Cuentos en el blog

sábado, 9 de junio de 2007

Conspiraciones Faraonicas


Capitulo I
La conspiración

Todavía era de noche, el disco lunar iluminaba debilmente los peñascos. Una tenue claridad anuncia que el día está por comenzar; el movimiento en suburbio del norte comienza a reverberar, muy pronto todo aquello se convertirá en un hervidero de comerciantes y compradores regateando mercaderías. Más allá se elevaba la majestuosa Ciudad Central, ¡el corazón de Kemet1! Al norte todavía se vislumbran encendidas las antorchas del Palacio Norte, y las del exótico Palacio de la Reina.
Un escorpión se escabulle entre las rocas para acechar mejor a alguna incauta presa, al tiempo que una bandada de ibis casi me roza la cabeza dirigiéndose al majestuoso Nilo.
- ¡Oh Gran Nilo, cuantos amaneceres has visto, cuantos amaneceres verás, de cuantas dichas y desgracias tus aguas testigo fueron y serán!
Hacía ya horas que estaba sentado sobre unas rocas contemplando a mí alrededor, aguardando a alguien. No se me había dicho a quien, solamente debería esperar en este lugar antes del mágico momento en donde los primeros rayos de Atón rasgaran el negro manto de la noche, para dar lugar al renacer del nuevo día.
Una figura delgada, alta, majestuosa, vestida con una túnica blanca y con un Ankh 2colgado sobre su pecho, se acercó a unos cuantos codos3 de mí sin verme, absorto en sus pensamientos. Más allá aguardan dos guardias. Por sus vestimentas y el babuino que los acompañaba me percaté que eran mejays4 de la Guardia Real. Un hormigueo me recorrió la espalda paralizándoseme el cuerpo.
En el mismísimo momento en que Atón5 hizo su aparición se escuchó su voz potente y clara:
- ¡Apareces bellamente en el horizonte del cielo,
tú, Disco viviente, que has iniciado la vida!
Cuando te alzas en el horizonte oriental,
llenas cada país de tu perfección.
Eres hermoso, grande, brillante
y te has elevado por encima del Universo...
6
Era el himno a Atón, no cabía duda que aquel hombre de majestuosa figura era el mismísimo Faraón,
Akenatón7 albando al único Dios sobre la tierra. El dios de la vida eterna, el que permite los desbordes del Nilo, el creador de la vida.
Aunque ya lo había visto en el palacio, cuando llevaba a cabo algunos registros, nunca había estado tan cerca de Él.
Su rostro anguloso y prominentes pómulos, reflejaba paz interna y serenidad como ninguno, no obstante se lo veía afligido, apesadumbrado, y no era para menos, las intrigas palaciegas, y los ocultos seguidores de Amón, trataban de destruirlo.
El paisaje estaba teñido de rojo y el Nilo, como liquida serpiente, era ya surcado por pequeñas embarcaciones de velas blancas. De pronto, una voz como trueno me preguntó:
-¿Tú eres Waty el escriba?
Mil cosas pasaron por mi mente, así que tímidamente respondí.
- Sí mi señor, soy Waty el escriba, sa8 de Kahay ¿En qué puedo servirte?
- Se me ha dicho que estudiaste en Uaset9 y que actualmente llevas los registros de los almacenes reales.
- Es correcto mi señor.
- También se me ha dicho que, además de haber sabido llevar muy bien el registro del grano en los almacenes reales, eres muy apreciado por los trabajadores por tu rectitud y equidad.
- Sí -respondí casi susurrando.
- Bueno, debes saber que te he mandado vigilar durante un tiempo y eres el hombre que necesito. Yo quiero una persona honesta que sirva en palacio llevando mi palabra a todos los rincones del reino, pero también alguien que se mezcle con la gente y sea mis ojos y oídos para descubrir a mis enemigos, que como tú sabes, son muchos en estos tiempos. Te cite aquí porque nadie debe enterarse que tú eres, lo que desde hoy eres, solo la reina y mi sunu10 personal, sabrán de tu existencia.
Extendió su mano dejando en la mía un pequeño escarabajo turquesa, y con una sonrisa me dijo:
- Ahora vete, y que Atón te proteja.
Mientras bajaba las colinas, un torbellino de pensamientos azotaba mi cabeza. ¡Cómo yo, un simple escriba, podía tener la confianza del hombre más poderoso de Kemet! y más aún porque dicha confianza era mayor a la que tenia en personalidades como el general Horemheb o el sacerdote del templo de Atón en Men-Nefer11, Meriré, o el mismísimo Ay entre otros. Yo sabía lo difícil que sería desde ahora mi vida, porque así como el faraón había dicho muchos enemigos se escondían entre las rocas como escorpiones para atacarlo y a todos los que con él estén.
Al llegar a la Ciudad Central ya la actividad diaria estaba en su apogeo, por lo que me dirigí raudamente al almacén real.
Muchos amaneceres pasaron desde aquel fantástico encuentro; ¿habrá sido un simple capricho real?, me preguntaba continuamente, ya que todo transcurría de la misma manera, sin ningún cambio aparente.
Una mañana cuando me dirigía a al puerto a verificar un cargamento de granos que llegaría, me encontré con Ajishatón, el visir encargado de los almacenes reales.
