Cuentos en el blog

domingo, 9 de septiembre de 2007

Concurso de cuentos cortos de la ASADE

Estimados lectores. En Julio se premió con el 2º puesto en el "Concurso de cuentos cortos 2007"de la Asociación Andaluza de Egiptología(ASADE) mi cuento titulado “La princesa sin rostro” el que podrán leer en la siguiente dirección:


http://www.egiptomania.com/asade/actividades/princesa_rostro.htm

sábado, 7 de julio de 2007

Bajo la mirada de la cobra Capítulo I


(Al final encontraran las referencias indicadas con *)
Capítulo I
La desaparición del grano
El sol del mediodía brillaba en lo alto. Una pequeña barca, reflejaba su blanca vela triangular, en el espejado Nilo. Un grupo de garzas rosadas comienzan a elevarse de las aguas para regalarme el espectáculo majestuoso de su vuelo. Un poco mas allá un grupo de pescadores arrojan sus redes a las pródigas aguas del río de vida, sangre de Kemet*1.
Estoy sentado en una banca del puerto, mi hija Ubis juega junto a mí, con una pequeña muñeca de cerámica a la que llama “mi bebé”, mientras un grupo de trabajadores nubios descarga un cargamento de granos proveniente del sur. Numeribis, escriba del almacén real, controla y registra el embarque, cuando se me acerca Maya el tesorero del Faraón.
Maya ocupa este cargo desde hacía un poco más de dos años, unos meses después de la ascensión al trono de Tutankatón. Muy hábil administrador, se había encargado de incrementar las finanzas del reino, las cuales habían quedado bastante maltrechas durante el reinado de Akenatón. De estatura mediana, cara regordeta y amable, un poco de kilos no llegaba a ser obeso.
- Que Atón ilumine tu rostro Waty. Por lo que veo trajiste a la pequeña Ubis a ver los barcos del puerto.
- Sí, Maya, es que ha estado un poco enferma en estos días y le había prometido que la traería en cuanto se mejorara.
- ¡Qué suerte que haya mejorado! Estamos teniendo muchos niños enfermos últimamente. Muchos de ellos han muerto. La gente comienza a murmurar que se trata de alguna maldición, y hasta los más osados se atreven a afirmar que es una maldición de Amón por haberlo alejado de Kemet.
- Los seguidores de Amón están tomando fuerza entre la gente del pueblo -dije apesadumbrado.
- Eso es un hecho. Creo que el Faraón deberá tomar una decisión al respecto, aunque tú y yo sabemos quiénes son los que toman las decisiones -refiriéndose a los regentes Horemheb y Ay.
- Se me comentó que la semana pasada fue visto en el palacio un sacerdote de Amón, quien se entrevistó con Ay -dije con el ceño fruncido.
- Sí, es cierto, yo lo vi con mis propios ojos, y por lo visto deberemos esperar pronto cambios en el gobierno.
- ¡Esto es inaudito! -dije exasperado.
- Creo que todos deberemos adaptarnos a lo inevitable, pero no entiendo por qué reaccionas así, si tú mismo formaste parte de una de las primeras conspiraciones que se le hicieron a Akenatón, por eso fuiste desterrado, ¿no es así?
- Sí, tienes razón, no obstante no estaba contra Atón sino contra el despotismo del Faraón- tuve que decirle esto pues nadie sabía, aparte de Tutankatón, que había sido espía de Akenatón, para combatir a los hombres de Amón.
- Mi parecer es que cada cual debe creer en el dios o los dioses que le plazca -dijo Maya- no obstante, como te dije, tendremos que estar preparados para los cambios inminentes.
- Pero dime -le interrumpí-, qué te trae a estas horas por el puerto.
- Quería hablar contigo, respecto a los cargamentos de granos provenientes de los cultivos de Ajet-Atón.*2
- ¿Sobre qué quieres hablarme?
- Como bien sabes por los registros, la cosecha no ha sido buena, a pesar de que los dos vimos los campos rebosantes de avena y cebada.
- Sí, esa inquietud, la tuve ni bien comenzaron a llegar los primeros sacos. No obstante cuando le pregunté a Lamón, sobre el por qué de la escasez del grano, me contestó que me enviaría un informe detallado de todo. Informe que no llegó nunca, en contrapartida, llegó un emisario de Ay, diciendo que dejara el asunto de lado.
- ¡Ser primer ministro no le da el derecho de meterse en la administración de los recursos del Reino! -dijo Maya, visiblemente ofuscado-. De esta manera volveremos al descontrol que existía durante el reinado de Akenatón.
- ¿Qué quieres que haga? Tú eres mi superior, pero no puedo ir contra las órdenes de Ay, aunque no me gusten.
- Tienes razón, pero tendremos que estar más atentos, e inclusive, si es necesario contaré grano por grano cosechado y lo volveré a contar cuando ingrese a los silos.
- Me pondré en campaña para ver lo que sucede -dije guardando cuidadosamente los registros que acababa de anotar.
- Sí, hazlo. Pero ten cuidado. Lamón es como una serpiente agazapada, además de ser fiel a Ay.
Estaba diciéndome esto cuando llegó mi hija Zakaria, que había encargado un embarque de pigmentos para la restauración de unas pinturas del palacio de la reina, de las cuales ella estaba encargada. Al verla Ubis, corrió y abrazó sus piernas y le pidió que la alzara en sus brazos.
- Hola it,*3 hola administrador Maya, ¿cómo están hoy?
- Muy bien jovencita -le respondió Maya.
- ¿Llegaron mis pigmentos?
- Sí sat*4. Hace un momento bajaron y ordené que fueran trasladados al palacio norte.
- Qué bien, así podré comenzar el mural principal.
- ¿Y cómo van esos trabajos? -preguntó Maya.
- Muy bien, es una lástima que esos murales hayan llegado a tal punto de deterioro.
- Creo que harás que vuelvan a resplandecer.
- Si nada se interpone, pues Ankhesenpaaten, discutió mucho con Ay, para que se efectué la restauración. Yo no sé, qué motivos tendrá para abandonar todas las obras que hicieron Akenatón y Nefertiti, dejando que el tiempo las destruyera.
- No te preocupes de eso y haz tu trabajo -dije como para cortar la conversación.
- Si it, no me preocupo por eso.
- ¿Me acompañas a casa? -continuó diciendo mi hija-. Seguro que mut*5 ya tiene la comida preparada.
- No sat, yo voy un poco más tarde, pero hazme un favor: lleva a Ubis contigo.
- ¡Otra vez no vas a comer!, mut se enojará.
- No te preocupes, y dile a mut que iré más tarde.
Zakaria se alejó protestando con Ubis en brazos. Mi hija estaba en esa edad en que, si bien ya era adulta quería ser niña. De gran corazón, y muy valiente, no temía ante quién exponía sus ideas, causándome más de una vez, problemas con el primer ministro Ay, a quien no le gustaba para nada, la amistad de la Reina Ankhesenpaaten con mi hija.
Me despedí de Maya y me dirigí a los silos.
Los silos son construcciones que, ya desde hace muchos años, los egipcios y otros pueblos civilizados, utilizan para almacenar el excedente de granos que luego será utilizado para el cultivo del año entrante, ofrendas para Atón, y alimento para la población.
Los graneros de Ajet-Atón son los más importantes de Kemet ya que, además de almacenar el grano proveniente de los cultivos cercanos a la ciudad, se almacena también el excedente de grano de otras ciudades. Estas construcciones son de estructura circular con base en forma de espiral.
Lamón, era el escriba encargado de mantener y cuidar los silos. Bajo de estatura, obeso y corto de vista, y sobre todo, muy astuto. Rápido en los cálculos tenía una habilidad innata para los números. Había estudiado en Uaset*6, y ejercido en esta ciudad hasta que fue desterrado por Akenatón, pasando su destierro en Sumeria, donde aprendió mucho de este pueblo.
Al llegar a los silos, Ankseth, asistente de Lamón, me recibió muy nervioso y con una falsa sonrisa.
- ¡Que tu rostro se ilumine Waty! ¿Qué te trae por estos aburridos lugares?
- Solamente pasaba por aquí y decidí hacerles una visita. ¿Está Lamón?
- Sí, se encuentra adentro comiendo. Pasa, pasa...
Nos dirigimos al interior del recinto y vi al escriba, sentado a una mesa, devorando un gran trozo de carne. Al percatarse de nuestra presencia, hizo un gesto instintivo, de achicar los ojos, como queriendo ver más lejos y dijo:
- ¿Con quién te has encontrado Ankseth? Pero si es nuestro amigo Waty -siguió diciendo al distinguirme.
- ¿Cómo estás Lamón? Pasaba por aquí y decidí hacerles una visita. ¿Cómo está el acopio de grano? ¿Ha mejorado?
- No, este año no es lo que parecía. Es como si algún dios se lo hubiera comido y lo que dejó no es de buena calidad.
- ¿Cómo dices? -pregunté.
- Sí, de un tiempo a esta parte el grano viene dañado por alguna plaga. ¿Es extraño, no?
- Muy extraño - respondí-. Sobre todo cuando parecía tan abundante la cosecha.
- Eso mismo le dije al gran primer ministro, y él me dijo que no me preocupe, pues pronto cambiará la situación y el año entrante tendremos una buena cosecha.
- Me pregunto cómo puede saber él eso. ¿Acaso consultó con el oráculo de Siwa*7?
- No lo sé – respondió-. Pero de seguro que con su magnífica sabiduría él puede ver cosas que ni yo ni tú podemos percibir.
Lamón se acomodó en su silla y, cortando otro trozo de carne, me dijo:
- Seguro que tienes hambre. ¿No quieres un poco de carne con un buen jarro de cerveza? Después podremos jugar una partida de Senet* 8.
- No te preocupes por mí, estaba de paso; en casa me espera mi esposa. Tal vez en otra ocasión.
- Disculpa que te lo diga, pero no sé cómo no te aburres de tu mujer. Si bien es bella, hay muchas otras que se morirían por compartir sus delicias contigo. ¡En la variedad esta la ganancia! Si quieres te puedo presentar a una tebana que acaba de llegar que es todo un manjar.
- No te preocupes por mí. Con mi mujer tengo más de lo que te imaginas.
- Bueno si tú lo dices…Aunque cuando te canses de ella mi oferta seguirá en pie.
Me despedí y me dirigí a mi casa.
Hacía dos años que me había mudado al barrio sur, cerca de la casa de Aperia, el alcalde de la época de Akenatón.
En Ajet-Atón, no existen diferencias de clases sociales. A pesar de que el barrio sur es más residencial, también existen casas de personas humildes, que conviven con las adineradas familias, sin problemas, cada cual cumpliendo su función específica.
Solamente la ciudad del norte era netamente habitada por la familia real y sus allegados cercanos.
Mi casa era de una sola planta, con una dependencia principal, cuadrada, situada en el centro. A un extremo se hallaba una tarima baja de ladrillo donde me solía sentar junto con Liah, mi esposa, para recibir a nuestros invitados. Dos columnas de madera sostenían al techo, de tal manera que teníamos ventanas en la parte superior de las paredes. Alrededor de esta pieza central, se distribuían un recibidor exterior, los dormitorios, la cocina y un sótano para depósito. El dormitorio que compartía con Liah era el más grande. De allí se salía al cuarto de baño y al retrete.
Las paredes externas e internas estaban enyesadas y enjalbegadas, decoradas por bellos dibujos que nuestra hija Zakaria confeccionó para el efecto.
Un muro de unos cuatro codos reales*9 rodeaba toda la casa y el jardín arbolado en el cual solía jugar Ubis.
El jardín, tenía un estanque con lotos y un pequeño pozo, gracias al cual no debíamos ir a buscar el agua al Nilo.
Al cruzar el umbral, Liah me abrazó y me besó con dulzura como lo hacía ya desde cinco años atrás. Luego reprochándome dijo:
- Mi amor, otra vez no has venido a comer. Estoy muy preocupada por ti: siempre trabajando hasta tarde. Y comiendo poco. Mírate: estás cada vez más delgado. Todos los funcionarios reales están engordando mientras tú adelgazas.
- No te preocupes, estoy bien.
- Sí, estarás bien hasta que enfermes, y después te tendré que cuidar como a la pequeña Ubis.
- Es que eso estoy queriendo: que me mimes como a Ubis -dije guiñándole.
- Malcriado, siempre bromeando. Ahora ven y siéntate a la mesa que te he preparado las lentejas como te gustan.
