Cuentos en el blog

lunes, 29 de agosto de 2011

Las andanzas de un fotógrafo en tiempos de los López


Por Delfina Acosta


El infatigable escritor Alejandro Hernández y von Eckstein ha escrito un libro llamado “El fotógrafo de Loma Tarumá”. El texto lleva el sello editorial de LINA S.A.


El autor nos va ofreciendo, desde la llegada al país del fotógrafo, las más diversas circunstancias que se van dando a su paso. Este artista en plasmar en imágenes las figuras de las gentes despierta la curiosidad del pequeño mundillo asunceño. Hernández y von Eckstein, como consumado lector que es, nos presenta una muestra acabada de la historia en general, las ciencias y las artes en el Viejo Mundo, la arquitectura y otros despliegues culturales que dan una dosis de calidad al material literario. Resulta así que el lector no solo tiene ante sus ojos una novela, sino también (y lo que es muy válido para los jóvenes, quienes necesitan ampliar sus conocimientos) una calificada proyección de todo cuanto hace a la cultura en América y Europa traducida en efervescencia o esplendor y ocaso.    
Ahora bien, apenas llega el fotógrafo a Asunción, despierta el interés en el corazón de Azucena del Carmen Ruiz Gato, una dama que le va haciendo más entretenida su permanencia en un país totalmente desconocido y que le explica, si la ocasión se presenta, los significados de algunas palabras pronunciadas en guaraní. Ella, a menudo, actúa de guía en relación a los usos y las costumbres de la sociedad.    Se observa así la aproximación de una cultura, la nuestra, con sus múltiples como desordenadas facetas, a un individuo que todo lo observa desde el estado del asombro, pues el sitio del que viene es altamente diferente, y mejor, y a todas luces a tono con una civilización en estado de trascendencia.    ¿Qué tiene este profesional, este señor Gustav, nacido en la muy lejana Prusia, que apenas sabe decir, tratando de quedar bien con las personas, “es un placer conocerla”, para captar tanto interés en la gente?    El fotógrafo, en esta novela ubicada entre los años 1861 y 1862, donde la ficción y la realidad se mezclan, es convocado por el entonces general Francisco Solano López para sacar fotos a su querida, Madama Lynch. Claro que ya es advertido por el inefable Ildefonso Bermejo, el español que tuviera a su cargo la redacción de “El semanario”, perteneciente a la esfera oficial, que le conviene hacer buenas migas con los López, pues buen provecho económico obtendría de esa relación.    Para anotar o tener en cuenta: Ildefonso Bermejo estaba al frente de una Academia Literaria. Y su alumno era Natalicio Talavera, un buen chaval, según sus palabras. Al vate le augura un afortunado futuro poético, como efectivamente se habría de cumplir.    Hay algunas anécdotas, por así decirlo, que mueven a la risa, o a las extrañezas, como cuando unas mujeres deben ser fotografiadas y sienten temor de que sus almas sean arrebatadas, siguiendo la creencia de los indígenas, quienes mucha sabiduría acuñan entre las esferas celestes y la tierra, ciertamente.    Otra anécdota hace referencia a su primer encuentro, en ocasión de una fiesta celebrada en la Casa de Gobierno, con el general Francisco Solano López, quien, siendo aún temprano para los tragos, ya tenía un fuerte aliento alcohólico. Chisme de por medio, el fotógrafo Gustav viene a enterarse que el hijo del presidente de la República del Paraguay, debido a que tenía la dentadura en muy mal estado, debía recurrir a los licores para hacer permanentemente con ellos buches o enjuagues. ¡Oh!    Y aquellos saludos, que eran un canto celestial, cuando las personas se encontraban, cómo avivan la lectura. Por ejemplo: ¡Ave María purísima ! Y la respuesta inmediata: ¡Sin pecado concebida!    Hombre diligente, abierto siempre a lo que pudiera ser de provecho para su escuálida economía, y listo a embarcarse en cualquier empresa que trajera vientos de renovación a la sociedad asunceña, el protagonista de esta saga habilita una escuela de baile. Hasta el mismo Benigno López se presenta en el sitio, intrigado. Cierto es que no hay música, rareza de rarezas. Pero sí existe la buena voluntad de un tal Mister Hopkins, uno de los ingenieros ingleses que trabajaba en la construcción del ferrocarril, quien, instado por el hijo del presidente, llega hasta la curiosa escuela de baile con un Stradivarius.    Ha de encontrarse también el prusiano, en un recorrido de los pesebres, con la hermosa Pancha Garmendia, aquella mujer cuyo destino estuvo marcado por el infortunio de los infortunios desde que el Mariscal Francisco Solano López pusiera sus ojos en ella.    Textual: “Para las once de la noche, las muchachas decidieron pasar por la casa de Francisca Garmendia, ubicada en la Calle del Sol y 14 de Mayo, frente a la casa de donde se cuenta habían salido los patriotas paraguayos para deponer al gobernador español en 1811”.    Pero ¿qué ocurrió entre el fotógrafo, el itinerante por excelencia, y Azucena?  
 Pues cuanto al lector le gustará, desde luego, pues el amor florece entre ellos.   
 Luego ha de venir el tiempo de las visitas a la casa de la prometida, siempre bajo el estricto control de sus padres, aunque a veces, benévolamente, el padre, imagina, disimula, finge que se entrega al acto de dormir, para que ambos, devorados por la pasión que se profesan, tengan al menos una oportunidad de besarse al amparo de las penumbras de las velas encendidas.    Siempre existe un personaje, el masculino de la Celestina, el que ha de proveer de algún hechizo, tal vez potaje, a quienes se aman, si no en la realidad, sí en las obras literarias. Pues bien, el vate Natalicio Talavera, observando que el prusiano es limitado para enamorar a Azucena, le obsequia un par de poemas de su pluma para que haga con ellos lo que mejor le parece. Y lo que mejor le parece a Gustav Demczszyn es hacerlos llegar a su prometida, con una carta.    
Esta es una novela que tiene un trazado puntilloso y un sentido abarcador de un contexto histórico.    
El relator nos lleva, a veces, a situaciones donde la historia se yergue como la gran protagonista. De hecho, toda historia, de cualquier pueblo, posee una condición de omnipresencia.   
Las charlas con Domingo Faustino Sarmiento son un deleite.   
La obra fue declarada de interés educativo por el Ministerio de Educación y Cultura según resolución N.º 19090.