Bajo de estatura, regordete con una incipiente calvicie, y un prominente abdomen, producto sin duda de las cervezas que habitualmente ingería, estaba vestido con una túnica blanca y un brazalete de oro en el brazo. Un gran Ankh, símbolo de la vida, colgaba pesadamente sobre su pecho.
- ¡Qué Atón ilumine tu rostro Waty!, ¿qué estas haciendo tan temprano en el puerto?
- Esperando el cargamento de granos que se nos está enviando de Uaset - respondí rápidamente.
- No te preocupes, para eso estoy aquí. Tú puedes volver al almacén a ver si nos llegó la carne en natrón que se necesita para los trabajadores.
- Disculpe mi atrevimiento yo siempre he registrado todos los embarques que vienen de Uaset.
- No lo harás más -respondió con visible enfado. -Desde hoy lo hará Muy, y ve antes que me enfurezca.
Me retiré unos pasos cuando divisé por el recodo del río un gran barco de blanca vela, cargado hasta el tope de bolsas de grano. Era el cargamento esperado.
Una cuadrilla de cuatro fuertes nubios comenzó a bajar el preciado cargamento, que en otros tiempos habría ido a los almacenes de Amón para que sus sacerdotes lo repartan en forma por cierto nada equitativa.
Cuando me retiraba percibí que descendió de la embarcación un hombre bajo y totalmente calvo con una raída túnica. Se acercó a Ajishatón, le entregó un pequeño rollo para mezclarse finalmente en la multitud. El visir, ocultó rápidamente el rollo entre los pliegues de su shenti12, mientras Muy comienzo el registro de las bolsas de grano como si nada hubiera pasado.
Habiendo sido testigo de esto, me retiré a los almacenes en donde me esperaba la tediosa labor de registrar un pequeño cargamento de carne en natrón.
El almacén real era un intrincado complejo que se hallaba al costado del gran templo de Atón, con silos circulares donde se guardaba el grano y amplias bodegas donde se almacenaban ánforas de vino y cerveza, carnes vacuna y peces en natrón, bolsas de lentejas, entre otras cosas. En un pequeño recinto que servía de archivo, se encontraban las tablillas con el inventario de todo el almacén, a este recinto tenían acceso Ajishatón y Muy el escriba.
Muy que había sido mi compañero de estudios, era pendenciero por naturaleza, además de ser muy aficionado a la cerveza. Había conocido a Ajishatón desde joven y según se decía, en las tabernas de los suburbios más bajos de Uaset.
En tanto que con mi tablilla en mano, realizaba el registro de la carne, mi mente evocaba la imagen de ese misterioso personaje que acababa de bajar de la nave. ¿De dónde conocía yo a esa persona? ¿Por qué se me hacia su figura tan conocida? De pronto un rayo de Atón se coló por una rendija del techo e iluminó una olvidada ánfora de vino que tenia el sello del templo de Amón y que había permanecido ahí desde que se vaciaron los almacenes de Karnak no siendo nunca remarcada.
En ese mismo momento, como por magia, recordé quien era esa persona.
- ¡Phatamón!- dije sobresaltado. En otra época, joven sacerdote de Amón en Karnak, me lo había cruzado algunas veces cuando estudiaba en la escuela de escribas de Uaset.
Estaba muy cambiado, ya no mostraba su falsa galladura ni se pavoneaba con aires de superioridad; su ropa no era lo lujosa que solía ser, pero estaba seguro era él. ¿Qué estaba haciendo en la nueva capital de Kemet? y ¿Que misterio guardaba el rollo que había entregado al visir?
¿Sería ésta la misión que el faraón me había encomendado? ¿Qué relación oculta encerraba esta trilogía? Evidentemente debería estar atento y, sobre todo, encontrar ese pequeño rollo.
La tarde principiaba, cuando el último nubio ingresó al almacén con la última bolsa de grano, la depositó junto a las otras y se retiró.
- Qué trabajo hoy ¿no? -dijo sonriente Muy al entrar al almacén.
- Sí y sobre todo ¡qué calor!, vendría bien refrescarnos un poco.
La cara de Muy resplandeció y con una mueca cómplice dijo:
- Tengo la solución para eso, espérame a la salida del almacén y te mostraré que es refrescarse.
Sin querer, él mismo me dio la idea para resolver el acertijo, pues bien sabía yo cual era su “solución”, así que decidí esperarlo.
- Ahora verás, sígueme.
Salimos de la ciudad central y nos dirigimos al suburbio norte. La noche estaba estrellada, una tenue brisa movía levemente las llamas de las antorchas encendidas en los frentes de las casas al costado de una pequeña callejuela que parecía intrincarse cada vez más, cuando, deteniéndose frente a una taberna dijo:
- Aquí es, entra.
La taberna era una verdadera cueva, la última miseria de Kemet se hallaba en ese lugar. Un par de mujeres vestidas con una finísimas túnicas que dejaban ver sus no muy ocultos encantos se acercaron a nosotros con dos jarras de cerveza. Muy tomando con una mano la jarra y con la otra a una de las mujeres me dijo:
- Jered iu 13aprovecha que no muerden, veras como te refrescas.
Cuando me dispuse a alcanzar la jarra que la otra mujer me extendía oí:
- Muy, miserable, no te he dicho que no traigas más vagos aquí. -Por más que me surtes del mejor irep14 y heneket15 no estoy dispuesto a que destruyas mi establecimiento cada vez que vienes con un amigo tuyo.
