Desde que cumplimos aproximadamente dos años comenzamos a decir nuestras primeras palabras que, entrelazándose unas con otras, formarán el vocabulario que iremos puliendo de acuerdo con el medio en que nos encontremos.
Si bien todos pensamos que sabemos hablar ¿Sabemos utilizar las palabras y la fuerza que cada una de ellas encierra?
El hecho de aprender a hablar, aunque no lo creamos así, trae aparejado una gran responsabilidad que es la de hablar lo justo, cuando corresponde, en el lugar adecuado, y para ello es necesario saber el valor de cada palabra y atenernos a las consecuencias que puedan estas traer aparejadas al unirse incorrectamente.
Hay un viejo dicho que dice “si lo que tienes que decir no es mejor que quedarte callado, mejor no lo digas”
El mensaje que contiene este dicho es más que elocuente, sin embargo preferimos dar grandes discursos meticulosamente elaborados con palabras zalameras, llenas de encubierta falsedad, para darnos a entender o captar la atención del oyente, sin que nos importe el hecho de ser o no prudente con lo que hemos dicho.
Que equivocada están las personas que piensa que es de "sabio" hablar mucho y de forma rebuscada, cuando en realidad es todo lo contrario.
Que equivocada están las personas que piensa que es de "sabio" hablar mucho y de forma rebuscada, cuando en realidad es todo lo contrario.
Se dice que el que mucho habla, como hacia el famoso personaje de Mario Moreno “Cantinflas”, en vez de esclarecer confunde ¿Por qué entonces preferimos la confusión provocada por el palabrerío barato? ¿Acaso preferimos vivir aturdidos para no escuchar nuestra propia voz interior que actúa como un espejo en el cual tememos ver nuestro reflejo?
Mientras no aquietemos las turbulentas olas que la confusión provoca en nuestro ser, no podremos saber cual es el camino que debemos seguir. La confusión solo hará que nuestra lengua se mueva mucho antes que hayamos analizado todas las cartas que tenemos delante nuestro provocando que en pocos minutos nos arrepintamos de lo que hemos dicho “sin pensar”.
Las palabras tienen, según se las combine, el valor de construir o destruir. De nosotros depende usar la combinación adecuada para que nuestras palabras no se conviertan en un arma más de destrucción masiva.
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