Fuente: ABC Color, 28 de Agosto de 2011 00:00

sábado, 27 de agosto de 2011

Decisiones


Cuántas veces nos hemos encontrado ante una encrucijada donde la elección del camino a seguir puede hacernos dar dos pasos al frente o por el contrario hacernos retroceder varios.
Los factores que nos hacen seguir uno u otro camino pueden variar desde un análisis racional de la situación, a la decisión apasionada y si se quiere ciega debido a alguna pasión humana.
Pero ¿que ocurre cuando debemos elegir entre la oportunidad de acrecentar nuestro prestigio, y traicionar las banderas que enarbolamos? No me refiero al caso en que la decisión lleve a algo ilícito, sino en algo más “trivial” como el elegir ir a un evento, invitado por un amigo, pero donde este simple hecho implica traicionar nuestra palabra, nuestros propios principios… y a otro amigo.
Esta situación y la decisión tomada, pueden darnos más de un dolor de cabeza y cerrarnos alguna puerta en el futuro, sin embargo no podemos eludir la disyuntiva y como dice Lígia Rosso en su blog “Nas Esterlinas”: Nadie conoce exactamente cual es el camino que debemos seguir, pero esto no impedirá que sigamos adelante.
Se que es difícil contentar a todos, que muchas veces debemos ser flexibles… pero, también se que nuestros principios están por encima de cualquier compromiso y creo firmemente que lo blanco siempre será blanco y lo negro sólo puede ser negro.
Estoy convencido que anteponer nuestros principios  a la conveniencia no siempre nos llevará por los remansos de agua miel y orillas floridas con angelitos tocando a nuestro paso. Sin embargo creo que por más calmas que sean las aguas en las que navegamos, si actuamos contra nuestra palabra, creencias y principios, el peso de nuestra conciencia hundirá nuestra barca sin remedio tarde o temprano.

jueves, 25 de agosto de 2011

¿No tiene nada que hacer?... entonces lea

Hace unas semanas mientras chateaba con un antiguo compañero de escuela este me recordó la frase favorita de nuestra profesora de historia del tercer año del secundario: “¿No tiene nada que hacer?... entonces lea”.
Y si…mi profe era de una época en donde, a pesar que ya había televisión, la lectura todavía era considerada como “la opción” para pasar un buen rato sin hacer “macanadas”.
Hoy, como en aquella época, muchos prefieren la televisión u otros medios en donde lo que se consume ya este digerido. Es así que vivimos rodeados por una sociedad de zombis autómatas, carentes de imaginación. Y no es para menos ¿cómo van a tener imaginación si todo les viene digerido?
A diferencia de la televisión, donde los sentidos del sujeto son bombardeados con imágenes que no permiten creer otra cosa que lo que se ve, el libro, introduce a cada lector a un mundo distinto que lo transforma en protagonista y le permite “crear”, en su mente, imágenes con las “pistas” que el escritor ha dejado impresas en las amarillentas páginas.
¿Dónde han quedado aquellos tiempos en donde la imaginación nos hacia volar en una alfombra voladora a los mágicos palacios y desiertos de las mil y una noches, sumergirnos con el capitán Nemo en las profundidades del océano o simplemente internarnos en las selvas Malayas acompañándoos a Sandokan y sus tigres?
Sin la lectura la imaginación se reduce a su mínima expresión haciendo que nuestros sueños se disuelvan en una nebulosa.
Particularmente confieso que soy de aquel grupo cuyos integrantes, tildados de “viejazos”, prefieren un libro a la televisión. Y no puede ser de otra manera, necesito de mi imaginación para poder alimentar la de los demás.
Como siempre digo la mente es el vehiculo que nos hace viajar a cualquier época o lugar pero nuestros sueños y la lectura son el combustible que alimentan a esa máquina.
Entonces como decía mi profesora de historia, Margarita Arias: ¿No tiene nada que hacer?... entonces lea.