- Mucho ojo, el no es un vago, es un escriba de Uaset como yo y viene a calmar su sed.
- ¿Así que solamente a refrescarse?
- Sí, y a conversar.
- Pues conversarán solos - y dando una nalgada a cada una de las mujeres dijo:
- Recuerda que esta semana me debes tres de aquellas ánforas.
- ¿A que ánforas se refiere?- pregunté con una sonrisa cómplice.
- No le digas a nadie, es un secreto, en la noche oscura escabullo dos o tres ánforas de irep y heneket y las cambio por esas bellezas que acabas de ver.
- ¿Ajishatón nunca se ha dado cuenta?
- ¿Quién te crees que es el dueño del lugar?, el cantinero es un hermanastro de Ajishatón.
- Así queda todo en familia- respondí.
- Sí. - y bebiendo toda la jarra pidió otra.
La noche siguió de la misma manera, regada con abundante cerveza, lo que hacia que la lengua de Muy se soltara cada vez más.
- Pero dime, ¿nunca tuvieron miedo de que alguien del palacio viniera, controlase los registros y descubra que faltan ánforas?
- Tú haces muchas preguntas pero te lo diré por los buenos tiempos- y tomando de un trago toda la jarra se acercó a mi oído y dijo en voz confidencial:
- Las ánforas vuelven al almacén.
- Pero vacías -le respondí en igual tono.
- No, se llenan con el oro que les sacamos a los clientes de esta taberna, si no es por el juego es con las mujeres y sino se lo robamos cuando salen.
- Pero dime ¿por qué guardas el oro de Ajishatón en el almacén? eso es más peligroso que las ánforas vacías.
- No, tú... tú... no entiendes, el oro no es de Ajishatón, es de Phatamón.
Aunque esperaba esa respuesta, el sorbo de cerveza me atragantó.
- Phatamón, ¿quién es ese?- dije sobreponiéndome.
- Tranquilo, es un... amigo. Él era sacerdote de Amón... en Karnak, y... lo sigue siendo.
- Pero como si el culto a Amón fue abolido.
- Esa... es la parte buena, el culto... a Amón sigue y seguirá... hasta que el Nilo deje de... correr.
- Pero ¿como?
- Si él... oro es para canjearlo por armas... en... no sé dónde
- ¿Armas?
- Sí... y ya están... aquí, en la Ciudad Central, o piensas... que todos esos sacos eran de... grano
- ¿Dónde esta el grano que tenía que venir?
- En donde siempre debería... haber estado. Con Amón.
- ¡Pero qué inteligentes son! Nunca se me hubiera ocurrido.
- Sí, Phatamón... es muy inteligente y ahora mismo... está reunido con Ajishatón, y algunos... generales para preparar el... levantamiento, que será en... un mes.
- Realmente creo que tenemos que derrocar al faraón, me puedes presentar a Phatamón, quiero participar de esto.
- Ah pícaro... tú quieres que te... recompense a ti... también.
- ¿Recompensa...?, ¿Té dará oro?
- Mejor aún, esta ciudad... se convertirá en una provincia... y Ajishatón que se llamará... Ajishamón será su gobernante y yo el visir... del almacén, así que tú podrías ser mí... escriba. Y diciendo esto se durmió profundamente sobre la mesa, rendido por la borrachera.
Ya la noche culminaba, la taberna se encontraba en penumbras, una sola antorcha iluminaba la salida; los parroquianos estaban tirados en el piso algunos, otros durmiendo junto a las mujeres, y el tabernero dormía placenteramente sobre una mesa. Así que decidí salir de aquel lugar con el mayor sigilo posible.
Al llegar a mi casa, sentado sobre mi esterilla reflexioné en todo, algo debía hacer, ¿pero que? Contactarme con el faraón, o con la reina parecía imposible. El médico real no se encontraba ahora en la ciudad, además no tenía a todos los integrantes de la conspiración. ¿Qué armas estaban guardadas en el almacén?, ¿de dónde provenían? ¿Debería seguir fingiendo que era un conspirador hasta tener todos los nombres? ¿Y si el faraón creyera que en realidad era un conspirador?
Con estos pensamientos y la cerveza en mi cerebro, quedé profundamente dormido.
Atón ya estaba en lo alto cuando desperté, por lo que corrí a los almacenes en donde me esperaba con una sonrisa burlona Ajishatón.
- Atón se regocija al verte Waty. Ven que Muy quiere enseñarte algo que encontró en el archivo -dijo socarronamente acercándose a mí para en un susurro volver a decir:
- Sé que ya sabes mi pequeño secreto.
- Si -le respondí calmadamente, ya que tenía que parecer lo más natural posible.
- ¿Y qué te parece?, Dijo acercándose a mí oído apoyando disimuladamente un cuchillo en mi espalda conduciéndome al archivo del almacén.
- No entiendo por qué haces esto si pensamos igual.
- ¿Estás seguro? ¿O lo dices porque tengo esta belleza conmigo? Blandiendo el cuchillo por delante de mi rostro.
- No, todos en Kemet estamos hartos de estos diez años de despotismo.
- Eso es cierto, pero ven, quiero mostrarte algo.
Se acercó a una de las paredes y, al mover uno de los pequeños bloques de la misma, una puerta trampa apareció en el piso. Encendió una antorcha, me la dio y exigió que bajase una larga escalera.