Liah, no había cambiado casi nada en estos cinco años de matrimonio. Es más, el tiempo, como al vino, la había mejorado. Conservaba su esbelta figura; y sus rojizos cabellos seguían deslumbrando a muchos; no obstante, estaba más madura y segura de sí misma. Una sencilla túnica blanca vestía su bellísimo cuerpo, sólo adornado por un collar que le había traído de Tiro, en mi último viaje.
Esperó a que me sentara, me sirvió una abundante ración de lentejas y se sentó a mi lado.
- Te lo comes todo y sin protestar -dijo frunciendo el ceño y fingiendo que estaba enojada.
- Bueno up- mut,*10 -dije bromeando-. Pero si sigues dándome de comer así, pronto no pasaré por la puerta.
- No te preocupes, que no dejaré que te conviertas en un hipopótamo, como lo han hecho algunos nobles que rondan por el palacio.
- Pero dime -continuó diciendo-. ¿Cómo ha sido tu día?
- Bastante tranquilo, salvo que vino Maya a preguntarme por el tema de los granos de Ajet–Atón, que te había contado.
- Eso tenía que caer de maduro, Maya no es ningún tonto, ¿qué piensas hacer?
- Lo que tendría que haber hecho hace rato, investigar a fondo la cuestión, se enoje quien se enoje.
- ¿Aunque el que se enoje sea el mismísimo Ay? -preguntó Liah-. Ten cuidado con él. Recuerda lo que puede llegar a hacer.
- No te preocupes, no se atreverá a hacer nada mientras le sea útil. Bueno, basta de charla, que se me hace tarde para volver al almacén.
Salí de mi casa y fui caminando hasta llegar al almacén real. En él me esperaba Numeribis, sonriente, con los registros en su mano.
- Aquí están todos los registros de los embarques de esta mañana, incluyendo los pigmentos de tu sat.
- Muy bien, pronto no tendré nada más que hacer y tú me sacarás el puesto de visir de los almacenes reales -dije bromeando.
- No, no es lo que pretendo, tú eres...
- ¡Nada de alabarme! Sabes que no me gusta. Deja eso para otros. Ahora dime: ¿Llegará algo esta tarde?
- Tengo entendido que llegará un cargamento de cedro de Tiro*11.
- Tienes razón, lo había olvidado, vamos al puerto a esperarlo.
Nos dirigimos al puerto, cuando vimos entrar en él un kebenit* 12 seguida por otras dos. La nave capitana, tenía una gran vela roja con un escarabajo alado estampado en ella, mientras que su casco era negro como una noche sin luna. Esta embarcación era bien conocida por mí, ya que era la de mi hermano de corazón y socio comercial, Ka.
Ka, mi fiel amigo nubio, se había quedado a vivir en Tiro con su esposa Ba y su hijo, para atender nuestros intereses comerciales. De tanto en tanto, huía del mundo de los negocios y venía a visitarnos con la excusa de traer algún cargamento.
Cuando la nave ya estaba atracando, vi al alto nubio, con sus finas ropas fenicias, quien al divisarme dijo:
- Waty, amigo, siempre tan mal vestido, tienes que pasar una temporada en Tiro para mejorar tu estilo.
- Y tú pareces un Rey disfrazado de ave exótica -dije dándole un fuerte abrazo.
- Ustedes dos no cambiarán nunca -dijo una voz a la que rápidamente identifiqué como la de Ba, que llevaba en brazos un bebé y al pequeño Waty estirándole de la túnica.
- Mi muy querida amiga no me digas que tienen otro jered*13 No es jered es sat, y se llama Amsis.
- ¡Qué alegría me da verlos a todos! Estoy seguro de que Liah caerá de espalda al saberlos aquí.
- Seguro que sí, me gustaría ya ir a verla.
- No se diga más. Numeribis, acompaña a Ba y a sus sa*14 a mi casa. Que yo me encargaré del registro del cargamento de cedros.
El muchacho me entregó la tablilla para los registros y presuroso acompañó a Ba y su familia, mientras me quedaba con Ka haciendo los registros pertinentes.
Estaba entrando la noche cuando terminamos de anotar todo el embarque de cien finísimos troncos de cedro que serían transformados en mobiliarios y columnas de algún templo.
- Hace dos meses estuve en Siria -dijo Ka.
- ¿Y cómo anda el frente? ¿Viste a Horemheb?
- Sí, y estaba de muy mal humor, a pesar de que me dijo que era cuestión de tiempo controlar la situación en el campo de batalla.
- Es un gran estratega, llegará lejos.
- ¡Es un patriota! -dijo Ka.
- ¿Por qué crees que estaba de mal humor?
- Es que hay muchos rumores entre las tropas, en cuanto a la vuelta de Amón y sus dioses, y como bien sabes a él no le gustan mucho los cambios, a pesar de que no creo que le disguste la idea.
- Ese tema lo tocamos esta mañana con el administrador real y creo que el cambio es inminente.
Estábamos conversando de esto, cuando un grupo de veinte guardias reales armados entró en el almacén seguido por un palanquín. Ricamente adornado con oro, plata y lapislázuli, sostenido por cuatro fuertes y enormes nubios de más de cuatro codos de alto. En el interior del palanquín estaba el primer ministro Ay, quien, corriendo las cortinas que lo ocultaban me dijo:
- Por lo visto hay mucho trabajo últimamente en estos almacenes, seguramente Maya estará muy conforme con los resultados.
- Creo que sí –respondí.
- Me enteré, por casualidad, que estuviste hoy por los silos. ¿Está todo bien por ahí?
- Pues eso se lo tendrá que preguntar a Lamón, pues yo, no entiendo el por qué de la escasez de grano, en especial el procedente de nuestros cultivos.
- Deja de preocuparte por esas cosas, creo que Lamón, a pesar de su servilismo, es un escriba capaz. Así que encárgate de tus asuntos aquí, en este almacén. Recuerda que después del Faraón viene en escala jerárquica el primer ministro y luego los demás.
- Eso lo tengo siempre presente, pero mi superior inmediato es Maya y no puedo desconocer su autoridad.
- No te preocupes de eso, yo te considero como a un sa y no como a un vasallo -dijo en tono burlón.Y hasta los vasallos saben bien que se está conmigo o contra mí; y el que está contra mí está en contra de Kemet, cosa que, doy por descontado, no es tú caso.
- No se preocupe yo siempre he dado mi vida por Kemet y por las causas que he creído justas.
- Lo sé, lo sé... Y ahora me despido de ustedes, ha sido un placer conversar con gente tan agradable. Los espero un día de estos en el palacio para jugar una partida de Senet.
Ay se retiró tan aparatosamente como llegó. Era uno de los hombres que gobernaba el país, ya que, como primer ministro, coregente de Tutankatón y, aprovechando la ausencia de Horemheb, quien estaba en el frente combatiendo con Siria, se creía el Faraón.
- ¿Qué fue todo ese discurso? -preguntó Ka.
- No lo sé todavía, pero algo se trae entre manos con Lamón y el grano proveniente de los cultivos de Ajet-Atón.
- Pues yo creo que si él está atrás de algo te tienes que cuidar mucho. Ya no tienes el apoyo de Akenatón, y Tutankatón hace todo lo que él y Horemheb le dicen.
- Tienes razón, tendré que ver la forma de hablar con Horemheb. Él es un militar de honor y un patriota. No estará contra Kemet y menos a favor de intereses particulares.
- Creo que antes de hablar con el generalísimo deberás encontrar pruebas contundentes, si no, no tendrás su apoyo, aunque es más que evidente que el primer ministro no es de su agrado.
- Acuérdate que es su suegro -dije bromeando.
- Tienes toda la razón -dijo el nubio, lanzando una estruendosa carcajada.
- Dejemos esto y vamos a casa que de seguro Liah y Ba nos estarán esperando para cenar.
- Sí, apurémonos, porque las dos juntas serán terribles regañándonos por el retraso.
- Tienes toda la razón -y diciendo esto nos dirigimos al barrio sur.
Al llegar a mi casa vimos al pequeño Waty y a Ubis jugando en el estanque de lotos con unas maderitas a modo de pequeños barquitos. Al divisarnos, los niños corrieron hacia nosotros. Casi al mismo tiempo nos abrazaron las piernas mojándonos las túnicas, ya que los niños estaban totalmente empapados.
- Dime Ubis -dijo Ka a mi hija que le apretujaba las piernas.
- ¿Tu mut dejó que te mojaras de esta manera? Porque estoy seguro que a tí, Waty, no te dejó la tuya -comentó Ka, con ceño fruncido pero con una mueca cómplice.
- Mi mut no sabe que estamos jugando al combate naval -dijo Ubis- no se lo digas, Tío Ka.
- Creo que es demasiado tarde dijo señalando a la puerta de la casa.
En la puerta estaban Liah y Ba, con los brazos en jarra, mirando la escena.
- ¡Pero qué bien! Los niñitos grandes escondiendo a los niñitos chicos -dijo Ba.
- Creo que los cuatro tendrán un castigo -dijo Liah riendo-. ¡Vamos! ¡Entren ya y cámbiense de ropa que ya está la comida!
La velada fue agradable, conversamos gran parte de la noche mientras los niños dormían sobre unos almohadones en el sala. A pesar de que no nos unían lazos sanguíneos éramos una verdadera familia. Cuando lo creyeron conveniente, Ka y Ba se retiraron al cuarto de huéspedes y nosotros al nuestro. Estábamos desvistiéndonos cuando Liah me dijo:
- Me preocupa mucho ese asunto del grano. ¿Por qué no le haces caso por esta vez a Ay y lo dejas de lado?
- Tú sabes bien, lo que pienso de las injusticias. Si alguien está usando el sacrificio de los pobres agricultores, para provecho propio, hay que desenmascararlo.
- Pero es Ay, el que está atrás de todo. Recuerda lo que te acaba de decir.
- Tienes razón, aunque si pensamos bien, puede que el primer ministro sólo confié en su hombre, y no esté involucrado en ésto.
- Eso no te lo crees ni tú mismo. Sólo te digo que tengas mucho cuidado, recuerda que no eres soltero y tienes dos hijas que cuidar.
- Deja de preocuparte mi amor, todo saldrá bien.
Los primeros rayos de Atón iluminaban las intrincadas callejuelas que separan las viviendas del barrio sur. Salí al jardín para contemplar el amanecer, cuando Ka, que ya se había levantado, me dijo:
- Creo que sé cómo descubriremos el problema de los granos que tanto te preocupa.
- ¿Descubriremos? Me suena a multitud -dije.
- Tú sabes bien, que no te puedo dejar solo en esto.
- No lo creo. Tú tienes esposa y dos sa que cuidar, y no permitiré que te mezcles en un asunto que no te compete -le dije exasperado.
- Claro tengo esposa e sa, ¿y tu familia qué?
- No es lo mismo. Yo soy el visir del almacén real y tú ya te retiraste del espionaje.
- No me convencerás, y lo que haga, lo haré con o sin tu consentimiento -dijo Ka enfrentándome.
- Por lo menos lo habrás hablado con Ba.-dije, cediendo en mi postura.
- Sí, lo hice, y está de acuerdo en que te ayude, aunque te confieso que al principio no quería saber nada.
- Liah también intentó que desistiera.
- Bueno. ¿Quieres saber o no cómo desenmascaremos a Lamón?
- Dime.
- Yo no soy conocido en esta ciudad, además, los que me conocen siempre me han visto bien ataviado, y enjoyado.
- Sí, como un rey disfrazado de ave exótica -dije riendo.
- Dejemos ese asunto de lado y sigue escuchando -dijo el nubio.
- Me vestiré como porteador y me mezclaré entre los hombres de Lamón. Así sabremos cómo es que desaparece el grano.
Así lo hicimos. Nos dirigimos al puerto por separado. Ka ocultó sus ropas finas y se puso un taparrabo a la usanza de los porteadores. Se dirigió al almacén en el cual yo me encontraba ya, así que cuando lo creí conveniente le dije a Numeribis que eligiera los nubios más grandes y fuertes para llevar unos sacos de grano a los silos de Lamón. Esta sería la prueba de fuego. Si mi escriba, que era una de las pocas personas que había tratado con Ka, no lo reconocía, podíamos estar seguros que el plan resultaría.
Como era de esperar el escriba eligió a Ka entre los primeros escogidos, pues con sus cuatro codos de alto sobresalía de los demás. Al ver Ka que no era reconocido, se acercó a Numeribis y le dijo en dialecto nubio.
- ¿Dónde tendremos que dejar los sacos de grano?
- En los grandes silos, al costado del puerto, ahí se los dejarán al encargado Lamón o a su asistente Ankseth -dijo el escriba, sin percatarse que hablaba con Ka.
- Muy bien señor -respondió el nubio.
Lo que sigue a continuación es lo que me contó Ka tiempo después.

