, al mismo tiempo que el intenso frió y el hambre desaparecieron.
Aquella luz segadora, pero benévola, envolvió a Bobi con su blanco manto, haciendo que sonriera como hacia tiempo no lo había hecho, introduciéndolo en un profundo e interminable sueño.
Se cuenta que hoy, Bobi, corre feliz entre las verdes praderas y cristalinos arroyos de un lugar donde la tristeza y el abandono no existen, un lugar donde no tienen cabida el egoísmo ni el capricho, un lugar donde la dicha y el amor jamás lo abandonarán.
Safe Creative #1202260044728

4 comentarios:

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  2. Alejandro:Tu cuento es bueno porque es breve y revela sensibilidad. Ahora, como soy una obsesiva y cuando leo me acomete una personalidad de profesora hincha pelotas, te recomiendo que dejes de anteponer adjetivos a los sutantivos, tu prosa te lo agradecera. O bien busca adjetivos nuevos para que no escribas frases hechas como "verdes praderas y arroyos critalinos". Te ruego que tengas piedad cuando juzgues mis cuentos, yo cometo los mismos errores, pero siempre veo la paja en el ojo ajeno. va con onda, Lita.

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  3. Tu relato encierra mucha ternura, Alejandro, y narra una historia sencilla, pero que llega hondo. Disfruté leyéndolo.

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  4. Ale, me quedé totalmente triste, y me ponia en la piel de Bobi y de lo que muchos perritos sienten en una situación como esa.

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