- Aquí lo tienes, armas suficientes como para munir a setecientos soldados, mira esto, indicó acercándose a un hacha de combate en forma de mano.
- ¿Qué te parece? ¿Y esta malla de bronce? Espectacular ¿no? Imposible que alguna de las flechas de palacio la atraviesen.
- Estás en lo cierto, respondí. Pero este armamento no es de Kemet.
- Eres inteligente Waty... tienes razón, mucha razón, las traemos del norte, muy al norte. ¡Son hititas!
Tratando de disimular lo aterrado que estaba, seguí el juego diciéndole:
- ¡Son muy bellas!, ¿para qué tantas?, ¿Es que ya contamos con un ejército de setecientos hombres?
- ¡Claro!, y están esperando mis órdenes disfrazados de campesinos, porteadores, e inclusive de guardias. Ves, en esos estantes de allá tengo la nómina de todas mis tropas. Pero ven quiero mostrarte algo más – dijo señalando con su mano un bulto que apenas se divisaba debido a la oscuridad del lugar.
- ¿Qué es? -pregunté acercando la llama al bulto.
En ese momento, un escalofrió recorrió todo mi cuerpo; ahí tendido en el piso estaba Muy. Un profundo corte casi separaba la cabeza del cuerpo.
- ¿Qué es esto? -dije visiblemente espantado, a lo que me respondió jugando con el cuchillo.
- Es lo que suele hacer una de estas bellezas cuando alguien habla de más. A esto yo lo llamo garantía, sé que eres inteligente. Solo tú y yo sabemos que Muy en este instante se encuentra en la Sala del Juicio, a no ser... que alguien diga algo que no debe... y el cuerpo de Muy aparezca en el Nilo con esto – dijo mostrándome un sello personal mío-. Con esto de seguro te ejecutarán, pero no te preocupes ambos pensamos igual, ¿no es así?
Dejamos atrás el cuerpo del desdichado, subimos las escaleras, Ajishatón cerró el pasadizo secreto y dijo:
- Desde hoy, tú ocuparas el lugar de Muy, así que tendrás acceso a este recinto. Ahora vete a tu casa, ya te mandaré a llamar -y con una palmada en la espalda se despidió de mí.
La imagen del pobre Muy tendido en ese oscuro sótano, con la cabeza casi desprendida del cuerpo me horrorizaba; pensar que hacia unas horas estaba creyéndose el nuevo visir, eso demostraba los pocos escrúpulos y la clase de persona que era Ajishatón.
Mi casa era una típica vivienda de estas tierras. Tenía una pieza al frente donde solía recibir a mis visitas, que por cierto, eran muy escasas en mi vida; seguida a esta habitación una sala central más grande y alta que la anterior servía de comedor. Más al fondo se encontraban las zonas reservadas: Un dormitorio, la cocina con una escalera que conducía a la terraza y la despensa en un pequeño sótano. Tenía un frente de diez codos por treinta de fondo. Toda la casa era de adobe de barro cocido al sol, lo que la hacia muy fresca por el día y cálida por la noche. El tejado estaba formado por un entretejido de caña, cubiertas de barro y hojas de palmera por encima. Las puertas, columnas y marcos de las ventanas eran de madera. Al frente de la casa había un pequeño estanque con lotos, el cual cuidaba con esmero.
La noche cubría la ciudad. En el comedor saboreaba un plato de lentejas cuando escuché que alguien golpeaba fuertemente mi puerta. La abrí y ante mí se presentó una de las mujeres que la otra noche había estado en aquella taberna.
La joven llevaba un vestido ajustado que caía desde debajo del pecho hasta los tobillos, sujetado con dos tirantes que le cubrían sus bien formados senos. El atuendo estaba confeccionado de un finísimo lino que realzaba cada exquisita curva del cuerpo. Una pieza de lino caía en pliegues desde los hombros hasta los pies. El cabello, color noche, era largo, sin dividir sujetado con una diadema de turquesa, lapislázuli y oro. Llevaba un gran anillo de oro macizo, y un brazalete.
- Hola, tú eres Waty, yo soy Neferitatón, vístete con tu mejor túnica... Ajishatón te llama –dijo empujándome hacia adentro de mi casa-. Linda vivienda tienes, veo que te ha ido bien en la vida, pero ve... ve... no tenemos toda la noche... por hoy.
Luego de unos minutos salimos rápidamente rumbo al sur. Tomamos la carretera real y, cuando pasábamos frente al palacio real pregunté:
- ¿Dónde vamos?
- No te detengas, rápido, vamos a la zona residencial.
Nos detuvimos frente a una casa cuyas columnas delanteras, pintadas en rojo, turquesa, verde y blanco, sostenían un balcón, el cual estaba ricamente adornado por unas cobras coronadas por el disco solar. Entramos a la sala que tenía unos frisos muy coloridos con imágenes del dueño de casa cazando animales salvajes. Allí ya se encontraban varias personas, muchas de ellas bien conocidas. Entre el grupo se encontraba Ajishatón quien al verme sonrió y dijo en voz alta:
- Señores, aquí viene Waty, mi nuevo escriba; como les estaba contando Muy al parecer se ha ido - y guiñándome el ojo dijo: -¿Habrá ido a tomar nuevos aires? Nadie lo sabe.