***

De esta manera partí con dos bolsas de grano al hombro junto con otros cuatro nubios. Al llegar Ankseth, me vio, y le llamó mucho la atención mi fuerza, como era de esperar, por lo que entró junto a Lamón y me señaló. Lamón al verme, decidió de inmediato contratarme como trabajador del silo, así que se acercó con un jarro de cerveza y me dijo:
- ¿De dónde eres nubio?, nunca te he visto por Ajet-Atón -entregándome el jarro de cerveza.
- Soy de Napata*15 señor, y éste ha sido uno de mis primeros viajes a esta ciudad.
- ¿Quieres trabajar para mí en este silo? Tendrás vivienda y comida asegurada y si me eres fiel, quien sabe si no puedes tener algunas piezas de oro.
Mi cara se iluminó ya que el pez se había tragado el anzuelo.
- Veo por la expresión de tu rostro que te gusta el oro como a mí, creo que nos llevaremos muy bien.
- ¡Seguro que sí señor! -dije.
Esa noche fui conducido al poblado de los trabajadores de la necrópolis. Este poblado, consistía en una concentración de casas pertenecientes a los trabajadores de las tumbas. Alejado de la metrópolis, pasaba las zonas de cultivos, las que básicamente rodeaban al barrio sur y los Marus*16.
Las viviendas eran pequeñas pero confortables, en cada una de las cuales vivíamos cuatro porteadores.
- Bienvenido a nuestra casa -dijo un nubio, que tenía una gran cicatriz en el rostro, lo que me hacía acordar a nuestro otro socio comercial, Ahiram el fenicio.
- Gracias -dije. Yo soy Ka, nací en Napata, pero hace tiempo que estoy rodando de puerto en puerto.
- Yo soy Rakamón, y nací también en las cercanías de Napata, aunque serví en el ejército de Horemheb hasta hace un año. Él es Thot, mi fiel amigo -dijo señalando a un pequeño mono que estaba en su hombro.
- Qué simpático es tu amigo. Dime, ¿cómo fue que te decidiste a venir aquí?
- Creo que no te has dado cuenta todavía: nadie quiere a un soldado cojo. Pero no me quejo, aquí como cocinero es mucho más saludable -dijo pasándose la mano por la cicatriz de su rostro, y riendo con ganas.
Los otros dos nubios eran toscos y hablaban muy poco. Luego de las presentaciones, comimos un sustancioso guiso de lentejas regado con abundante cerveza. Después nos fuimos a dormir.
Todavía el negro manto nocturno cubría todo el valle cuando desperté. Rakamón, se preparaba afuera para la faena diaria, sentado en un taburete. Estaba yo, saliendo de la vivienda, a punto de desearle los buenos días, cuando se dio vuelta, me vio y, rápidamente, tomó un cuchillo, lo arrojó, clavándose en el marco de la puerta a unos dos dedos*17 de mí cabeza. Sorprendido y aturdido le dije:
- ¡Estás loco!, o esa es tu manera de dar los buenos días.
- Mira primero qué hay en el cuchillo antes de hablar.
Me di vuelta y vi ensartado en el cuchillo un gran escorpión negro de unos seis dedos de largo. El nubio se acercó a la puerta, tomó su cuchillo tiró el escorpión al fuego, y fríamente siguió diciendo:
- Debes cuidar mucho por donde caminas. Esta zona está plagada de escorpiones; parece que les fascinan las tumbas. Y no me refiero solamente a los de ocho patas y dos pinzas, sino a los de dos patas también -acotó veladamente refiriéndose a los saqueadores de tumbas.
- ¿Saqueadores de tumbas? -respondí intrigado.
- Sí, saqueadores. Pero no me preguntes más, pronto comprenderás... muy pronto.
Con los primeros rayos de Atón llegamos a los silos. Había unos veinte nubios de gran porte y muy fuertes como yo, además de otros tantos más pequeños pero robustos también. Esperamos unos instantes, cuando apareció Lamón seguido de Ankseth diciendo:
- Hoy tendremos doble jornada así que haremos dos turnos. Rakamón: separa a tus hombres para el turno de la noche y aleja a tu mono de mi vista.
- Está bien señor -dijo el nubio separando del grupo unos diez nubios de gran tamaño y fortaleza.
El resto nos dirigimos a los almacenes a acarrear más sacos de grano durante todo el día. Al llegar la noche llegamos con los últimos sacos de grano al silo. Me dirigí a mi vivienda y encontré solamente a Thot, mordisqueando la cuerda que lo sujetaba a la pared. Desaté al simio, preparé la comida y me senté a esperar.
Estaba muy avanzada la noche. La luna redonda iluminaba todo el poblado como si fuera de día. A lo lejos, el fino aullido de un chacal completaba el espectral paisaje. Thot se quedó dormido en mis brazos como si fuera un niño. Un finísimo polvo cubría todo el poblado, inclusive mi cuerpo. Las horas pasaban y mis compañeros de hospedaje no regresaban. No sé cuándo, pero el sueño me dominó y quedé profundamente dormido.
Los primeros rayos del sol entraban por la pequeña ventana cuando sentí que alguien me tocaba el hombro.
- ¡Despierta dormilón, que hoy tendrás mucho trabajo por lo que me han contado!
- Ustedes han trabajado mucho, ¿qué es lo que hacen de noche?
- No seas tan curioso, a su tiempo lo sabrás -dijo Rakamón, y añadió- veo que Thot encontró un compañero. Es muy extraño, eres el único con quien tiene tanta confianza como para dormirse en su regazo.
- Ya ves, me habrá confundido con su it.
- Seguro que esa es la explicación -dijo riendo.
Los días pasaron de la misma manera, durante toda la semana. Lo extraño era que a pesar de que acarreábamos varias bolsas por día, de los almacenes a los silos, estos mantenían el mismo nivel. Era evidente que eso tenía algo que ver con “el doble turno”. Rakamón y sus hombres llevaban el grano a algún lado. ¿Pero dónde?
En otra ocasión, cerca del mediodía, estaba acarreando, como de costumbre, dos bolsas de grano al hombro, cuando después de depositarlas en el suelo vi que una pila de sacos estaba a punto de caer sobre Lamón. Al ver ésto, corrí y empujé al escriba con toda mi fuerza salvándolo de morir aplastado. Al recuperarse del susto Lamón me dijo:
- Eres muy valiente Ka, te mereces una recompensa por lo que has hecho, ven te daré algo.
El escriba me llevó a un cuarto que siempre se mantenía cerrado, me hizo pasar. Cerró la puerta y me condujo a unos cofres ricamente adornados. Abrió uno de ellos y extrajo un puñado de joyas diciendo:
- Toma, en recompensa por lo que has hecho. Pero debo advertirte que no puedes vender estas joyas en la ciudad, sólo en Uaset podrás cambiarlas por piezas de oro o plata. Yo te diré dónde en su momento.
- Gracias, pero creo que no merezco esto. Estas son joyas dignas de un príncipe.
- ¡No! -dijo con una maliciosa sonrisa- son dignas de un Faraón. Ahora, debes ir a tu vivienda a descansar. Desde hoy pasarás al turno de la noche, verás qué productivo resulta para ambos.
Coloqué las joyas en una bolsa de lino que Lamón me dio y me dirigí a mi vivienda. Al llegar a ella extendí las joyas sobre la mesa. Había varios anillos y algunas piezas de oro. Uno de los anillos me llamo la atención ya que tenía mal borrado un cartucho con un nombre. Al verlo más detenidamente, descubrí que se trataba de un Faraón, aunque no podía distinguir cuál. Seguí observando los anillos hasta que encontré uno con el nombre de Tiye, princesa de Mitani, esposa de Amenofis III, la madre de Akenatón. ¡Estas joyas eran producto del saqueo de las tumbas, y Lamón era un profanador! Guardé las joyas en la pequeña bolsa y la oculté bajo uno de los ladrillos del piso.
Tiempo después, llegó Rakamón, con los otros dos nubios.
- Tú te lo has buscado, -dijo el nubio- hoy tendrás respuestas a tus preguntas, pero te advierto que es posible que no te guste lo que verás.
- ¿Por qué? -pregunté.
El nubio no respondió, movió la cabeza en forma negativa y dijo:
- Prepárense que en cuanto anochezca partiremos al silo.
La noche llegó, y como dijo Rakamón, partimos los cuatro, rumbo al silo, en donde se encontraban Lamón y Ankseth.
- Hoy tenemos un nuevo colaborador- dijo Lamón. Ka, me ha salvado esta mañana de morir aplastado por unos sacos de grano, por lo que he decidido recompensarlo con el trabajo nocturno. Además, les vuelvo a recordar que no deben exagerar en cuanto a la “paga”, que estará ahí sin moverse, así que no abusen. Tenemos para mucho tiempo. Ahora pongámonos en marcha, no perdamos un momento más.
Tomamos cada uno un saco de grano y guiados por Ankseth, con una antorcha en la mano, partimos con rumbo a las tumbas del sur.
Subimos las colinas y llegamos a la entrada de una tumba. Lamón se acercó a la entrada, rompió el sello, y con ayuda de dos nubios abrió la entrada.
Ankseth bajó encendiendo las antorchas internas de la tumba y nos indicó que bajásemos. Volvimos a cargar nuestros sacos de grano y bajamos unas escaleras de corte clásico, seguidas de un corto pasillo en rampa, al final del cual se encontraba una pequeña cámara inconclusa, que por su posición y estructura indicaba que la tumba pertenecía a un miembro secundario de la familia real. Cuando mis ojos se acostumbraron a la poca luz del lugar observé las inscripciones del sarcófago, identificando de pronto a quién pertenecía la tumba que estábamos profanando. ¡Era la tumba de Kiya!, la bienamada de Akenatón, madre de Tutankatón. Al ver esto, dejé el saco en el piso y traté de salir del lugar, a lo que Ankeseth se interpuso en mi camino diciendo:
- ¿Qué te pasa Ka? No me vas a decir que le temes al ka y al ba de la concubina del hereje Akenatón.
- No le temo a los fantasmas. Sólo creo que debemos respetar a los difuntos.
- No seas tan prejuicioso. Seguro que estos personajes tienen mucho oro en el reino de Osiris, o donde quiera que estén. La prueba está en que pasaron varios años desde que se cerró esta tumba y todas las cosas están en su lugar, por lo que creo que no necesitan nada de esto. Mira, todavía están los restos del banquete del funeral y los alimentos que se le dejaron. Pero no te preocupes, no tocaré los alimentos, sólo las joyas.
Mientras decía esto, habría los cofres con joyas de la que en vida fuera la segunda mujer más importante del reino. El rostro de Ankseth se transformó en una mezcla de odio, resentimiento y codicia. Llenó dos sacos con joyas y dijo:
- Dénse prisa que no tenemos toda la noche. Llenemos este agujero con los sacos de grano.
Toda la noche acarreamos sacos de grano a la tumba, que llenamos casi en su totalidad. Cuando el sol trataba de hacer aparecer sus primeros rayos, Lamón, con un saco de joyas, nos llamó y dijo:
- Vengan, hoy repartiré yo la paga -dándonos un puñado de joyas exclamó:
- Hoy fue una buena y muy fructífera noche por lo que descansaremos unos días. El que quiera ir a Uaset, hay un barco que sale esta mañana, pero deberán volver en tres días. El resto puede descansar si lo desea. Les recuerdo que en la taberna “El ánfora roto” han llegado nuevas mujeres de Men Nefer*18, muy apetecibles. Bueno… yo no les tengo que decir lo que deben hacer con su tiempo libre, sólo les vuelvo a recordar, que sólo en Uaset podrán canjear las joyas por piezas de oro. Que no se le ocurra a nadie obsequiar ningún anillo ni nada a alguna golfa.
Me dirigí a mi vivienda para poder pensar en lo que pasó esa noche. Al llegar, los nubios partían con rumbo a Uaset, mientras Rakamón, cocinaba unos alimentos en silencio. Cuando quedamos solos me dijo:
- ¿Satisfecha tu curiosidad?
- No sé qué decirte. Me dan náuseas, ¿cómo puedes aguantar esto? -dije.
- ¡No me juzgues! No sabes nada de mí.
- No creo que seas un bandido, por eso te lo digo.
- Todos somos saqueadores aquí, hasta tú, desde hoy.
- Podemos ir y devolver todo esto a las autoridades.
- ¡Qué ingenuo eres! En cuanto te acerques al palacio te atraparán y te matarán por profanador.
- Además le creerán más a Lamón que a un pobre soldado venido a menos.
- ¿Por qué dices eso? -le pregunté.
- ¿Sabes por qué llenamos las tumbas de sacos de grano?
- No me imagino -dije.
- Lamón tiene orden del mismísimo primer ministro de llenar todas las tumbas de granos, ¿Cómo crees que entramos sin ningún problema; sin encontrarnos con algún guardia que proteja la tumba?
- ¿Ay está al tanto de la profanación? -le pregunté.
- No, eso es idea de Lamón y su secuaz. Ay sólo quiere, por algún motivo, esconder el grano en las tumbas que, además de ser un lugar seguro, es seco. De esta manera no se arruinará el grano.
- Sigo sin entender por qué no te vas de aquí si no te gusta lo que haces; eres buen cocinero, tal vez hasta en el palacio te contraten.
- No sueñes. Mi vida es un fracaso tras otro. De joven partí de mi hogar en Nubia, en donde tenía todo, pero como un chicuelo inconsciente, quería más y Nubia me quedaba chica, por lo que decidí ir a Men Nefer* en donde contacté con seguidores de Amón, participando de una conspiración contra Akenatón. Fui desterrado al desierto y luché como mercenario para varios ejércitos, inclusive para los hititas en Kakermish*19 donde recibí un flechazo en el rostro, dejándome esta deformidad. Siendo fuerte y ágil, cuando se dictó el indulto, me alisté en el ejército de Horemheb, y como te conté, hace un año recibí un lanzazo en la espalda que me dejó inútil para siempre.
- Es muy triste tu historia, aunque creo que siempre hay tiempo para el que se arrepiente. Seguro que Atón te perdonará si dejas de profanar las tumbas.
- Yo ya no creo en nadie ni en nada, no sé cómo estoy hablando contigo.
- ¿No tienes familia en Nubia? -le pregunté.
- No tengo a nadie. Sólo a mi viejo amigo Thot. Los que quedaron en Nubia, no se acuerdan más de mí. Mucho mal les he hecho deshonrando la familia.
- Creo que el tiempo borra todas las ofensas.
- Ya perdí las esperanzas. ¡Dejemos de hablar que no me gusta el tema!
Me recosté contra una de las paredes y me quedé profundamente dormido. Cuando desperté estaba solo con Thot, por lo que decidí salir a contar lo vivido.
Crucé los sembrados dirigiéndome al barrio sur, trepé la muralla y entré a la vivienda de Waty, para seguidamente golpear la puerta.

