Cuentos en el blog

martes, 1 de noviembre de 2016

De como descubrí que 50 años no son nada.




Hace algunos años, digamos cuando comencé a tener conciencia de este misterioso mundo lleno de color y cosas nuevas, descubrí a un grupo de enormes personas que me protegían, se acercaban dándome caricias, besos, alzándome y atendiéndome en todo lo que necesitaba. Con el tiempo fui creciendo y estos gigantes, a los que empecé a llamarlos mamá, papá, Omi, Opi, abuela Julia, Abuelo Miguel, Tante Graciela,… quienes me llevaron sobre sus hombros, jugaban, leían sobre antiguas civilizaciones y desaparecidos animales o regalaban jirafas de peluche, fueron achicándose. 
Fue más o menos para esa época que me contaron que estos seres no eran gigantes, sino que algunos de ellos eran personas “grandes” y otros, los de cabellos blancos, eran “mayores”, aunque había quienes a este grupo también los llamaban viejos.
“Viejos los trapos”, decía mi abuela materna, “ya vas a ver cuando tengas mi edad” decía tiempo después mi mamá… Y si, como decía Albert Einstein, el tiempo es relativo y la perspectiva que uno tiene de las cosas cambia a medida que este va deshojando el almanaque. 
Mañana tendré dos años menos que mi abuela materna cuando nací y como ella en aquel tiempo, no me siento para nada viejo. 
A pesar que algunos me tratan de “Don Hernández” o simplemente “señor” con la implícita carga temporal que estos títulos acarrean, yo sigo siendo yo. El mismo de siempre, ni niño ni viejo, pero eso sí, con las mismas ganas de curiosear, viajar a lejanos países y épocas idas montado en libros, y porque no jugar juegos de mesa o ver dibujitos animados, claro está, guardando las formas y estrictamente acompañado por mis sobrinos.
Cuando era chico, 50 años me parecía una enormidad. Algo casi inalcanzable. Hoy, al escribir estas líneas, estoy a horas de llegar a esa frontera temporal y mirando en retrospectiva no fue tanto tiempo, aunque muchos jóvenes se me queden mirando como si fuera un dinosaurio cuando comento sobre como vi la transmisión de la llegada del hombre a la luna en 1969, la transmisión de la caída del muro de Berlín en 1989, o simplemente de cuando acompañado de mi abuela vi el estreno de SUPERMAN I en el lejano 1979.
Y sí, muchas cosas tuve la suerte de ver en este tiempo, como ser: la televisión en blanco y negro, la lapicera fuente, los mapas para tareas escolares hechos con tinta china sobre papel de calcar, el Beeper, la aparición de los teléfonos celulares, el casete, las computadoras Cómodor, el Atari, el Sega, el disquete… 
Estos 50 años pasaron volando y muchos de aquellos gigantes de mi niñez se mudaron a otro plano astral y otros aunque se siguen achicando para mí siempre serán gigantes.
Es cierto que en este tiempo ocurrieron algunas cosas malas, pero fueron las justas y necesarias para saber apreciar la infinidad de cosas buenas que me pasaron, pasan y estoy seguro seguirán pasando en los próximos 50 años o por lo menos 49 con 364 días, por eso de que “no hay mal que dure 100 años”… ¿Quién sabe?, capas si esperan hasta el 2066, y vaya a saber por que medio, les cuente sobre estos próximos 50 años que vertiginosamente se vienen con todo.

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