- Waty -siguió diciendo-, conocerás a Muny, el dueño de casa; Pheton, jefe de la guardia real; al general Serketatón; más allá con la copa de vino esta Ratankatón, visir de Nubia y comiendo ese trozo de pato asado esta Jawin, el escultor real.
- ¡Basta de presentaciones, acá estamos para otra cosa!- prorrumpió una persona que hasta ese momento pasaba inadvertida.
Con una túnica de finísimo lino, dos brazaletes y un gran anillo de oro con el símbolo de Amón, hacía su aparición Phatamón. Muy distinto de cómo lo había visto bajar de la nave que lo transportó de Uaset.
- Señores -dijo con el ceño fruncido-, llegó el momento que esperábamos para lavar la gran ofensa que hace un año el hereje que tenemos por faraón ha hecho al bienamado Amón. Poseemos las armas, y recursos suficientes para aplastar como a un escorpión al que se hace llamar hijo de Atón. ¡Serketatón!, ¿tus tropas están listas?
- Sí, aguardando órdenes en Nubia.
- Muy bien, no dejaremos piedra sobre piedra hasta que el faraón y su Atón desaparezcan de Kemet. Cuando eso ocurra, tú, Ajishatón, en primer lugar cambiarás tu ridículo nombre, para inmediatamente asumir como el visir de esta provincia. Pheton, tú te encargarás de desmantelar la guardia que todavía es leal, si es necesario envenénalos, pide ayuda a Phetratis, el panadero, pero ojo, con un veneno lento, no vaya a ser que nos descubran por un descuido. Una vez que esto este hecho entraremos a la ciudad con nuestras tropas y yo mismo mataré al faraón.
Phatamón, en cuanto tiempo tendrás el visto bueno de Men-Nefer -dijo Ajishatón.
- Eso esta listo, se hará en una semana tiempo más que suficiente para que cada uno de ustedes ultime detalles. Será tan rápido que Akenatón ni tendrá tiempo de saber qué pasó.
- Ahora beban y diviértanse, esto es una fiesta, la primera de la nueva era de Amón.
En ese momento hicieron su aparición los músicos con sus sistros, címbalos de metal y arpas. La danza completaba la distracción. Un grupo de bailarinas comenzó a contornearse frenéticamente para nosotros.
Muny se acomodó en una silla de alto respaldo con incrustaciones de oro plata, turquesas cornalina y lapislázuli, y dijo:
- Ahora traigan irep y heneket, que ya estamos impacientes.
Cada uno de los invitados nos sentamos en sillas con similares adornos. Los hombres nos colocamos a un lado y las mujeres al otro, como es la costumbre.
Un sirviente se acercó a Muny y le colocó sobre la cabeza un cono de color blanco, con pomada perfumada y uno sobre la cabeza de cada invitado; este adorno era imprescindible, ya que disimula los olores de comida y cerveza, dando a la vez un aroma agradable.

Comimos y bebimos hasta que Phatamón luego de saciarse dijo levantándose de su silla:
- Se acabó la fiesta, mañana todos tendrán que volver a sus actividades como si nada hubiera pasado- diciendo esto salió del recinto.
Salí de la residencia acompañado por Neferitatón la que había bebido un poco más de la cuenta y estaba bastante mareada. La tome de la cintura y fuimos caminando hacia el Suburbio Norte.
Al llegar a mi casa apenas podía moverse porque estaba casi dormida, así que la acomodé en mi cama, y yo me recosté en una estera en la terraza.
Pasé gran parte de esa noche en vela. Ya había identificado a varios de los integrantes del complot. Pero ¿quien era el que debía dar la orden desde Men-Nefer?, ¿sería Phatamón el cabecilla?, evidentemente no. Lo más importante era avisar de algún modo al faraón, pero... ¿cómo podría hacerlo? Pensando esto recordé al pequeño escarabajo que el faraón me había entregado y que tenía colgado al cuello, comencé a observarlo detenidamente y descubrí que con una leve presión en la cabeza las alas se abrían como si fueran las pequeñas puertitas de una caja.
El escarabajo era la respuesta a mis problemas. En su interior, había una pequeñísima inscripción que decía:
- “Ten siempre en cuenta la ventana de las apariciones y nunca olvides el nacimiento de Atón”.
La ventana de las apariciones era el lugar por donde el rey y la familia real saludaban a la muchedumbre arrojando, de vez en cuándo, algún que otro obsequio a sus favoritos.
Esta estaba en la sala mayor del palacio y su umbral estaba cubierto por un mullido almohadón rojo, adornado con hilos de oro, para que el faraón pudiera acercarse a lanzar los obsequios. Este ritual se realizaba una vez por semana y podían asistir todos los ciudadanos que lo quisiesen.
El nacimiento de Atón se refería al amanecer, así que baje las escaleras y me dirigí a la puerta de salida.
-¿A dónde vas?, me preguntó Neferitatón, acomodándose la túnica displicentemente.
- Voy a la ventana de las apariciones, recuerda lo que dijo Phatamón, debemos hacer lo de siempre, para no despertar sospechas.
- Te acompaño escuché que dan buenos regalos.
- Así es, aunque nunca atrape nada. Es muy difícil con tanta gente alrededor, por eso hoy voy tan temprano.
No podía prohibirle que fuera ya que era más que evidente que Ajishatón me la había puesto de sombra.