***
Había pasado una semana desde que Ka se infiltró entre los porteadores de Lamón y durante todo el día no lo había visto, lo que comenzaba a preocuparme. ¿Lo habrían descubierto? No tendría que haberlo dejado ir. Este pensamiento me preocupó todo el día.
Llegada la noche me dirigí a mi casa. Al llegar, como todos los días, Ba me preguntó:
- ¿Has visto hoy a Ka? ¿Está más flaco? ¿Se lastimó?
- Lamento decirte que hoy no lo vi.
- ¡Seguro que algo le pasó! -dijo Ba sobresaltada.
- No te preocupes, él sabe cuidarse, pero si no aparece mañana, iré yo mismo al silo a ver qué pasa.
Luego de la cena nos fuimos a dormir.
Estaba profundamente dormido cuando Liah me despertó.
- Waty, escuché ruidos afuera.
- Voy a ver qué pasa -dije, al escuchar golpear la puerta.
- Ladrones no serán, seguro -dijo Liah.
Me levanté de la cama y fui a ver quién golpeaba. Al abrir la puerta vi a Ka.
- Entra rápido amigo, nos tenías preocupado a todos.
- No te imaginas todo lo que tengo para contarte.
Al decir esto, entró en la habitación Ba que, de un salto, abrazó y besó a su esposo como si no lo hubiera visto en años.
- Bueno mujer, no es para tanto -dijo el nubio, sin dejar de abrazar a su esposa-, creo que tendré que ausentarme más seguido, ¿no lo crees así Waty?
- Creo que tienes razón -dije, cuando sentí un suave puñetazo en mi espalda.
- Ni se te ocurra -dijo Liah, que estaba atrás de mí.
Luego de contarnos todo lo ocurrido, le dije:
- Atón está con nosotros. En dos días llega el general Horemheb, victorioso de Siria.
- Esta será la oportunidad -seguí diciendo- para desenmascarar a Lamón y a todos sus secuaces, e inclusive tal vez podamos echarle algo de tierra a Ay.
- No lo creo -dijo Ka-. El está muy bien cubierto. Lo que me preocupa es cómo quedará la situación de Rakamón.
- No te preocupes, yo veré que sea indultado por los servicios prestados.
- ¡Yo creo que si es un profanador debe ser castigado! -dijo Ba en tono exasperado.
- ¿Por qué hablas así? No parece mala persona.
- ¡Ahora eres experto en conocer personas! Te tendrían que contratar en el palacio para ver con quién puede relacionarse o no el Faraón -respondió Ba muy enojada.
- No sé por qué dices éso si no lo conoces. Estoy seguro de que te caerá bien.
- No lo creo. Y dejemos de hablar que no me gusta el tema -y diciendo eso se retiró dejándonos perplejos con su actitud.
- Qué extraño que Ba reaccione así. Yo nunca la he visto en ese estado.
- Sí, es curioso -dijo Ka- y más aún lo que dijo al final. Me parece haber escuchado esas palabras antes…
- Bueno, debes irte, en dos días nos vemos.
- Está bien -y diciendo esto, el nubio salió perdiéndose entre el caserío, como una sombra.
Al día siguiente salí de mi casa y me dirigí al puerto. Los preparativos para recibir al general estaban en su fase final. Todo el puerto al igual que la carretera real, estaban adornados con banderas multicolores y flores de papiro. Se construyó un camino de pétalos de flor de loto, desde el puerto hasta el gran palacio.
El palacio real es el más importante de Ajet- Atón. Situado en el centro de la ciudad, sobre una colina, posee tres grandes jardines dispuestos en terrazas, por lo que se puede llegar al Nilo a través de ellos. Este palacio se comunica con la casa real por medio de un puente de arcos que atraviesa la carretera real. A la izquierda tiene una amplia sala, a la derecha otra, con grandes columnas destinada a la coronación y a eventos especiales como el que estaba a punto de acontecer. Del otro lado se encuentra el harén y las dependencias de servicio.
La música comenzó a sonar. Unos cien músicos, en su mayoría mujeres, comenzaron a tocar sus arpas de caja armónica baja, liras, laúdes, flautas rectas, sistros, y oboes dobles, que, con dos cañas colocadas en ángulo, mientras una ejecuta la melodía, la otra la acompaña con una nota grave que suena ininterrumpidamente a modo de nota pedal.
De pronto, alguien dio una señal. Una enorme barca con diez remeros se acercaba majestuosa, con su blanca vela desplegada, en la cual, un gran círculo solar extendía sus rayos que terminaban en forma de manos. En la popa, sentado en una silla ricamente trabajada en oro y lapislázuli, estaba con su traje de gala el Generalísimo Horemheb, Regente del rey en el país entero, Jefe de los Secretos del Palacio. Aquel que ha sido elegido por el rey, colocado sobre las Dos Tierras para llevar el gobierno de las Dos Orillas, Supervisor de los Generales del Señor de las Dos Tierras.
Atrás de esta embarcación, seguían cinco embarcaciones con los valerosos soldados y generales que vencieron a los sirios. Todavía más atrás venían dos barcas con prisioneros.
Al atracar la nave capitana comenzó la música, pero esta vez, con instrumentos metálicos, como las trompetas de cobre y plata, y sistros entre otros, como es la costumbre para los eventos militares. El generalísimo desembarcó y se encaminó hacia un carro triunfal que le aguardaba. Este carro tenía la barquilla de fina madera recubierta con placas de oro y plata. Dos blancos corceles con sendos penachos rojos en la cabeza, y arneses de oro batido. El general comenzó el desfile seguido de sus leales hombres y de los prisioneros. El pueblo lo aclamaba gritando “imy-r mesha ur”, “imy-r mesha ur”,*20 y arrojando a su paso pétalos de flor de loto, mientras el desfile recorría parte de la carretera real. Al llegar al palacio real, lo aguardaban en la entrada dos imponentes guardias nubios con sendas panteras negras. El general se apeó del carro y entró al palacio.
Los vítores del pueblo eran impresionantes. Nunca había visto algo así desde la época de Amenofis III.
Al llegar a la sala de la coronación lo estaban esperando el Faraón Tutankatón, la reina Ankhesenpaaten, el primer ministro Ay, el tesorero real Maya y otros nobles.
- Acércate Generalísimo Horemheb -dijo el Faraón.
- ¡Oh gran Faraón!, imagen viviente de Atón, único señor del alto y bajo Kemet, te ofrezco humildemente esta victoria sobre nuestros enemigos los sirios, lo que permite a este gran país volver al lugar que le corresponde en el mundo.
- Agradezco tu esfuerzo y en recompensa te entrego este pectoral recordatorio. Inclínate -y diciéndole esto le colocó el pectoral.
Las trompetas volvieron a sonar estridentemente y el general se retiró con paso marcial del salón. Salió del palacio, subió a su carro, y se marchó a los cuarteles reales vitoreado por el pueblo.
Mientras esto pasaba, yo me dirigí a las oficinas de registros en donde aguardaría a Maya para narrarle todo lo que Ka nos había dicho la noche anterior, en especial lo del saqueo de las tumbas. Esperé gran parte de la tarde cuando Maya se me acercó y dijo:
- ¡Qué recibimiento! ¿no te parece? Sólo a un Faraón o a un militar se lo puede recibir así. Es una lástima que no se nos reconozca de igual manera a los que trabajamos día a día, silenciosamente, por Kemet.
- Tienes razón, pero eso no tiene que preocuparnos, sólo tenemos que trabajar para el Faraón y para el progreso del reino.
- Estás en lo cierto. Pero cuéntame qué novedades traes, ¿tal vez algo relacionado con la desaparición del grano?
- Sí, ¡y es más que la desaparición del grano!
Y diciendo esto le narré íntegramente lo que Ka había averiguado infiltrándose entre los hombres de Lamón. Luego de escucharme muy atentamente, Maya, atónito, me respondió:
- Esto sí que es inaudito. Aunque no creo que podamos hacer nada contra Ay. Sí podemos frenar esta afrenta a las tumbas y recuperar el grano perdido. Ahora mismo informaré de esto y mañana acabaremos con esas hienas carroñeras.
A la mañana siguiente antes que el primer rayo de Atón apareciera, unos setenta soldados de Horemheb rodearon el poblado de los trabajadores, comenzando una minuciosa búsqueda de objetos profanados. Mientras al mismo tiempo, el mismísimo Horemheb, con treinta hombres más, rodeó los silos atrapando a Lamón y a algunos de sus hombres. Recuperó las joyas que habían sido guardadas por el escriba, que fue llevado ante el Faraón, en el patio central del palacio real.
Tutankatón, secundado por el primer ministro Ay, el Generalísimo Horemheb y el tesorero real Maya, entraron en el recinto.
- Lamón, escriba encargado de los silos reales. Has sido encontrado culpable de robar el grano del Faraón. Esconderlo y profanar al mismo tiempo las tumbas de la necrópolis. ¿Qué tienes que decir en tu defensa? -preguntó lacónicamente Maya.
- Yo no soy el único culpable, del robo del grano. Yo y mi socio Ankseth...
- ¡Basta! -dijo Ay interrumpiendo lo que iba a decir- ya es suficiente, además de ladrón del grano de Kemet eres profanador de tumbas.
- Sí, pero lo hice por órdenes su...
- ¡Llévenselo! -volvió a interrumpir el primer ministro. Ejecútenlo a él y a su socio y tiren sus cuerpos al desierto para que los chacales se alimenten de sus cuerpos.
Los soldados, obedeciendo la orden sin titubear, se llevaron al desdichado que gritaba:
- ¡No fui sólo yo, dígales primer ministro!, dígales…-y al decir ésto recibió un fuerte golpe de uno de los guardias que lo dejó inconsciente.
- ¿Qué quiso decir? -preguntó Tutankatón.
- No se preocupe de eso excelencia, es el grito de un desesperado, por querer justificar su crimen.
Casi todos los hombres de Lamón fueron capturados, ejecutados y sus cuerpos arrojados al desierto en donde los buitres se arremolinaban en el cielo esperando que los chacales terminen con su festín para comenzar el de ellos.
Rakamón fue exculpado por haber sido él, el que contó a Ka, sobre el saqueo de tumbas, y no haber participado del pillaje. Sólo faltaba encontrar a Ankseth, que había logrado escapar.
Una semana después de estos acontecimientos Ka y su familia decidieron volver a Tiro, por lo que nos dirigimos al puerto.
- Waty, me despido, y te agradezco estas buenas vacaciones que acabo de pasar en tu compañía -dijo bromeando.
- Buenas vacaciones -dijo Ba. ¡Ni se te ocurra tomar otras por un buen tiempo!
- No te preocupes -dije-. Ahora me toca a mí pasar las vacaciones en Tiro.
- Si son de ese tipo -dijo Liah- nunca las tendrás.
- Bueno, bueno, no peleen -dijo el nubio cuando se escuchó detrás de ellos una voz.
- Yo también vengo a despedirme de tí, Ka -era Rakamón.
El nubio rengueando y ayudándose con un bastón para caminar, se acercó a donde estábamos nosotros. Inmediatamente Ba se puso pálida como si hubiera visto un fantasma y se desplomó al piso, al tiempo que Liah atajaba a la pequeña Amsis. Thot, el simio, saltó de los hombros del nubio para ir al lado de Ba, como si la conociera. Con Ka, tratamos de reanimar a la nubia.
A todo esto y aprovechando nuestro descuido, una sombra, salió detrás de unas ánforas con una filosa daga de oro e incrustaciones de plata, y se abalanzó sobre Ka. Era Ankseth, que gritando, mientras trataba de clavarle el cuchillo en el cuello al nubio, dijo:
- ¡Traidor! ¡Eres un traidor! Yo lo tenía todo y tú me lo sacaste, pero no quedarás vivo para contarlo.
Rakamón arrojó su bastón y se abalanzó sobre Ankseth, mientras Thot le mordía el cuello, impidiendo que el asistente de Lamón cumpliera con su objetivo. Inmovilizamos al profanador al tiempo que una patrulla de la guardia real llegaba al lugar.
Ba, a todo esto, seguía desmayada, asistida por Liah y los niños.
Rakamón tomó su bastón y comenzó a retirarse de la escena cuando Ba despertó de su desmayo diciendo:
- Tushka..., Tushka. ¿Eres tú?
El nubio se paralizó en el acto. No respondió, y luego siguió avanzando ayudado por el bastón. Fue entonces que Ba volvió a decir:
- Tushki, no te vuelvas a ir sin despedirte de mí, no lo voy a soportar otra vez. Mira, Thot quiere que te despidas de mí.
Ka y yo nos miramos sin entender nada, por qué Ba le decía Tushka a Rakamón… ¿Cómo sabía ella el nombre del simio? Fue en ese instante que Rakamón se dio vuelta. Gruesas lágrimas caían por sus mejillas.
- Mi pequeña Ba -dijo el nubio-, no te dejaré otra vez sin despedirme.
El nubio con dificultad se acercó a Ba y la abrazó. Ba, en una primera reacción trató de pegarle, pero luego, llorando amargamente, lo abrazó muy fuerte.
- Siempre supe que eras tú, desde el momento en que Ka dijo que un tal Rakamón le ayudó. Al oír ese nombre, enseguida sospeché que eras tú, siempre quisiste llamarte así.
- ¿Pueden explicarnos qué es lo que pasa? -dijo Ka.
- ¿Recuerdas cuando te dije que huí de casa para tener aventuras y fortuna? -dijo Rakamón-. Bueno en ese momento no sabía que eras mi cuñado.
Ka quedó perplejo por esta confesión. Rakamón era Tushka, príncipe nubio que había cambiado su hogar por el brillo de las aventuras y las riquezas.
- Me perdonas -dijo Tushka-. Siempre llevé conmigo el amargo recuerdo de mi pequeña Ba llorando mientras me alejaba.
- Dejemos el pasado atrás -dijo Ba-. Mira, ellos son tus sobrinos. Él es Waty y ella es la pequeña Amsis.
- Ya tendremos tiempo para presentaciones -dijo Ka-. Ahora sube a nuestro barco que tenemos un largo viaje a Tiro.
- ¿Quieres que te acompañe a tu casa de Tiro?
- Si Ba no se opone... -dijo Ka.
- ¡Claro que no! -dijo Ba incorporándose-. ¡Tú siempre sabes cómo hacerme feliz, mi adorable esposo!