viernes, 19 de agosto de 2011

Escritores narraron cuentos a niños internados en el IPS


En el marco de la celebración por el día del niño, a través del Programa Aula hospitalaria, destacados cuentistas de la Sociedad de Escritores Paraguayos como Irina Rafols y Alejandro Hernández, agasajaron a los pacientes hospitalizados en el Instituto de Previsión Social.
Los pequeños también disfrutan de las proyecciones de películas infantiles y shows de títeres.

   Fuente: Radio 970 AM - Donde vive LA Radio



Sonrisas de luz


Muchas veces nos sentimos abrumados con todos los problemas que el día a día va cargando sobre nuestros hombros.
Estos “problemas van desde las cuentas, que a medida que van cayendo las hojas del calendario se van acumulando, hasta algún resfrió que no nos deja hace un par de semanas. Para peor de males uno enciende la televisión y ve crímenes, asaltos, ahogados y otras tantas tragedias que se repiten en periódicos, revistas y radios. El panorama es terrible tanto que hasta hay quienes prefríen apagar para siempre la luz sus vidas para salir al día siguiente en los medios de prensa y ensombrecer más aún nuestro día.
Sin embargo, a pesar que todo parece negro oscuro, siempre se nos presenta una lucecita que con su intensidad borra todo lo negativo y nos da fuerza para seguir luchando y seguir adelante.
Estoy convencido que debemos compartir nuestras habilidades con la comunidad ya que por algo hemos sido agraciados con esa capacidad determinada.
Es por ello que esta semana, acompañado de la Escritora Irina Rafols, aprovechando la semana del niño y gracias a la invitación de las maestras del Aula Hospitalaria del IPS, hemos visitado a los internaditos del Instituto de Previsión Social para leerles nuestros cuentos y compartir con ellos parte de la mañana.
Como dije al principio, uno “cree” que tiene problemas, se “abruma” por un leve malestar, se irrita por un resfrió que no nos deja, o se descorazona porque nadie valora nuestro trabajo, pero al ver a esos niños, muchos de ellos totalmente calvos por tratamientos oncológicos, acompañados de sus sondas y sueros, enyesados tras haber sufrido un terrible accidente de transito, o recuperándose de una cirugía de cráneo, nuestra perspectiva gira totalmente.
Me senté en el lugar indicado y mientras Irina contaba su versión del cuento de Caperucita roja, con su particular lobo come golosinas, observe a nuestro atento público descubriendo algo en común:
Todos, sin importar su dolencia, tenían una gran y luminosa sonrisa.
Es entonces cuando uno se pregunta ¿Tengo el derecho de quejarme?
Esas personitas que diversas circunstancias y terribles enfermedades las han colocado en la difícil tarea de luchar por sus vidas nos recibieron felices, escucharon atentas nuestros relatos y nos despidieron con un ¡Muchas gracias! ¿Que mejor recompensa, a nuestras horas de trabajo sobre el teclado, que esta?
Es cierto, como han dicho por ahí, que no hemos ganado un peso con nuestra visita, que unas gracias no pagan las cuentas del celular o de la luz. Eso no me importa.
Un amigo una vez me dijo, “el dinero es pasajero, entra por una mano y sale por otra”, pero la gratitud de esos niños ha quedado grabada con su luz en nuestros corazones, renovando nuestras fuerzas para así traspasar nuestra tormenta diaria, además de recordarnos, con su ejemplo, que el sol sigue brillando con todas sus fuerzas sobre las nubes por más espesas y negras que estas parezcan.
Por todo esto… ¡Muchas gracias niños por sus sonrisas de luz!

domingo, 14 de agosto de 2011

Volvamos a ser niños.