Nos dirigimos al Palacio Real. La gente comenzaba a agolparse en la entrada de la sala mayor. En su interior había un gran patio de piso de tierra, gigantescas estatuas del faraón rodeaban a la sala, los sirvientes barrían con hojas de palmera y aplacaban el polvo con agua. Un supervisor estaba de pie al lado de un montón de escudos y armas de la guardia. Atón comenzaba a salir, cuando entró a la sala la Guardia Real encabezada por Phetón, acompañado por el general Jawin.
Estaba perdido, todos los enemigos del faraón estaban ahí, ¿cómo podría hacer para acercarme a Akenatón sin despertar sospechas?
Una gran exclamación se produjo por parte de la muchedumbre que colmaba el patio, en el momento en que la familia real hacía su aparición. Akenatón estaba espléndido, magnífico con la doble corona, una túnica blanca de lino primorosísimo decorada con hilos de oro, un delantal triangular hasta las rodillas culminaba en flecos de oro. El pectoral estaba confeccionado en oro en el cual se engarzaban turquesas y lapislázulis. Nefertiti era la encarnación de la belleza, su corona de color turquesa estaba adornada con hilos de oro, diminutas piedras de lapislázuli y una pequeña cobra de oro en la frente representaba el Ureus. Su túnica también era de lino en color turquesa con un cinto de lino color púrpura. Un espléndido pectoral ricamente adornado resaltaba el largo y fino cuello, y dos brazaletes, completaban el ajuar de la reina. Meritatón, Meketatón y Ankhesenpaatén, hijas de los reyes, los acompañaban.
Estaba a unos catorce codos de la familia real cuando un guardia se acercó a Neferitatón y la tomó fuertemente del brazo diciendo:
- Tú no debes estar aquí, eres una vulgar cortesana, no puedes estar ante los ojos del faraón. Un grupo de diez guardias nos rodeó con sus filosas lanzas, obligándonos a salir del patio, conduciéndonos a través de estrechas callejuelas hasta la prisión real.
Al llegar nos separaron, llevándome a una pequeña celda con un diminuto ventanuco por donde se deslizaban con dificultad los rayos del sol.
Después de varias horas Ajishatón apareció diciendo:
- Buena la has hecho, menos mal que no deberíamos llamar la atención, pero no te preocupes – dijo guiñándome el ojo -.Tengo influencias.
Diciendo esto llamó al guardia y se alejó. Al cabo de un rato el guardia abrió la puerta y a empujones hizo entrar a un hombre que parecía estar borracho. Cuan grande fue mi sorpresa cuando el hombre sonriendo me dijo:
- Hola Waty, disculpa, pero esta era la única manera en que podías contarnos lo que acontece.
Sin salir de mi asombro decidí observar detenidamente al hombre, que ya no parecía borracho.
De mediana estatura con los cabellos desaliñados, y una vieja y rasgada túnica, sonrió maliciosamente diciendo:
- ¿No me reconoces?, mírame más detenidamente.
Me acerque al hombre y reconocí en el acto a Tuthotep, el Wabn16 personal de Akenatón.
- Pero que...
- El faraón al verte ingresar al patio- interrumpió el Wabn-, preparó este escándalo para sacarte de la vista del gentío. Cuenta todo en forma calmada pero en voz baja que pueden oírnos.
Luego de narrar a Tuthotep lo que había acontecido en este tiempo, incluyendo el trágico final de Muy, el wabn se rascó la barbilla y después de evaluar mi relato dijo:
- Por lo de Muy no te preocupes, sospechábamos de algunos de los nombres que me has dado, en especial el general Serketatón, pero con otros me has dejado muy sorprendido, en especial del Visir Ratankatón, aunque lo más preocupante es la misteriosa persona de Men-Nefer.
- Es probable que haya una pista en aquel pequeño rollo que Ajishatón recibió de Phatamón.
Tienes razón, debemos conseguir el rollo y las tablillas donde están los registros de todos los conspiradores. Te diré lo que harás. Es seguro que te liberen pronto, así que, ni bien tengas el rollo o el nombre del verdadero cabecilla, me enviarás un ánfora de irep, al palacio. Esa será la señal para que nosotros actuemos. Dejaremos que los acontecimientos sigan su curso, haz tu trabajo que serás recompensado.
Dicho esto, se recostó contra una pared y fingió estar dormido.
No tardó mucho para que ruidos de pasos y armas se escuchasen detrás de la puerta, la cual se abrió dejando ver a Phetón que dirigiéndose a los guardias dijo:
- Liberen al escriba.
Salí de la cárcel y me dirigí presuroso al almacén real, en donde me esperaba Ajishatón, quien con una petulante sonrisa me dijo:
- ¿Has vistos mis contactos y lo rápido que te liberé? Así mismo podría volverte a encarcelar..., recuerda nuestro secreto del sótano.
- Disculpa Ajishatón, no fue culpa mía.
- Lo sé, fue culpa de esa meretriz a la que ordené acompañarte y casi lo hecha todo a perder. Pero no te preocupes, no molestará por mucho tiempo.
- ¿No la has liberado?
- ¡Claro que la he liberado! -respondió con una mueca maliciosa-. Solo que ahora en vez de acompañarte a ti entretendrá a los momificadores. Ya me había aburrido de ella- dijo mientras se alejaba riendo a carcajadas.
