En la novela corta: "El cetro del Tahuantinsuyo", un escritor,
que viaja para conocer Machu Picchu y otras ciudades emblemáticas del
actual Perú, termina enredado en una serie de aventuras peligrosas
cuando ingresa al pasado como visitante del futuro mediante un pasaje
secreto que le permite viajar a través del tiempo en los momentos
finales del Imperio inca (finales del siglo XIV).
Un sacerdote y posteriormente una bella sacerdotisa
perteneciente a la más alta nobleza, convencen y colaboran con el
escritor, ayudándolo en su misión sagrada: la devolución al dios del
"sunturpauccar" de Manco-Capac, el cual, siendo una especie de santo
grial, es el espíritu mismo del Imperio. Esta reliquia no debe caer en
manos indebidas y mucho menos en las de los conquistadores españoles,
debiendo ser preservada para un futuro lejano en donde el Imperio
resurgirá de sus cenizas.
Las peripecias del escritor en cuestión se desarrollan como en
un cuento épico. Gracias a nativos, que lo ayudan como guías y
traductores, vence peligros incalculables y es salvado muchas veces por
cóndores, pumas y serpientes enviados por los dioses y fuerzas
sobrenaturales.
Alejandro, como en el caso de su tetralogía egipcia "Travesías
de Waty el escriba" y la novela "La princesa sin rostro", demuestra un
gran conocimiento de la cultura, religión y costumbres de los habitantes
de Tahuantinsuyo y de la heroica lucha de este pueblo para liberarse de
la invasión extranjera. Combinando la historia con las aventuras, el
autor, nombra a los sitios, animales y monumentos como se los designaba
en épocas antiguas, al tiempo que los grandes ríos, como el Urubamba,
siguen corriendo caudalosamente entre las piedras y los desfiladeros de
la región andina.
La novela crea mucho suspenso y se desarrolla como un thriller
emparentado con los viajes en el tiempo y la destrucción de
civilizaciones milenarias.
Osvaldo González Real
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