Según el diccionario un niño es aquel humano que no ha alcanzado la pubertad o ,como se diría vulgarmente, un inmaduro. Alguien que esta verde. Sin embargo estos pequeños seres tienen una visión muy distinta a la que tienen la mayoría de los adultos, o sea, los “maduros”.
Estoy seguro que más de una vez estando atrapados en un problema, que parecía no tener solución, fue precisamente un niño el que señaló la solución, que a pesar que estaba a la vista de todos no dábamos con ella.
¿Cuantas veces un niño ha “vaticinado” que tal o cual persona no era de fiar?
Según el escritor Amiel “El niño ve lo que somos a través de lo que queremos o pretendemos ser, de ahí su reputación de fisonomista”.
Entonces yo me pregunto: ¿Quien es el maduro, el niño que da una sabia solución o el adulto que se encapricha en un berrinche y no encuentra la salida? ¿Por qué un “inmaduro” puede ver lo que un “maduro” no? ¿Será que el proceso de maduración es en realidad una involución? O simplemente el individuo mientras madura se contamina con el egoísmo, la vanidad y la avaricia, perdiendo en el proceso la capacidad de ver lo que está delante de su nariz, lo obvio.
Sea cual fuera la razón creo que no debemos desestimar a estos pequeños seres y “re aprender” de ellos dando rienda suelta a nuestra alma e imaginación, tanto en expresión como acción, sin que nos importe lo que digan los demás.
Despojemos a aquel ser, que todos llevamos escondido en nuestro interior, del traje confeccionado con manipulaciones, envidias, competencias y mentiras, con el que la sociedad nos dijo que debíamos salir al frió mundo, y al igual que los niños, vistámonos con un traje hecho a base de sinceridad y amistad desinteresada para así propulsar los cambios que la humanidad y el planeta necesitan.
Retomemos el habito de observar en vez de simplemente mirar, descubramos nuevamente castillos y dragones en las nubes, volvamos a maravillarnos cuando una mariposa abre por primera vez sus alas saliendo de la crisálida, o simplemente acostados en el suelo sigamos con la vista a una decena de hormigas que llevan hojas a su hormiguero.
Sonriamos sinceramente, besemos y abracemos sin malicia ni otra intención que la de exteriorizar nuestro agradecimiento, cariño, alegría o admiración.
Gocemos del presente sin preocuparnos por aquello que, aunque lo hagamos, no podremos igual cambiar.
Volvamos a ser niños.
Dijo el escritor y filosofo indio Rabindranath Tagore,: “ Cada niño al nacer, nos trae el mensaje de que Dios no ha perdido aún la esperanza en los hombres”. No lo defraudemos.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Nuevos libros de autores paraguayos en la Biblioteca

Embajada Argentina en Paraguay
Doce nuevos títulos de escritores paraguayos contemporáneos ofrece la Biblioteca Juan Bautista Alberdi de la Embajada Argentina. Los interesados pueden acercarse de lunes a viernes de 8 a 15 horas para disfrutar de los ejemplares.
En esta nueva serie los principales temas abordados son históricos: La “Reforma Agraria Confiscada” de Mirta Barreto, editada en el 2005, otro título -de la misma escritora- “Tierras Malhabidas”, publicado en el año 2006. Ambas obras tratan la cuestión de la tierra en el Paraguay.
Ricardo Canese, con su libro “La recuperación de la soberanía hidroeléctrica del Paraguay: en el marco de políticas de Estado de Energía” en su segunda edición, realiza un breve repaso de la situación energética de los países de la región, del MERCOSUR, y otros puntos referentes al tema.
“El Paraguay y la Triple Alianza: la década de posguerra: 1869 – 1878″, de Harris Gaylord Warren.
En “El país de la sopa dura: tratado de paraguayología II” del escritor paraguayo Helio Vera refleja las peculiaridades de la cultura paraguaya en la obra.
“Tiempos de olvido: poemario”, de Heddy Benítez;
“Paraguay: un siglo de fútbol”, de Bestard, Miguel Ángel.
“La reducción Jesuítica de Santos Cosme y Damián: su historia, su economía y su arquitectura (1633-1797)” de Rafael Carbonell, Teresa Blumers y Norberto Levinton.
Se destaca también una obra argentina “En vida”, de Haraldo Conti.

“El fotógrafo de Loma Tarumá” del escritor Hernández y Von Eckstein, Alejandro, autor de nacionalidad argentina, pero radicado hace muchos años en Paraguay.
“La Guía para la identificación de las aves del Paraguay”, de Tito Narosky y Dario Yzurieta.
También los interesados podrán consultar un compendio realizado por el diplomático paraguayo Ricardo Scavone “Polémicas en torno al gobierno de Carlos Antonio López en la prensa de Buenos Aires (1857-1858)”.
Los estudiantes, docentes e investigadores pueden acercarse a la Biblioteca de lunes a viernes de 8 a 15 horas para asociarse y además, consultar en la sala de lectura de la Embajada Argentina interesantes obras de distintas colecciones.