1 Denominación dada al país del Nilo por los antiguos egipcios. Significa tierra negra
2 Llamada actualmente Tel el Amarna, está ubicada a unos 300 Km. al Sur del actual El Cairo. Construida sobre la margen derecha del Nilo, fue la capital de Egipto durante el reinado de Akenatón (Amenofis IV), hasta la restauración del politeísmo por Tutankamón (Ver mapa)
3 Palabra egipcia utilizada para nombrar al padre.
4 Palabra egipcia utilizada para nombrar a la hija.
5 Palabra egipcia utilizada para nombrar a la madre.
6 Llamada por los griegos Tebas fue la capital de Egipto durante gran parte de su historia. Ocupaba la zona que actualmente se extiende desde Karnak hasta El –Aasasif. Su situación geográfica es 25º42’N 32º38’E
7 El Oráculo de Siwa se encuentra en el oasis que lleva el mismo nombre, al oeste del Desierto Occidental o Desierto Líbico de Egipto.
8 Juego egipcio semejante al actual juego de damas
9 El codo real egipcio, es una medida de longitud y equivale a 52cm
10 La expresión up, representada por un geroglifo en forma de cuerno doble, era utilizada para escribir una palabra de gran importancia
11 Tiro, capital de Fenicia, se erigía tras una soberbia fortificación, en una isla frente a la costa del Líbano.
12 La palabra kebenit deriva de keben (Biblos)y era utilizada para referirse a los barcos que surcaban los mares.
13 Palabra egipcia utilizada para nombrar al niño. También se solía utilizar la palabra id para referirse al niño a ser educado ya que la misma palabra significa sordo.
14 Palabra egipcia utilizada para nombrar a la hijo
15 Ciudad que se encontraba en el actual territorio de Sudán. Una de las estelas de Tutmosis III, encontrada en Djebel Barkal, recoge la fundación de esta ciudad.
16 Ver mapa de Ajet- Atón.
17 Medida de longitud equivalente a 1,86 cm.
18 Actualmente denominada Mit Rahina. Fue nombrada por los griegos como Menfis, su nombre más conocido. Su ubicación geográfica es 29º51’N31º15’E.
19 Ciudad que se encuentra en la actual frontera Sirio-Turca, fue uno de los últimos reductos del reino de Mitani, conquistado por el imperio Hitita.
20 Frase utilizada para referirse al general de los ejércitos.

Exitoso Lanzamiento


Como estaba previsto el día 6 de julio se realizó con éxito el lanzamiento de la novela “Bajo la mirada de la cobra”



Inició la presentación la Lic. Alicia Colman de Franco, la cual, dio una breve biografía del autor para dar paso a la impecable disertarción del escritor Lic. Victorio Suárez.




Finalmente el autor agradeció a todos los que hicieron posible la publicación del libro haciendo énfasis en la participación de Fondec, en la promoción de la cultura en Paraguay y en la publicación de la novela.


Al terminar la presentacion se ofreció un brindis y el autor procedio a autografiar ejemplares a los presentes.

Novela que trata sobre los misterios del antiguo Egipto

La presentación del libro “Bajo la mirada de la cobra”, de Alejandro Hernández y von Eckstein, se realizará mañana a las 19:00, en la Sala Baudilio Alió, del Teatro Municipal. Las palabras de presentación estarán a cargo del escritor y poeta Victorio Suárez.

El escritor Alejandro Hernández y von Eckstein presenta hoy su libro “Bajo la mirada de la cobra”.

“Bajo la mirada de la cobra” es la segunda obra de una saga de 4 novelas. La misma trata de revivir la turbulenta época de la XVIII dinastía egipcia, en donde el protagonista principal es un escriba de nombre Waty, que narra sus vivencias en primera persona, dentro y fuera del antiguo Egipto, entrelazando situaciones reales con las ficticias y buscando llevar al lector a un fascinante viaje.

Alejandro Hernández, en visita a nuestra redacción, nos dijo: “A mí siempre me gustó lo que se relaciona al antiguo Egipto, por el misterio que encierra. De chico mi mamá, en vez de contarme cuentos infantiles clásicos, me contó sobre las historias de los faraones, las pirámides, sus tesoros, etc. Después en la escuela, cuando tenía que buscar alguna lectura, siempre recurría a textos relacionados al antiguo Egipto”.

Con relación al método de enseñanza de la historia expresó: “Siempre a mí me molestó que en los colegios, cuando te enseñan historia, se enseñan por civilización y no con una línea de tiempo o visión enciclopédica. Entonces yo tomé en esta novela el paralelismo entre lo que ocurría a finales de la XVIII dinastía, con lo que ocurría en otros países y en América, y así armé mis historias”.

La primera novela de la saga se llamó “Conspiraciones faraónicas” editada a través de Servilibro y lanzado en la Libroferia 2003, en donde el protagonista, explica Alejandro, era ya el escriba Waty, quien es reclutado por el faraón Amenofis IV, para que sea su espía. En el primer capítulo desbarata una conspiración y, en consecuencia, el faraón hace como que le expulsa al escriba, pero con la estrategia de que él siga siendo sus ojos y oídos fuera del país”.

Aseguró que el primer libro leyó mucha gente “y ellos me pidieron que la saga continúe. De hecho, sigue diciendo, los cuatros ya están escritos y los otros dos están esperando su turno. “Bajo la mirada de la cobra” es un libro divertido, ameno, que cuenta con 274 páginas, con datos a pie de página, con cinco mapas, y láminas de ilustración por cada capítulo, realizadas por Andrea Piccardo”.
El libro que se publica hoy se pudo publicar gracias al apoyo del Fondec (Fondo Nacional de la Cultura y las Artes).

Alejandro Hernández nació en Buenos Aires en 1966, y se radicó en el Paraguay en 1985.