Lo que acababa de hacer Ajishatón era la bajeza más grande que se podría haber hecho, ya que, como todos saben, a raíz de estar los momificadores continuamente con los muertos, el hedor de estos es insoportable, tanto que ni la peor de las meretrices les pasaría cerca. Es por este motivo que los integrantes de esta clase social se "entretenían” con las muertas a momificar.
De seguro, si no se actuaba rápidamente, la pobre Neferitatón encontraría la muerte en aquel escabroso lugar.
Salí con rumbo a los cuarteles reales y al llegar pedí hablar con el general Serketatón, el que me recibió muy amablemente.
- ¿Cómo estas Waty?, Espero que no haya durado mucho tu estancia en los calabozos.
- No, por suerte no.
- Son cosas que pasan en estos tiempos, por eso es que tenemos que derrocar al tirano. Maat17 volverá a regir haciendo que Kemet vuelva a ser rico y poderoso... y nosotros con él.
- No podemos permitir- siguió diciendo- que los enemigos del país más poderoso del mundo hagan de las suyas, mientras nuestro Faraón juega con los jered18, huele flores y toma baños de sol. Ese truhán ha destruido todo el arte que por generaciones nos ha caracterizado, imponiendo un estilo totalmente ajeno, seguro que esa meretriz llamada Nefertiti fue la culpable de llenarle la cabeza hueca con ideas extranjeras. Pero ya todo volverá al orden.
El general se colocó su pesado collar de oro macizo, tomó un largo sorbo de vino y mirándome preguntó:
- Pero dime, ¿que puedo hacer por ti?
- Disculpe que lo interrumpa en sus obligaciones pero es que quiero pedirle un favor.
- Habla escriba, dime.
- Es que a la mujer que apresaron conmigo se la llevaron con los momificadores. Yo sé que pudo haber hecho fracasar nuestros planes, pero creo que es un castigo demasiado severo, aún para ella.
- Quizás tengas razón, ordenaré que la liberen, pero créeme será peor que salga a que muera porque no podrá salir más a la luz del sol. En este momento todo Ajet-Atón, y en especial “sus clientes” estarán enterados de su suerte. Todos, sin excepción, la repudiarán.
- Igual quisiera que la liberen, yo me encargaré de ella, apelo a su honorabilidad de gran militar.
Se sentó en una silla de campaña e hizo un ademán al que respondió uno de los guardias sirviéndole una copa de vino la que luego de vaciar de un trago dijo:
- Muy bien, la llevaremos a tu casa, pero será tu responsabilidad.
Me retiré dándole las gracias y salí del cuartel. No sabia si lo que había hecho me perjudicaría de algún modo, pero mi conciencia estaba tranquila.
Al llegar a casa, ella ya estaba esperándome. La pobre no era más que una sombra de la mujer que hacia unas horas había salido hacia la ventana de las apariciones y que la noche anterior había golpeado mi puerta. Su túnica estaba totalmente desecha; un fuerte golpe en la cara, le mantenía cerrado un ojo y su cuerpo estaba cubierto de moretones y rasguños.
Sin atreverse a mirarme musitó:
- ¿Porque lo hiciste?
- Nadie, ni el villano mas bajo se merece lo que Ajishatón hizo contigo.
- Hubiera preferido morir a pasar las humillaciones que tendré de ahora en más.
- No te preocupes, todo esto se arreglará.
- Tú no sabes, Phatamón te mandará matar, te echará la culpa de la muerte del faraón.
- ¿Por qué dices eso?, yo no le he hecho nada.
- Él es así, yo lo conozco muy bien, desde pequeña cuando servia en el Gran Templo de Amón en Uaset. Cuando hace un año el faraón prohibió el culto a Amón, él me vendió a Ajishatón para servir de meretriz a los invitados ricos en sus establecimientos.
- ¡Lo que cuentas es increíble!
- Lo parece pero no lo es. Huye mientras puedas. Sal de Kemet o morirás. Existen muchas personas más importantes que Phatamón en este complot, gente que ni siquiera yo conozco. Sólo sé que se coronara faraón a Ibiskamón., el Sumo Sacerdote de Amón en Men-Nefer. Vete. Has lo que tengas que hacer, pero cuídate. Eres un buen hombre. Hubiera sido distinto en otras circunstancias.
Una lágrima rodó por su mejilla, volteó lentamente y se dirigió a la sala.
Ya tenía todas las piezas del rompecabezas, era necesario actuar cuanto antes, volví al almacén y le ordené a un trabajador que llevara un ánfora de vino a Tuthotep.
Esa noche fue un verdadero caos. Las tropas leales al faraón irrumpieron en el almacén y trasladaron todos los archivos y tablillas a las oficinas de registros para que veinte escribas los clasificaran, al tiempo que se arrestaban a todos los cabecillas de la conspiración.
Naves con tropas partieron a todas las ciudades a lo largo del Nilo logrando sofocar a los insurrectos. El ejército que debería avanzar desde Nubia, al enterarse que Serketatón estaba preso, se dispersó dejando al palacio de Ratankatón, visir de Nubia, sin defensa, siendo arrasada hasta la última piedra.
Cuando las tropas del faraón llegaron a Men-Nefer, Ibiskamón, había huido, según se decía a Hattusa19, capital de Hatti20.
