Imagen de la red |
Caminaba de regreso a mi casa
cuando, al pasar por una escuela, un grupo bullanguero de niños que salía de la
institución me corto el paso y saco de mi abstracción. Sin pensar, por
casualidad, mi vista se topo con una de las niñas del grupo. Baja, delgada y
con el cabello castaño que le rosaba los
hombros, me miró y sonrió. Fue en ese
instante que mi mente voló muy lejos de aquel lugar, tanto en distancia como en
tiempo, y un nombre vino a mi mente.
Caren Strauss.
Caren, mi dulce Caren… Su tenue
aroma a violetas. Mi primer amor... Casi
cuarenta años han pasado desde que aquella tímida niña de 10 años ingresó al
aula y fue presentada por la maestra de 6º grado. Eran los últimos meses del
año y Caren era casi invisible para
todos excepto para mí, otro invisible, lector empedernido. Durante esos meses
la biblioteca fue nuestro punto de encuentro y Sandocan, Robin Hoood, El
príncipe Valiente, Guliver, Aladino y otros tantos, nuestros inseparables
compañeros de aventuras. Pero como toda historia de aventuras, el final de las
clases llegó y con él, después de la fiesta de su cumpleaños de 11, nuestra separación. Creo que ese fue el
único año de mi vida en el que conté cada día esperando el final de aquellas
interminables vacaciones.
Y ese final llegó, aunque el
inicio de clases no fue lo que esperaba. Caren regresó, pero ni ella ni sus
flamantes curvas ya eran invisibles a los ojos de nadie. En especial para Eduardo y Marcelo, arquero y
goleador del grado, quienes en invisible
duelo competían para invitarla a las
distintas fiestas que se organizaban para recaudar fondos para el viaje de
egresados. Está de más decir que la biblioteca pronto perdió a una de sus antiguas
visitantes y aquel muchacho invisible se conformó con recibir una sonrisa o un
saludo, de vez en cuando, mientras su corazón latía en el vacío.
El año lectivo termino y con él,
toda esperanza de volver a ver a aquel ángel ya que, según se comentaba por los
pasillos de la escuela,Caren pronto se mudaría al sur del país.
-
Alfiletero, tomá. Caren te invita a la fiesta
que dará en su casa por su cumpleaños -dijo una compañera, llamándome de esa
manera por el recorte tipo puerco espín que lucía en aquella época.
Mi corazón se agitó y decidí
asistir. Tomaría valor y le confesaría mis sentimientos. ¿Qué era lo peor que
podía pasar? ¿Qué me diga que no y que todos se rían de mí? Ya nada importaba.
A nadie volvería a ver el año entrante, por lo tanto, nadie podría hacerme
recordar aquel fallido intento y burlarse de esto.
Con mis ahorros compre un collar
de alpaca con un bello dije de circón engarzado y regresé a casa prometiéndome
que vería la manera de conseguir dinero para escribirle cartas todos los días. Me vestí con mis mejores galas: Pantalón
Oxford y saco blanco, camisa negra con cuello en pico y mis botas de gamuza, y con
un bello estuche que contenía aquella bisutería me dirigí a su casa.
Toque el timbre y me recibió su
abuela quien, al verme, sonrió e hizo pasar al patio interior donde sonaba Another one back the dust del grupo del
momento: Queen. Caren se encontraba hablando con varias compañeras. No tardó en verme. Me saludo con la mano, se
dirigió al combinado, antiguo mueble
de madera en donde se encontraban
agrupados, radio, tocadiscos y casetero, eligió un vinilo y lo puso en el
tocadiscos. La dulce voz de Karen Carpenter comenzó a sonar, por los enormes
parlantes, con el tema Close to you. Todos
comenzaron a bailar lento. Caren me miró, sonrió y avanzó hacia mi cuando
Eduardo tomándola de la cintura, la hizo girar suavemente y le dio un beso en
la boca, causando la ovación de los presentes. Mi corazón dio un vuelco y mis
mejillas se incendiaron. Di media vuelta, dejé mi regalo junto al televisor y
me retiré. Nunca más supe de ella.
