Hay veces, cuando me siento ante el teclado para escribir una entrada en este blog, los distintos temas a tratar se agolpan en mi mente como si lucharan entre ellos para ver quien es el elegido. Sin embargo, en otras ocasiones un tema determinado me persigue hasta que me ocupo de él. Este es el caso de “La carta” tema abordado en varios blogs a los que entre al azar y en el comentario de una antigua amiga que me pidio la dirección de mi casa para enviarme “una carta de las de antes”.
Sí, la carta...la de antes... esa “antiquísima” forma en la que nos comunicábamos a distancia antes que exista el “mail”. Es probable que algunos de los que lean estas lineas se pregunten: ¿Acaso alguna vez se comunicaba de otra forma que no sea por mail? Y si... era la época del televisor que transmitía en blanco y negro, cuando no existían los CD's y se escuchaba música gracias a los “long play” en un combinado( gigantesco mueble que reunía radio y tocadiscos) en fin...
Pero volvamos a la carta, aquel papel escrito generalmente a mano, con una “ lapicera fuente”, a las que algunas señoritas gustaran perfumar para darle un toque personal a la misiva, lo que hoy seria un “emoticons”. Ese papel luego de haber escrito el mensaje, procurando hacer la mejor letra evitando tachaduras y faltas ortográficas, se doblaba cuidadosamente y se guardaba en un sobre que se cerraba colocando en su frente el nombre y dirección del destinatario y en su parte trasera el remitente o sea el nombre del que la enviaba con su dirección.
Luego de realizar toda esta operación, la persona que enviaba la carta se dirigía a la oficina postal y pagaba por el envió, recibiendo a cambio unos papelitos engomados de bordes dentados adornados con motivos varios llamados estampillas que se debían pegar en el sobre para que que el funcionario del correo coloque un sello sobre él “matacellándolo” y guardando la carta en un busón para ser distribuido según el destino.
Terminada toda esta operación, uno debía esperar varios días, semanas y hasta meses, para que la carta llegue a destino... si es que llegaba.
Mucho se ha escrito sobre la carta y sobre el encargado de llevarlas, “el cartero”. “Miguel Strogoff, el correo secreto de Zar”, de Julio Verne; o “El cartero llama dos veces” son algunos de los ejemplos de lo que digo.
Hoy el pobre Julio Verne debería llamar a su novela “El servidor del Zar” en donde los tartaros serian unos Hakers que pretenderían interceptar el mail del gobernante. Mas complicado seria en el caso de “El cartero llama dos veces” pero podría cambiarse al cartero por un técnico de Internet... el argumento de la novela no debería cambiarse mucho...
!Ah.. aquellas cartas!... con que ilusión esperábamos al cartero...
Tachenme de sentimental pero creo que es una pena la desaparición de la carta como objeto y medio de comunicarse a distancia. Si bien hoy sabemos que nuestro mensaje llegara al destinatario en segundos, según el servidor que tengamos, se ha perdido toda la emoción de recibir aquel trozo de papel con la letra del ser querido.
Como dirían por ahí, el costo de la civilización y el frío avance de la tecnología.
Como dirían por ahí, el costo de la civilización y el frío avance de la tecnología.
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