Al llegar a casa escuché fuertes ruidos que provenían del interior. Abrí la puerta y divisé a Ajishatón con cuchillo en mano forcejeando con Neferitatón que con todas sus fuerzas trataba de arrebatárselo. Al verme Ajishatón arrojó contra la pared a la muchacha y se abalanzó sobre mí como un león herido buscando sangre. Tome un cuchillo que había sobre la mesa y se lo arrojé incrustándose hasta el mango en su pecho.
Rápidamente corrí a donde estaba Neferitatón. Su túnica comenzaba a teñirse de rojo. Había recibido una estocada mortal.
Al verme sus ojos emanaron un tierno fulgor, trató de incorporarse, me tomó la mano y dijo:
- Gracias..., gracias por darme esta oportunidad de enfrentar dignamente la sala del juicio y tal vez poder entrar al reino de Osiris. Eres una buena persona... que tu dios Atón te proteja y te dé mucha vida.
Besó dificultosamente mi mano y se desplomó.
Los carros de guerra recorrían las calles de la ciudad, tenues resplandores en el cielo indicaban algún que otro incendio. La luz de la luna se colaba por la ventana iluminando el pálido rostro de Neferitatón de cuya boca brotaba un fino hilo de sangre.
El faraón y su familia estaban a salvo, la revuelta había sido sofocada.
1 Denominación dada por los antiguos egipcios a su territorio; significa tierra negra.
2 Símbolo religioso del antiguo Egipto, llamado también cruz de la vida, se asemeja a una T con un ovalo, en forma vertical, en la parte superior.
3 Medida de longitud utilizada en el antiguo Egipto. Un codo equivale a 0,52 cm.
4 Los mejays eran hombres provenientes de las tribus beduinas de Nubia quienes en pareja y generalmente acompañados de un babuino, eran utilizados desde los tiempos del faraón Unas para guardar el orden en Egipto
5 Dios egipcio, identificado con el sol, considerado durante el reinado de Akenatón como único dios, lo que dio a la primera manifestación monoteísta conocida de la humanidad. En el texto el autor hace referencia a la salida del sol.
6 Extractado del Himno a Atón escrito por Amenofis IV.
7 Faraón de la XVIII Dinastía egipcia conocido también con el nombre de Amenofis IV, se supone fue el padre del faraón Tutankhamón.
8 Denominación dada en el antiguo Egipto al hijo.
9 Llamada por los griegos, Tebas, fue la capital religiosa de Egipto durante gran parte de su historia. Ocupaba la zona que actualmente se extiende de Karnak hasta El-Aasasif. Situación geográfica 25º42´N 32º38´E.
10 Una de las denominaciones dadas en el antiguo Egipto al médico.
11 Capital administrativa del antiguo Egipto actualmente denominada Mit Rahina. Fue nombrada por los griegos como Menfis, su nombre más conocido, fue fundada aproximadamente en el año 2.900 a C. Su ubicación geográfica es 29º51´N31º15´E
12 Atuendo masculino típico del antiguo Egipto que consistían en una larga faja enrollada en las caderas sujetada con un lazo que remataba en un nudo.
13 El autor toma estas dos palabras del antiguo Egipto para decir “niño malo”(jered = niño; iu= la mala acción, el mal).
14 Denominación dada por los egipcios al vino. De aquí en adelante se utilizarán ambos términos.
15 Denominación dada en el antiguo Egipto a la cerveza. De aquí en adelante se utilizarán ambos términos.
16 Denominación dada al medico-sacerdote.
17 Diosa egipcia de la justicia.
18 Manera en que los antiguos egipcios se referían a los niños.
19 Antigua ciudad de Anatolia central (Turquía) capital de los hititas.
20 Denominación que los egipcios daban al país de los hititas.

8 comentarios:

  1. Este libro me resulto sensacional, las aventuras de Waty en Egipto y sus alrededores, les recomiendo a quienes todavia no tuvieron la oportunidad de leer esta buenisimo.

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  2. Queria nada más felicitar al autor de esta sensacional novela, y recomendar a quien todavia no tuvo la oprtunidad de leer las aventuras de Waty! está buenisima! espero con ansias la continuación...

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  3. Muchas felicidadez Alejandro por tu segunda novela, la comence a leer y les cuento que esta super buena como el primer libro CONSPIRACINES FARAONICAS,ojala pudan tener la oportunidad de leerla, no se arrepentiran.
    COMPREN RAPIDO ANTEA QUE SE AGOTE.

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  4. MUCHAS FELICIDADES ALEJANDRO POR TU NUEVA NOVELA "BAJO LA MIRADA DE LA COBRA", LA COMENCE A LEER Y ME PARECE MUY BUENA COMO LA ANTERIOR,
    APROVECHEN PARA LEERLA ESTA BUENISIMA, NO SE LA PIERDAN.

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  5. Me encanta todo lo relacionado con Egipto y leer sobre todo.
    Un saludo

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  7. Excelente libro, narración fluida, historia atrapante y realmente se aprende mucho de una de las grandes civilizaciones antiguas. Bajo la kirada de la cobra tampoco se queda atras, felicitaciones señor Hernandez!

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    1. Muchas gracias Lucas por tu comentario. Después de estos dos libros la tetralogía continua con El asesinato del faraón y con El juego de los dioses. Espero que también te gusten

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