Esa tarde y toda la semana
siguiente el recuerdo de Caren volvía a mí insistentemente. ¿Por qué después de
casi cuatro décadas ahora me vuelve su recuerdo? Me preguntaba una y otra vez.
-
¿Por qué no la buscas en las redes sociales? Es
evidente que esa niña todavía te mueve el piso… ¿Quien te dice, por ahí…?– me
dijo guiñándome el ojo una compañera de trabajo cuando le comente lo ocurrido.
Ni bien llegué a mi casa, con
sentimientos encontrados que hacía tiempo había olvidado, encendí la
computadora y coloque su nombre en un buscador. No tardaron en aparecer dos
resultados: un blog inactivo hacia ya un par de años y una dirección de red
social a la que también yo pertenecía. Primeramente ingresé en el blog, en
donde se veía a una bella mujer rodeada de cuadros, el cual tenía artículos
relacionados a pintura y arte.
Mis ojos volvieron a la foto de
la mujer y mi corazón empezó a latir con fuerza adolescente al observar con
detenimiento el rostro de aquella mujer… No había duda, era Caren que como el
vino, el tiempo, había sacado lo mejor de ella. ¡Era preciosa! Inmediatamente
entre en la red social y corroborando que se trataba de ella solicite amistad
enviándole un breve texto inbox explicándole quien era yo y firmando
“Alfiletero”. La respuesta no se hizo esperar.
-
¿Alejo? ¿Sos vos de verdad? ¿Mi amigo Alejo García?
¡No puedo creerlo!
Mi corazón parecía que estallaría
de un momento a otro. Yo no podía creerlo… ¡Se acordaba de mi!
-
Sí, soy yo. ¿Te acordás de mí?- respondí
tímidamente.
-
Obvio, como no me voy a acordar de aquel compañero
que me recibió con una sonrisa aquel día lluvioso en que llegué a tu escuela. O
de aquellos días que pasábamos en la biblioteca leyendo y jugando a que éramos
los personajes de los libros.
-
¿Qué te parece si charlamos por video? Así nos
vemos.
La respuesta demoró un par de
interminables minutos.
-
Hay dulzura, mi cámara web está descompuesta…
Además, cambié bastante desde la última vez que me viste.
-
Y vaya que cambiaste. Vi tu blog.
-
¡Ah sí! Es una foto vieja, no hagas caso. Fue la
primera exposición de cuadros, en solitario, de mi hija.
-
Wau, ¿Tenés una hija que es pintora?
-
Sí, Fiorela, acaba de cumplir 30 años. Ojala la
conozcas algún día. Ella sí que es linda. De hecho el vestido que llevo en esa
foto es de ella. Je, je, je.
-
Pues a la madre le queda muy bien y le resaltan
sus curvas- escribí aunque luego de enviar el texto quise no haberlo hecho.
-
Vaya, vaya, no te recordaba así. Eras más bien
tímido.
-
Disculpa, no quise incomodarte.
-
¿Y por qué me incomodaría? La única que podría
leer esto es mi hija y ella tiene su novio…
y, además, sabe que le robo los vestidos.
Aquella contestación me
sorprendió ¿Esas palabras querían decir lo que yo creía y quería que ella
quería decir? No sabía que responder y ella pareció descubrirlo pues al ver que
no respondía prosiguió:
-
Hola… hola… La tierra llamando a la luna. ¿No me
vas a dejar plantada de nuevo cuarenta años después?
-
¿Plantada? ¿Cuándo te dejé plantada?
-
En aquel cumpleaños que te invite y que apenas
me saludaste con la mano y te fuiste corriendo.
-
Es que creí que como estabas con tu novio.
-
¿Novio? ¿Eduardo? ¿No me digas que creíste que
era mi novio?
-
Disculpa si no fue así, pero eso pareció.
-
Que tontito que sos. Es evidente que no viste el
cachetazo que siguió a ese beso robado. Pero bueno. Es bueno haber aclarado que
fue lo que pasó. Ahora entiendo. Bueno vida, me voy a preparar la comida a mi
nena que ya ha de estar por llegar de su atelier. Te mando un beso grande.
-
Chau Caren me dio mucho gusto volver a
encontrarte. Ojala pronto podamos vernos.
