Cuentos en el blog

martes, 6 de agosto de 2019

El aprendiz de brujo y el hada

Recuerda que siempre existirán seres cuyo amor y comprensión estarán contigo aún
 cuando te sientas solo, porque aquellos cuyas vidas has tocado y los que han
dejado huellas en ti, siempre ocuparán un lugar en tu corazón aunque
 el encuentro fuese muy corto
Ludy Mellt Sekher
 
Hace muchos, muchos años, cuando los duendes y hadas habitaban la tierra, existía un aprendiz de brujo de nombre Lothart.
Todos los días, el muchacho se dirigía al bosque cercano al castillo donde vivía en busca de agua.
Un día cansado de su caminata decidió sentarse sobre las raíces de un enorme y añoso roble; de repente, sintió un extraño tintineo, y al darse vuelta vio una diminuta hada que lo miraba.  Sorprendido, comenzó a observarla también. ¡Era la criatura más hermosa que había visto!; con ensortijados cabellos rojos y grandes ojos, de mirada pícara e inteligente, que reflejaban gran bondad, iluminaba hasta el rincón más oscuro del bosque.
Rápidamente se hicieron amigos, y el hada le enseñó el poder de las pequeñas cosas, por ejemplo: como se podía transformar una gota de rocío en un pequeño diamante, o el canto de las aves en una sinfonía.
Cada vez pasaban más tiempo junto, hasta que un día el hada triste le dijo que debía marcharse a un lugar muy lejano. Lothart, en un rapto de egoísmo, decidió capturarla para tenerla siempre con él. Tomó el cubo de agua y lo arrojó sobre la pequeña, que desvanecida y con sus alas mojadas, cayó al suelo. La levantó entre sus manos, y la llevó a la torre del castillo. Allí la encerró en una jaula para que no pudiera escapar jamás.
A medida que los días pasaban, la luz del hada se iba opacando más y más, por lo que preocupado contó lo que había hecho a su maestro, este le dijo:
- Aquél que pierde un amigo, pierde mucho más que todo. Los amigos son para compartir nuestras risas y llantos, un puerto para refugiarnos y, en él, desahogar nuestros sentimientos más íntimos. No son para enjaularlos entre los barrotes del egoísmo. Sólo cuando entiendas esto descubrirás que la amistad es la cadena más fuerte que existe y que ni la distancia, ni el tiempo podrán romperla.
Al escuchar estas palabras el aprendiz abrió la puertita de la jaula y dejó salir al hada, que alegre, fue emanando una intensa luz celestial que cegó por algunos instantes a Lothart y a su maestro.
- Discúlpame -le dijo Lothart-. No quise hacerte mal, pero tuve miedo de quedarme solo.
- Lo sé amigo -le respondió el hada mientras desplegaba sus alas hacia el bosque-. De hoy en más nunca debes olvidar que siempre estaré con tigo. Porque aunque te sientas solo y no puedas verme, el haber compartido esta amistad ha logrado que nuestros corazones estén juntos por siempre.