sábado, 9 de junio de 2007

Conspiraciones Faraonicas


Capitulo I
La conspiración

Todavía era de noche, el disco lunar iluminaba debilmente los peñascos. Una tenue claridad anuncia que el día está por comenzar; el movimiento en suburbio del norte comienza a reverberar, muy pronto todo aquello se convertirá en un hervidero de comerciantes y compradores regateando mercaderías. Más allá se elevaba la majestuosa Ciudad Central, ¡el corazón de Kemet1! Al norte todavía se vislumbran encendidas las antorchas del Palacio Norte, y las del exótico Palacio de la Reina.
Un escorpión se escabulle entre las rocas para acechar mejor a alguna incauta presa, al tiempo que una bandada de ibis casi me roza la cabeza dirigiéndose al majestuoso Nilo.
- ¡Oh Gran Nilo, cuantos amaneceres has visto, cuantos amaneceres verás, de cuantas dichas y desgracias tus aguas testigo fueron y serán!
Hacía ya horas que estaba sentado sobre unas rocas contemplando a mí alrededor, aguardando a alguien. No se me había dicho a quien, solamente debería esperar en este lugar antes del mágico momento en donde los primeros rayos de Atón rasgaran el negro manto de la noche, para dar lugar al renacer del nuevo día.
Una figura delgada, alta, majestuosa, vestida con una túnica blanca y con un Ankh 2colgado sobre su pecho, se acercó a unos cuantos codos3 de mí sin verme, absorto en sus pensamientos. Más allá aguardan dos guardias. Por sus vestimentas y el babuino que los acompañaba me percaté que eran mejays4 de la Guardia Real. Un hormigueo me recorrió la espalda paralizándoseme el cuerpo.
En el mismísimo momento en que Atón5 hizo su aparición se escuchó su voz potente y clara:
- ¡Apareces bellamente en el horizonte del cielo,
tú, Disco viviente, que has iniciado la vida!
Cuando te alzas en el horizonte oriental,
llenas cada país de tu perfección.
Eres hermoso, grande, brillante
y te has elevado por encima del Universo...
6
Era el himno a Atón, no cabía duda que aquel hombre de majestuosa figura era el mismísimo Faraón,
Akenatón7 albando al único Dios sobre la tierra. El dios de la vida eterna, el que permite los desbordes del Nilo, el creador de la vida.
Aunque ya lo había visto en el palacio, cuando llevaba a cabo algunos registros, nunca había estado tan cerca de Él.
Su rostro anguloso y prominentes pómulos, reflejaba paz interna y serenidad como ninguno, no obstante se lo veía afligido, apesadumbrado, y no era para menos, las intrigas palaciegas, y los ocultos seguidores de Amón, trataban de destruirlo.
El paisaje estaba teñido de rojo y el Nilo, como liquida serpiente, era ya surcado por pequeñas embarcaciones de velas blancas. De pronto, una voz como trueno me preguntó:
-¿Tú eres Waty el escriba?
Mil cosas pasaron por mi mente, así que tímidamente respondí.
- Sí mi señor, soy Waty el escriba, sa8 de Kahay ¿En qué puedo servirte?
- Se me ha dicho que estudiaste en Uaset9 y que actualmente llevas los registros de los almacenes reales.
- Es correcto mi señor.
- También se me ha dicho que, además de haber sabido llevar muy bien el registro del grano en los almacenes reales, eres muy apreciado por los trabajadores por tu rectitud y equidad.
- Sí -respondí casi susurrando.
- Bueno, debes saber que te he mandado vigilar durante un tiempo y eres el hombre que necesito. Yo quiero una persona honesta que sirva en palacio llevando mi palabra a todos los rincones del reino, pero también alguien que se mezcle con la gente y sea mis ojos y oídos para descubrir a mis enemigos, que como tú sabes, son muchos en estos tiempos. Te cite aquí porque nadie debe enterarse que tú eres, lo que desde hoy eres, solo la reina y mi sunu10 personal, sabrán de tu existencia.
Extendió su mano dejando en la mía un pequeño escarabajo turquesa, y con una sonrisa me dijo:
- Ahora vete, y que Atón te proteja.
Mientras bajaba las colinas, un torbellino de pensamientos azotaba mi cabeza. ¡Cómo yo, un simple escriba, podía tener la confianza del hombre más poderoso de Kemet! y más aún porque dicha confianza era mayor a la que tenia en personalidades como el general Horemheb o el sacerdote del templo de Atón en Men-Nefer11, Meriré, o el mismísimo Ay entre otros. Yo sabía lo difícil que sería desde ahora mi vida, porque así como el faraón había dicho muchos enemigos se escondían entre las rocas como escorpiones para atacarlo y a todos los que con él estén.
Al llegar a la Ciudad Central ya la actividad diaria estaba en su apogeo, por lo que me dirigí raudamente al almacén real.
Muchos amaneceres pasaron desde aquel fantástico encuentro; ¿habrá sido un simple capricho real?, me preguntaba continuamente, ya que todo transcurría de la misma manera, sin ningún cambio aparente.
Una mañana cuando me dirigía a al puerto a verificar un cargamento de granos que llegaría, me encontré con Ajishatón, el visir encargado de los almacenes reales.
Bajo de estatura, regordete con una incipiente calvicie, y un prominente abdomen, producto sin duda de las cervezas que habitualmente ingería, estaba vestido con una túnica blanca y un brazalete de oro en el brazo. Un gran Ankh, símbolo de la vida, colgaba pesadamente sobre su pecho.
- ¡Qué Atón ilumine tu rostro Waty!, ¿qué estas haciendo tan temprano en el puerto?
- Esperando el cargamento de granos que se nos está enviando de Uaset - respondí rápidamente.
- No te preocupes, para eso estoy aquí. Tú puedes volver al almacén a ver si nos llegó la carne en natrón que se necesita para los trabajadores.
- Disculpe mi atrevimiento yo siempre he registrado todos los embarques que vienen de Uaset.
- No lo harás más -respondió con visible enfado. -Desde hoy lo hará Muy, y ve antes que me enfurezca.
Me retiré unos pasos cuando divisé por el recodo del río un gran barco de blanca vela, cargado hasta el tope de bolsas de grano. Era el cargamento esperado.
Una cuadrilla de cuatro fuertes nubios comenzó a bajar el preciado cargamento, que en otros tiempos habría ido a los almacenes de Amón para que sus sacerdotes lo repartan en forma por cierto nada equitativa.
Cuando me retiraba percibí que descendió de la embarcación un hombre bajo y totalmente calvo con una raída túnica. Se acercó a Ajishatón, le entregó un pequeño rollo para mezclarse finalmente en la multitud. El visir, ocultó rápidamente el rollo entre los pliegues de su shenti12, mientras Muy comienzo el registro de las bolsas de grano como si nada hubiera pasado.
Habiendo sido testigo de esto, me retiré a los almacenes en donde me esperaba la tediosa labor de registrar un pequeño cargamento de carne en natrón.
El almacén real era un intrincado complejo que se hallaba al costado del gran templo de Atón, con silos circulares donde se guardaba el grano y amplias bodegas donde se almacenaban ánforas de vino y cerveza, carnes vacuna y peces en natrón, bolsas de lentejas, entre otras cosas. En un pequeño recinto que servía de archivo, se encontraban las tablillas con el inventario de todo el almacén, a este recinto tenían acceso Ajishatón y Muy el escriba.
Muy que había sido mi compañero de estudios, era pendenciero por naturaleza, además de ser muy aficionado a la cerveza. Había conocido a Ajishatón desde joven y según se decía, en las tabernas de los suburbios más bajos de Uaset.
En tanto que con mi tablilla en mano, realizaba el registro de la carne, mi mente evocaba la imagen de ese misterioso personaje que acababa de bajar de la nave. ¿De dónde conocía yo a esa persona? ¿Por qué se me hacia su figura tan conocida? De pronto un rayo de Atón se coló por una rendija del techo e iluminó una olvidada ánfora de vino que tenia el sello del templo de Amón y que había permanecido ahí desde que se vaciaron los almacenes de Karnak no siendo nunca remarcada.
En ese mismo momento, como por magia, recordé quien era esa persona.
- ¡Phatamón!- dije sobresaltado. En otra época, joven sacerdote de Amón en Karnak, me lo había cruzado algunas veces cuando estudiaba en la escuela de escribas de Uaset.
Estaba muy cambiado, ya no mostraba su falsa galladura ni se pavoneaba con aires de superioridad; su ropa no era lo lujosa que solía ser, pero estaba seguro era él. ¿Qué estaba haciendo en la nueva capital de Kemet? y ¿Que misterio guardaba el rollo que había entregado al visir?
¿Sería ésta la misión que el faraón me había encomendado? ¿Qué relación oculta encerraba esta trilogía? Evidentemente debería estar atento y, sobre todo, encontrar ese pequeño rollo.
La tarde principiaba, cuando el último nubio ingresó al almacén con la última bolsa de grano, la depositó junto a las otras y se retiró.
- Qué trabajo hoy ¿no? -dijo sonriente Muy al entrar al almacén.
- Sí y sobre todo ¡qué calor!, vendría bien refrescarnos un poco.
La cara de Muy resplandeció y con una mueca cómplice dijo:
- Tengo la solución para eso, espérame a la salida del almacén y te mostraré que es refrescarse.
Sin querer, él mismo me dio la idea para resolver el acertijo, pues bien sabía yo cual era su “solución”, así que decidí esperarlo.
- Ahora verás, sígueme.
Salimos de la ciudad central y nos dirigimos al suburbio norte. La noche estaba estrellada, una tenue brisa movía levemente las llamas de las antorchas encendidas en los frentes de las casas al costado de una pequeña callejuela que parecía intrincarse cada vez más, cuando, deteniéndose frente a una taberna dijo:
- Aquí es, entra.
La taberna era una verdadera cueva, la última miseria de Kemet se hallaba en ese lugar. Un par de mujeres vestidas con una finísimas túnicas que dejaban ver sus no muy ocultos encantos se acercaron a nosotros con dos jarras de cerveza. Muy tomando con una mano la jarra y con la otra a una de las mujeres me dijo:
- Jered iu 13aprovecha que no muerden, veras como te refrescas.
Cuando me dispuse a alcanzar la jarra que la otra mujer me extendía oí:
- Muy, miserable, no te he dicho que no traigas más vagos aquí. -Por más que me surtes del mejor irep14 y heneket15 no estoy dispuesto a que destruyas mi establecimiento cada vez que vienes con un amigo tuyo.
- Mucho ojo, el no es un vago, es un escriba de Uaset como yo y viene a calmar su sed.
- ¿Así que solamente a refrescarse?
- Sí, y a conversar.
- Pues conversarán solos - y dando una nalgada a cada una de las mujeres dijo:
- Recuerda que esta semana me debes tres de aquellas ánforas.
- ¿A que ánforas se refiere?- pregunté con una sonrisa cómplice.
- No le digas a nadie, es un secreto, en la noche oscura escabullo dos o tres ánforas de irep y heneket y las cambio por esas bellezas que acabas de ver.
- ¿Ajishatón nunca se ha dado cuenta?
- ¿Quién te crees que es el dueño del lugar?, el cantinero es un hermanastro de Ajishatón.
- Así queda todo en familia- respondí.
- Sí. - y bebiendo toda la jarra pidió otra.
La noche siguió de la misma manera, regada con abundante cerveza, lo que hacia que la lengua de Muy se soltara cada vez más.
- Pero dime, ¿nunca tuvieron miedo de que alguien del palacio viniera, controlase los registros y descubra que faltan ánforas?
- Tú haces muchas preguntas pero te lo diré por los buenos tiempos- y tomando de un trago toda la jarra se acercó a mi oído y dijo en voz confidencial:
- Las ánforas vuelven al almacén.
- Pero vacías -le respondí en igual tono.
- No, se llenan con el oro que les sacamos a los clientes de esta taberna, si no es por el juego es con las mujeres y sino se lo robamos cuando salen.
- Pero dime ¿por qué guardas el oro de Ajishatón en el almacén? eso es más peligroso que las ánforas vacías.
- No, tú... tú... no entiendes, el oro no es de Ajishatón, es de Phatamón.
Aunque esperaba esa respuesta, el sorbo de cerveza me atragantó.
- Phatamón, ¿quién es ese?- dije sobreponiéndome.
- Tranquilo, es un... amigo. Él era sacerdote de Amón... en Karnak, y... lo sigue siendo.
- Pero como si el culto a Amón fue abolido.
- Esa... es la parte buena, el culto... a Amón sigue y seguirá... hasta que el Nilo deje de... correr.
- Pero ¿como?
- Si él... oro es para canjearlo por armas... en... no sé dónde
- ¿Armas?
- Sí... y ya están... aquí, en la Ciudad Central, o piensas... que todos esos sacos eran de... grano
- ¿Dónde esta el grano que tenía que venir?
- En donde siempre debería... haber estado. Con Amón.
- ¡Pero qué inteligentes son! Nunca se me hubiera ocurrido.
- Sí, Phatamón... es muy inteligente y ahora mismo... está reunido con Ajishatón, y algunos... generales para preparar el... levantamiento, que será en... un mes.
- Realmente creo que tenemos que derrocar al faraón, me puedes presentar a Phatamón, quiero participar de esto.
- Ah pícaro... tú quieres que te... recompense a ti... también.
- ¿Recompensa...?, ¿Té dará oro?
- Mejor aún, esta ciudad... se convertirá en una provincia... y Ajishatón que se llamará... Ajishamón será su gobernante y yo el visir... del almacén, así que tú podrías ser mí... escriba. Y diciendo esto se durmió profundamente sobre la mesa, rendido por la borrachera.
Ya la noche culminaba, la taberna se encontraba en penumbras, una sola antorcha iluminaba la salida; los parroquianos estaban tirados en el piso algunos, otros durmiendo junto a las mujeres, y el tabernero dormía placenteramente sobre una mesa. Así que decidí salir de aquel lugar con el mayor sigilo posible.
Al llegar a mi casa, sentado sobre mi esterilla reflexioné en todo, algo debía hacer, ¿pero que? Contactarme con el faraón, o con la reina parecía imposible. El médico real no se encontraba ahora en la ciudad, además no tenía a todos los integrantes de la conspiración. ¿Qué armas estaban guardadas en el almacén?, ¿de dónde provenían? ¿Debería seguir fingiendo que era un conspirador hasta tener todos los nombres? ¿Y si el faraón creyera que en realidad era un conspirador?
Con estos pensamientos y la cerveza en mi cerebro, quedé profundamente dormido.
Atón ya estaba en lo alto cuando desperté, por lo que corrí a los almacenes en donde me esperaba con una sonrisa burlona Ajishatón.
- Atón se regocija al verte Waty. Ven que Muy quiere enseñarte algo que encontró en el archivo -dijo socarronamente acercándose a mí para en un susurro volver a decir:
- Sé que ya sabes mi pequeño secreto.
- Si -le respondí calmadamente, ya que tenía que parecer lo más natural posible.
- ¿Y qué te parece?, Dijo acercándose a mí oído apoyando disimuladamente un cuchillo en mi espalda conduciéndome al archivo del almacén.
- No entiendo por qué haces esto si pensamos igual.
- ¿Estás seguro? ¿O lo dices porque tengo esta belleza conmigo? Blandiendo el cuchillo por delante de mi rostro.
- No, todos en Kemet estamos hartos de estos diez años de despotismo.
- Eso es cierto, pero ven, quiero mostrarte algo.
Se acercó a una de las paredes y, al mover uno de los pequeños bloques de la misma, una puerta trampa apareció en el piso. Encendió una antorcha, me la dio y exigió que bajase una larga escalera.
- Aquí lo tienes, armas suficientes como para munir a setecientos soldados, mira esto, indicó acercándose a un hacha de combate en forma de mano.
- ¿Qué te parece? ¿Y esta malla de bronce? Espectacular ¿no? Imposible que alguna de las flechas de palacio la atraviesen.
- Estás en lo cierto, respondí. Pero este armamento no es de Kemet.
- Eres inteligente Waty... tienes razón, mucha razón, las traemos del norte, muy al norte. ¡Son hititas!
Tratando de disimular lo aterrado que estaba, seguí el juego diciéndole:
- ¡Son muy bellas!, ¿para qué tantas?, ¿Es que ya contamos con un ejército de setecientos hombres?
- ¡Claro!, y están esperando mis órdenes disfrazados de campesinos, porteadores, e inclusive de guardias. Ves, en esos estantes de allá tengo la nómina de todas mis tropas. Pero ven quiero mostrarte algo más – dijo señalando con su mano un bulto que apenas se divisaba debido a la oscuridad del lugar.
- ¿Qué es? -pregunté acercando la llama al bulto.
En ese momento, un escalofrió recorrió todo mi cuerpo; ahí tendido en el piso estaba Muy. Un profundo corte casi separaba la cabeza del cuerpo.
- ¿Qué es esto? -dije visiblemente espantado, a lo que me respondió jugando con el cuchillo.
- Es lo que suele hacer una de estas bellezas cuando alguien habla de más. A esto yo lo llamo garantía, sé que eres inteligente. Solo tú y yo sabemos que Muy en este instante se encuentra en la Sala del Juicio, a no ser... que alguien diga algo que no debe... y el cuerpo de Muy aparezca en el Nilo con esto – dijo mostrándome un sello personal mío-. Con esto de seguro te ejecutarán, pero no te preocupes ambos pensamos igual, ¿no es así?
Dejamos atrás el cuerpo del desdichado, subimos las escaleras, Ajishatón cerró el pasadizo secreto y dijo:
- Desde hoy, tú ocuparas el lugar de Muy, así que tendrás acceso a este recinto. Ahora vete a tu casa, ya te mandaré a llamar -y con una palmada en la espalda se despidió de mí.
La imagen del pobre Muy tendido en ese oscuro sótano, con la cabeza casi desprendida del cuerpo me horrorizaba; pensar que hacia unas horas estaba creyéndose el nuevo visir, eso demostraba los pocos escrúpulos y la clase de persona que era Ajishatón.
Mi casa era una típica vivienda de estas tierras. Tenía una pieza al frente donde solía recibir a mis visitas, que por cierto, eran muy escasas en mi vida; seguida a esta habitación una sala central más grande y alta que la anterior servía de comedor. Más al fondo se encontraban las zonas reservadas: Un dormitorio, la cocina con una escalera que conducía a la terraza y la despensa en un pequeño sótano. Tenía un frente de diez codos por treinta de fondo. Toda la casa era de adobe de barro cocido al sol, lo que la hacia muy fresca por el día y cálida por la noche. El tejado estaba formado por un entretejido de caña, cubiertas de barro y hojas de palmera por encima. Las puertas, columnas y marcos de las ventanas eran de madera. Al frente de la casa había un pequeño estanque con lotos, el cual cuidaba con esmero.
La noche cubría la ciudad. En el comedor saboreaba un plato de lentejas cuando escuché que alguien golpeaba fuertemente mi puerta. La abrí y ante mí se presentó una de las mujeres que la otra noche había estado en aquella taberna.
La joven llevaba un vestido ajustado que caía desde debajo del pecho hasta los tobillos, sujetado con dos tirantes que le cubrían sus bien formados senos. El atuendo estaba confeccionado de un finísimo lino que realzaba cada exquisita curva del cuerpo. Una pieza de lino caía en pliegues desde los hombros hasta los pies. El cabello, color noche, era largo, sin dividir sujetado con una diadema de turquesa, lapislázuli y oro. Llevaba un gran anillo de oro macizo, y un brazalete.
- Hola, tú eres Waty, yo soy Neferitatón, vístete con tu mejor túnica... Ajishatón te llama –dijo empujándome hacia adentro de mi casa-. Linda vivienda tienes, veo que te ha ido bien en la vida, pero ve... ve... no tenemos toda la noche... por hoy.
Luego de unos minutos salimos rápidamente rumbo al sur. Tomamos la carretera real y, cuando pasábamos frente al palacio real pregunté:
- ¿Dónde vamos?
- No te detengas, rápido, vamos a la zona residencial.
Nos detuvimos frente a una casa cuyas columnas delanteras, pintadas en rojo, turquesa, verde y blanco, sostenían un balcón, el cual estaba ricamente adornado por unas cobras coronadas por el disco solar. Entramos a la sala que tenía unos frisos muy coloridos con imágenes del dueño de casa cazando animales salvajes. Allí ya se encontraban varias personas, muchas de ellas bien conocidas. Entre el grupo se encontraba Ajishatón quien al verme sonrió y dijo en voz alta:
- Señores, aquí viene Waty, mi nuevo escriba; como les estaba contando Muy al parecer se ha ido - y guiñándome el ojo dijo: -¿Habrá ido a tomar nuevos aires? Nadie lo sabe.
- Waty -siguió diciendo-, conocerás a Muny, el dueño de casa; Pheton, jefe de la guardia real; al general Serketatón; más allá con la copa de vino esta Ratankatón, visir de Nubia y comiendo ese trozo de pato asado esta Jawin, el escultor real.
- ¡Basta de presentaciones, acá estamos para otra cosa!- prorrumpió una persona que hasta ese momento pasaba inadvertida.
Con una túnica de finísimo lino, dos brazaletes y un gran anillo de oro con el símbolo de Amón, hacía su aparición Phatamón. Muy distinto de cómo lo había visto bajar de la nave que lo transportó de Uaset.
- Señores -dijo con el ceño fruncido-, llegó el momento que esperábamos para lavar la gran ofensa que hace un año el hereje que tenemos por faraón ha hecho al bienamado Amón. Poseemos las armas, y recursos suficientes para aplastar como a un escorpión al que se hace llamar hijo de Atón. ¡Serketatón!, ¿tus tropas están listas?
- Sí, aguardando órdenes en Nubia.
- Muy bien, no dejaremos piedra sobre piedra hasta que el faraón y su Atón desaparezcan de Kemet. Cuando eso ocurra, tú, Ajishatón, en primer lugar cambiarás tu ridículo nombre, para inmediatamente asumir como el visir de esta provincia. Pheton, tú te encargarás de desmantelar la guardia que todavía es leal, si es necesario envenénalos, pide ayuda a Phetratis, el panadero, pero ojo, con un veneno lento, no vaya a ser que nos descubran por un descuido. Una vez que esto este hecho entraremos a la ciudad con nuestras tropas y yo mismo mataré al faraón.
Phatamón, en cuanto tiempo tendrás el visto bueno de Men-Nefer -dijo Ajishatón.
- Eso esta listo, se hará en una semana tiempo más que suficiente para que cada uno de ustedes ultime detalles. Será tan rápido que Akenatón ni tendrá tiempo de saber qué pasó.
- Ahora beban y diviértanse, esto es una fiesta, la primera de la nueva era de Amón.
En ese momento hicieron su aparición los músicos con sus sistros, címbalos de metal y arpas. La danza completaba la distracción. Un grupo de bailarinas comenzó a contornearse frenéticamente para nosotros.
Muny se acomodó en una silla de alto respaldo con incrustaciones de oro plata, turquesas cornalina y lapislázuli, y dijo:
- Ahora traigan irep y heneket, que ya estamos impacientes.
Cada uno de los invitados nos sentamos en sillas con similares adornos. Los hombres nos colocamos a un lado y las mujeres al otro, como es la costumbre.
Un sirviente se acercó a Muny y le colocó sobre la cabeza un cono de color blanco, con pomada perfumada y uno sobre la cabeza de cada invitado; este adorno era imprescindible, ya que disimula los olores de comida y cerveza, dando a la vez un aroma agradable.