-
El gusto es mío. No te imaginas cuanto te quiero
amigo mío. Muchos besis. Chauchis.
Adorno estas últimas palabras con
un emoticón de un rojo corazón, como si volviera a ser aquella dulce
adolescente, y se desconecto.
Esa noche no dormí y el día
siguiente duró una eternidad. Al regresar a mi casa, sin cambiarme encendí la
computadora e ingrese en el chat del perfil de Caren y vi que estaba en línea.
-
¡Hola Caren!
-
¡Hola dulzura, te tengo una sorpresa! Te escribí
un mail para contarte algo y enviarte una foto, pero… ayer no te pedí tu correo
electrónico. Viste sigo tan distraída como siempre.
De inmediato, teclee mi dirección
de email y aguarde, y aguardé, y aguardé por los siguientes tres días, durante los
cuales no hubo ningún mensaje, ningún mail.
Al cuarto día, como todos
aquellos eternos días después de aquel
reencuentro virtual, ingresé a su perfil y vi escrito:
Sé que ya no sufrirás más mamita pero sabes que soy egoísta y te quiero
devuelta junto a mí.
Te voy a extrañar.
De inmediato vi que se encontraba
en línea y escribí en el chat:
-
Hola Caren, ¿Falleció tu mamá? Mis más sentidos
pésames.
El videochat comenzó a llamar y
al responder vi a una mujer joven con los mismos rasgos de Caren
-
Hola – me dijo- Soy Fio la hija de Caren, Mi
mamá… mi mamá… murió hace cuatro días.
Un angustioso dolor me impidió
hablar al tiempo que las lágrimas comenzaban a rodar por mis mejillas.
-
Disculpe señor- volvió a decir la mujer- ¿Usted
es Alejo, su amigo de primaria?
-
Sí-dije intentando disimular el dolor que me
acongojaba- No sabía que estaba enferma.
-
Si, ella me dijo que no pudo contárselo. Cuando
llegué a la casa, ese primer día que se comunicaron, estaba feliz de haberlo
encontrado después de tanto tiempo. Hablamos mucho de usted, hasta las cuatro
de la mañana. Parecía una adolescente. Nunca la había visto así. Cuando desperté me dijo que no había dormido
nada y que le había escrito, pero que de
la emoción se había olvidado de pedirle su email. Me dijo que lo aguardaría y
lo primero que haría seria pedirle su correo electrónico y enviarle la carta.
-
Me lo pidió. Y se lo escribí de inmediato, pero
jamás recibí respuesta –respondí.
-
No pudo- dijo llorando- le juro que no pudo.
Cuando llegué esa noche ya había fallecido. Estaba acostada en su cama, con la
notebook sobre sus piernas y con una gran sonrisa en el rostro. Se había puesto
un vestido de fiesta su peluca y su collar preferido y el mail estaba listo
para ser enviado. Usted fue la última
persona con quien se comunico.
-
Y el mail… ¿podrías enviármelo?-pregunte casi
suplicando
-
Si, esa era mi intención cuando usted se
contacto. Disculpe que no se lo haya enviado antes. Ella… Ella… Bueno, ella se
lo explicará en el mail.
Fiorella se despidió llorando y cerró
el videochat. A los pocos minutos un mail llego a mi bandeja de entrada. Lo abrí de inmediato y en él había dos
archivos adjuntos: El primero, un JPG que contenía una foto, que había
olvidado, y que nos habían tomado en la biblioteca que frecuentábamos de niños.
El segundo, un archivo de texto que decía:
Mí querido Alejo:
Así como aquel
15 de julio de 1978 me dió una gran alegría saber desde el primer momento que
podía confiar en aquel rubito de flequillos que me sonreía, hoy sé que puedo
sentirme nuevamente segura compartiendo con aquel niño transformado en hombre en
estos momentos tan difíciles que estoy atravesando. Aunque espero no sigas
usando flequillo… ni tampoco lleves el peinado de una bola de boliche llena de
espinas.
Ayer hable mucho con Fio, mi
hija, sobre vos y tus ocurrencias, nuestros juegos y mis sentimientos que hacía
tiempo había olvidado pero sin embargo nunca se fueron. A pesar de todo ello te
mentí. Dije que mi cámara web no funcionaba y no es cierto. No quería que veas
cómo esta maldita enfermedad que habita en mí, me está carcomiendo día a día.
Sí, tengo cáncer y no me animé a decírtelo. Quería que me recordaras como en
aquel cumpleaños en que te invité y ahora sé porque te fuiste. ¿Sabías que, a
pesar de cumplir solo 12 años, mi mamá me permitió que me pintara los labios
por primera vez? Bueno, capas no te diste cuenta porque me viste de lejos y era
un rosa nacarado y apenas se notaba. Pero bueno te sigo contando. Estaba
hablando con Sandra, Viviana, Silvina y Marijó, mientras sonaba una música
rápida, creo que era de Queen. Fue en ese momento que te vi. Lo tenía todo
planeado. Sabía que te gustaba The Carpenters y sabía bien que tema poner…
Close to You, Cerca de usted… Porque a pesar de que me evitaste todo aquel año
yo siempre quise estar cerca tuyo y de nadie más. Por eso pensé que esa sería
la música perfecta… Porque yo si quería
recibir aquel primer beso, pero no que Eduardo fuera el que lo diera ¿Entendés lo
que quiero decir?
Después de las ovaciones
machistas alentando a Eduardo y del bien merecido cachetazo que le propine te
busque por toda la casa, pero mi mamá me dijo que te fuiste corriendo luego de
dejar mi regalo sobre la mesa del televisor. Un sentimiento de rabia y vergüenza
me impidió ir a buscarte. Una semana después nos mudamos al sur y nunca más tuve
noticias tuyas, aunque siempre estuviste cerca de mí, pues en los eventos más
importantes de mi vida siempre usé aquel collar que me habías comprado. Hoy lo
llevo puesto, ya verás. Está viejito y el circón un poco rayadito pero te juro
que es el mismo.
No quiero que te enojes con migo
por lo de la cámara web pero no quise quebrarme si te decía esto mientras me
veías por la webcam. Mi hija me reto mucho por ello y me preguntó que cuántos
años tengo. En fin, así son los hijos. Un día los estas retando y al otro son
ellos los que lo hacen. Lo importante es que volvimos a encontrarnos por
segunda vez, ojala sigamos juntos más tiempo que la primera vez. Te confieso
que esos meses que pasamos juntos fueron los mejores de mi vida.
Y si este compañero no querido que llevo conmigo
no lo permite… Siempre, siempre, la tercera es la vencida. Y más vale que tu
espíritu deje de ser tan vergonzoso porque te juro que esa vez el mío sí verá
la manera de quedarse por toda la eternidad Close to You.
Con mucho amor
Caren.
Pasaron casi cuarenta años desde
que recibí aquel mail que cambió sustancialmente mi vida y como hace cuarenta
años, hoy, el recuerdo de Caren volvió a mí como entonces, de manera fortuita
pero con mayor intensidad que entonces.
Me levanté de mi cama, abroche a
mi cinturón y encendí el maravilloso aparato
gracias al cual y por medio de un campo magnético, como si fuera un
antiguo bastón, los ancianos podemos volver a caminar erguidos sin caer. Me
dirigí al sillón de mi escritorio y encendí la computadora, bueno yo sigo
llamándola así, aunque pocos ya lo hagamos, y de inmediato un centenar de
carpetas virtuales se extendieron ante mis ojos, elegí una de ellas y señale con
mi huesudo y tembloroso dedo un archivo en cuyo interior estaba aquel mail
guardado durante todos estos años. Lo abrí y volví a leerlo.
Una ráfaga de fresca brisa, tenuemente
perfumada con el aroma de violetas, me acarició el rostro al terminar. Cerré mis
ojos empapados de lagrimas, me recosté en el sillón y me imagine volver a aquel
patio de finales de los 70´ y estar bailando lento con Caren, tomándola de la
cintura, mientras nos dábamos aquel que tenía que ser nuestro primer beso.
-
Si dulzura- dije con mi último aliento- Ya voy. Siempre…
la tercera es la vencida… Ya estoy… y por toda la eternidad… muy… muy… cerca de
usted…
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