Comimos y bebimos hasta que Phatamón luego de saciarse dijo levantándose de su silla:
- Se acabó la fiesta, mañana todos tendrán que volver a sus actividades como si nada hubiera pasado- diciendo esto salió del recinto.
Salí de la residencia acompañado por Neferitatón la que había bebido un poco más de la cuenta y estaba bastante mareada. La tome de la cintura y fuimos caminando hacia el Suburbio Norte.
Al llegar a mi casa apenas podía moverse porque estaba casi dormida, así que la acomodé en mi cama, y yo me recosté en una estera en la terraza.
Pasé gran parte de esa noche en vela. Ya había identificado a varios de los integrantes del complot. Pero ¿quien era el que debía dar la orden desde Men-Nefer?, ¿sería Phatamón el cabecilla?, evidentemente no. Lo más importante era avisar de algún modo al faraón, pero... ¿cómo podría hacerlo? Pensando esto recordé al pequeño escarabajo que el faraón me había entregado y que tenía colgado al cuello, comencé a observarlo detenidamente y descubrí que con una leve presión en la cabeza las alas se abrían como si fueran las pequeñas puertitas de una caja.
El escarabajo era la respuesta a mis problemas. En su interior, había una pequeñísima inscripción que decía:
- “Ten siempre en cuenta la ventana de las apariciones y nunca olvides el nacimiento de Atón”.
La ventana de las apariciones era el lugar por donde el rey y la familia real saludaban a la muchedumbre arrojando, de vez en cuándo, algún que otro obsequio a sus favoritos.
Esta estaba en la sala mayor del palacio y su umbral estaba cubierto por un mullido almohadón rojo, adornado con hilos de oro, para que el faraón pudiera acercarse a lanzar los obsequios. Este ritual se realizaba una vez por semana y podían asistir todos los ciudadanos que lo quisiesen.
El nacimiento de Atón se refería al amanecer, así que baje las escaleras y me dirigí a la puerta de salida.
-¿A dónde vas?, me preguntó Neferitatón, acomodándose la túnica displicentemente.
- Voy a la ventana de las apariciones, recuerda lo que dijo Phatamón, debemos hacer lo de siempre, para no despertar sospechas.
- Te acompaño escuché que dan buenos regalos.
- Así es, aunque nunca atrape nada. Es muy difícil con tanta gente alrededor, por eso hoy voy tan temprano.
No podía prohibirle que fuera ya que era más que evidente que Ajishatón me la había puesto de sombra.
Nos dirigimos al Palacio Real. La gente comenzaba a agolparse en la entrada de la sala mayor. En su interior había un gran patio de piso de tierra, gigantescas estatuas del faraón rodeaban a la sala, los sirvientes barrían con hojas de palmera y aplacaban el polvo con agua. Un supervisor estaba de pie al lado de un montón de escudos y armas de la guardia. Atón comenzaba a salir, cuando entró a la sala la Guardia Real encabezada por Phetón, acompañado por el general Jawin.
Estaba perdido, todos los enemigos del faraón estaban ahí, ¿cómo podría hacer para acercarme a Akenatón sin despertar sospechas?
Una gran exclamación se produjo por parte de la muchedumbre que colmaba el patio, en el momento en que la familia real hacía su aparición. Akenatón estaba espléndido, magnífico con la doble corona, una túnica blanca de lino primorosísimo decorada con hilos de oro, un delantal triangular hasta las rodillas culminaba en flecos de oro. El pectoral estaba confeccionado en oro en el cual se engarzaban turquesas y lapislázulis. Nefertiti era la encarnación de la belleza, su corona de color turquesa estaba adornada con hilos de oro, diminutas piedras de lapislázuli y una pequeña cobra de oro en la frente representaba el Ureus. Su túnica también era de lino en color turquesa con un cinto de lino color púrpura. Un espléndido pectoral ricamente adornado resaltaba el largo y fino cuello, y dos brazaletes, completaban el ajuar de la reina. Meritatón, Meketatón y Ankhesenpaatén, hijas de los reyes, los acompañaban.
Estaba a unos catorce codos de la familia real cuando un guardia se acercó a Neferitatón y la tomó fuertemente del brazo diciendo:
- Tú no debes estar aquí, eres una vulgar cortesana, no puedes estar ante los ojos del faraón. Un grupo de diez guardias nos rodeó con sus filosas lanzas, obligándonos a salir del patio, conduciéndonos a través de estrechas callejuelas hasta la prisión real.
Al llegar nos separaron, llevándome a una pequeña celda con un diminuto ventanuco por donde se deslizaban con dificultad los rayos del sol.
Después de varias horas Ajishatón apareció diciendo:
- Buena la has hecho, menos mal que no deberíamos llamar la atención, pero no te preocupes – dijo guiñándome el ojo -.Tengo influencias.
Diciendo esto llamó al guardia y se alejó. Al cabo de un rato el guardia abrió la puerta y a empujones hizo entrar a un hombre que parecía estar borracho. Cuan grande fue mi sorpresa cuando el hombre sonriendo me dijo:
- Hola Waty, disculpa, pero esta era la única manera en que podías contarnos lo que acontece.
Sin salir de mi asombro decidí observar detenidamente al hombre, que ya no parecía borracho.
De mediana estatura con los cabellos desaliñados, y una vieja y rasgada túnica, sonrió maliciosamente diciendo:
- ¿No me reconoces?, mírame más detenidamente.
Me acerque al hombre y reconocí en el acto a Tuthotep, el Wabn16 personal de Akenatón.
- Pero que...
- El faraón al verte ingresar al patio- interrumpió el Wabn-, preparó este escándalo para sacarte de la vista del gentío. Cuenta todo en forma calmada pero en voz baja que pueden oírnos.
Luego de narrar a Tuthotep lo que había acontecido en este tiempo, incluyendo el trágico final de Muy, el wabn se rascó la barbilla y después de evaluar mi relato dijo:
- Por lo de Muy no te preocupes, sospechábamos de algunos de los nombres que me has dado, en especial el general Serketatón, pero con otros me has dejado muy sorprendido, en especial del Visir Ratankatón, aunque lo más preocupante es la misteriosa persona de Men-Nefer.
- Es probable que haya una pista en aquel pequeño rollo que Ajishatón recibió de Phatamón.
Tienes razón, debemos conseguir el rollo y las tablillas donde están los registros de todos los conspiradores. Te diré lo que harás. Es seguro que te liberen pronto, así que, ni bien tengas el rollo o el nombre del verdadero cabecilla, me enviarás un ánfora de irep, al palacio. Esa será la señal para que nosotros actuemos. Dejaremos que los acontecimientos sigan su curso, haz tu trabajo que serás recompensado.
Dicho esto, se recostó contra una pared y fingió estar dormido.
No tardó mucho para que ruidos de pasos y armas se escuchasen detrás de la puerta, la cual se abrió dejando ver a Phetón que dirigiéndose a los guardias dijo:
- Liberen al escriba.
Salí de la cárcel y me dirigí presuroso al almacén real, en donde me esperaba Ajishatón, quien con una petulante sonrisa me dijo:
- ¿Has vistos mis contactos y lo rápido que te liberé? Así mismo podría volverte a encarcelar..., recuerda nuestro secreto del sótano.
- Disculpa Ajishatón, no fue culpa mía.
- Lo sé, fue culpa de esa meretriz a la que ordené acompañarte y casi lo hecha todo a perder. Pero no te preocupes, no molestará por mucho tiempo.
- ¿No la has liberado?
- ¡Claro que la he liberado! -respondió con una mueca maliciosa-. Solo que ahora en vez de acompañarte a ti entretendrá a los momificadores. Ya me había aburrido de ella- dijo mientras se alejaba riendo a carcajadas.
Lo que acababa de hacer Ajishatón era la bajeza más grande que se podría haber hecho, ya que, como todos saben, a raíz de estar los momificadores continuamente con los muertos, el hedor de estos es insoportable, tanto que ni la peor de las meretrices les pasaría cerca. Es por este motivo que los integrantes de esta clase social se "entretenían” con las muertas a momificar.
De seguro, si no se actuaba rápidamente, la pobre Neferitatón encontraría la muerte en aquel escabroso lugar.
Salí con rumbo a los cuarteles reales y al llegar pedí hablar con el general Serketatón, el que me recibió muy amablemente.
- ¿Cómo estas Waty?, Espero que no haya durado mucho tu estancia en los calabozos.
- No, por suerte no.
- Son cosas que pasan en estos tiempos, por eso es que tenemos que derrocar al tirano. Maat17 volverá a regir haciendo que Kemet vuelva a ser rico y poderoso... y nosotros con él.
- No podemos permitir- siguió diciendo- que los enemigos del país más poderoso del mundo hagan de las suyas, mientras nuestro Faraón juega con los jered18, huele flores y toma baños de sol. Ese truhán ha destruido todo el arte que por generaciones nos ha caracterizado, imponiendo un estilo totalmente ajeno, seguro que esa meretriz llamada Nefertiti fue la culpable de llenarle la cabeza hueca con ideas extranjeras. Pero ya todo volverá al orden.
El general se colocó su pesado collar de oro macizo, tomó un largo sorbo de vino y mirándome preguntó:
- Pero dime, ¿que puedo hacer por ti?
- Disculpe que lo interrumpa en sus obligaciones pero es que quiero pedirle un favor.
- Habla escriba, dime.
- Es que a la mujer que apresaron conmigo se la llevaron con los momificadores. Yo sé que pudo haber hecho fracasar nuestros planes, pero creo que es un castigo demasiado severo, aún para ella.
- Quizás tengas razón, ordenaré que la liberen, pero créeme será peor que salga a que muera porque no podrá salir más a la luz del sol. En este momento todo Ajet-Atón, y en especial “sus clientes” estarán enterados de su suerte. Todos, sin excepción, la repudiarán.
- Igual quisiera que la liberen, yo me encargaré de ella, apelo a su honorabilidad de gran militar.
Se sentó en una silla de campaña e hizo un ademán al que respondió uno de los guardias sirviéndole una copa de vino la que luego de vaciar de un trago dijo:
- Muy bien, la llevaremos a tu casa, pero será tu responsabilidad.
Me retiré dándole las gracias y salí del cuartel. No sabia si lo que había hecho me perjudicaría de algún modo, pero mi conciencia estaba tranquila.
Al llegar a casa, ella ya estaba esperándome. La pobre no era más que una sombra de la mujer que hacia unas horas había salido hacia la ventana de las apariciones y que la noche anterior había golpeado mi puerta. Su túnica estaba totalmente desecha; un fuerte golpe en la cara, le mantenía cerrado un ojo y su cuerpo estaba cubierto de moretones y rasguños.
Sin atreverse a mirarme musitó:
- ¿Porque lo hiciste?
- Nadie, ni el villano mas bajo se merece lo que Ajishatón hizo contigo.
- Hubiera preferido morir a pasar las humillaciones que tendré de ahora en más.
- No te preocupes, todo esto se arreglará.
- Tú no sabes, Phatamón te mandará matar, te echará la culpa de la muerte del faraón.
- ¿Por qué dices eso?, yo no le he hecho nada.
- Él es así, yo lo conozco muy bien, desde pequeña cuando servia en el Gran Templo de Amón en Uaset. Cuando hace un año el faraón prohibió el culto a Amón, él me vendió a Ajishatón para servir de meretriz a los invitados ricos en sus establecimientos.
- ¡Lo que cuentas es increíble!
- Lo parece pero no lo es. Huye mientras puedas. Sal de Kemet o morirás. Existen muchas personas más importantes que Phatamón en este complot, gente que ni siquiera yo conozco. Sólo sé que se coronara faraón a Ibiskamón., el Sumo Sacerdote de Amón en Men-Nefer. Vete. Has lo que tengas que hacer, pero cuídate. Eres un buen hombre. Hubiera sido distinto en otras circunstancias.
Una lágrima rodó por su mejilla, volteó lentamente y se dirigió a la sala.
Ya tenía todas las piezas del rompecabezas, era necesario actuar cuanto antes, volví al almacén y le ordené a un trabajador que llevara un ánfora de vino a Tuthotep.
Esa noche fue un verdadero caos. Las tropas leales al faraón irrumpieron en el almacén y trasladaron todos los archivos y tablillas a las oficinas de registros para que veinte escribas los clasificaran, al tiempo que se arrestaban a todos los cabecillas de la conspiración.
Naves con tropas partieron a todas las ciudades a lo largo del Nilo logrando sofocar a los insurrectos. El ejército que debería avanzar desde Nubia, al enterarse que Serketatón estaba preso, se dispersó dejando al palacio de Ratankatón, visir de Nubia, sin defensa, siendo arrasada hasta la última piedra.
Cuando las tropas del faraón llegaron a Men-Nefer, Ibiskamón, había huido, según se decía a Hattusa19, capital de Hatti20.
Al llegar a casa escuché fuertes ruidos que provenían del interior. Abrí la puerta y divisé a Ajishatón con cuchillo en mano forcejeando con Neferitatón que con todas sus fuerzas trataba de arrebatárselo. Al verme Ajishatón arrojó contra la pared a la muchacha y se abalanzó sobre mí como un león herido buscando sangre. Tome un cuchillo que había sobre la mesa y se lo arrojé incrustándose hasta el mango en su pecho.
Rápidamente corrí a donde estaba Neferitatón. Su túnica comenzaba a teñirse de rojo. Había recibido una estocada mortal.
Al verme sus ojos emanaron un tierno fulgor, trató de incorporarse, me tomó la mano y dijo:
- Gracias..., gracias por darme esta oportunidad de enfrentar dignamente la sala del juicio y tal vez poder entrar al reino de Osiris. Eres una buena persona... que tu dios Atón te proteja y te dé mucha vida.
Besó dificultosamente mi mano y se desplomó.
Los carros de guerra recorrían las calles de la ciudad, tenues resplandores en el cielo indicaban algún que otro incendio. La luz de la luna se colaba por la ventana iluminando el pálido rostro de Neferitatón de cuya boca brotaba un fino hilo de sangre.
El faraón y su familia estaban a salvo, la revuelta había sido sofocada.
1 Denominación dada por los antiguos egipcios a su territorio; significa tierra negra.
2 Símbolo religioso del antiguo Egipto, llamado también cruz de la vida, se asemeja a una T con un ovalo, en forma vertical, en la parte superior.
3 Medida de longitud utilizada en el antiguo Egipto. Un codo equivale a 0,52 cm.
4 Los mejays eran hombres provenientes de las tribus beduinas de Nubia quienes en pareja y generalmente acompañados de un babuino, eran utilizados desde los tiempos del faraón Unas para guardar el orden en Egipto
5 Dios egipcio, identificado con el sol, considerado durante el reinado de Akenatón como único dios, lo que dio a la primera manifestación monoteísta conocida de la humanidad. En el texto el autor hace referencia a la salida del sol.
6 Extractado del Himno a Atón escrito por Amenofis IV.
7 Faraón de la XVIII Dinastía egipcia conocido también con el nombre de Amenofis IV, se supone fue el padre del faraón Tutankhamón.
8 Denominación dada en el antiguo Egipto al hijo.
9 Llamada por los griegos, Tebas, fue la capital religiosa de Egipto durante gran parte de su historia. Ocupaba la zona que actualmente se extiende de Karnak hasta El-Aasasif. Situación geográfica 25º42´N 32º38´E.
10 Una de las denominaciones dadas en el antiguo Egipto al médico.
11 Capital administrativa del antiguo Egipto actualmente denominada Mit Rahina. Fue nombrada por los griegos como Menfis, su nombre más conocido, fue fundada aproximadamente en el año 2.900 a C. Su ubicación geográfica es 29º51´N31º15´E
12 Atuendo masculino típico del antiguo Egipto que consistían en una larga faja enrollada en las caderas sujetada con un lazo que remataba en un nudo.
13 El autor toma estas dos palabras del antiguo Egipto para decir “niño malo”(jered = niño; iu= la mala acción, el mal).
14 Denominación dada por los egipcios al vino. De aquí en adelante se utilizarán ambos términos.
15 Denominación dada en el antiguo Egipto a la cerveza. De aquí en adelante se utilizarán ambos términos.
16 Denominación dada al medico-sacerdote.
17 Diosa egipcia de la justicia.
18 Manera en que los antiguos egipcios se referían a los niños.
19 Antigua ciudad de Anatolia central (Turquía) capital de los hititas.
20 Denominación que los egipcios daban al país de los hititas.