Hace unos años chateando con una ciber amiga con quien compartimos la pasión por el antiguo país del Nilo, esta empezó a contarme sobre su ex “monstruo” y todo lo que había padecido en su relación. Aunque al principio parecía desahogarse, a medida que la conversación sumaba minutos se notaba como la rabia y el odio crecía. ¡Alto!-le dije-. ¿No te das cuenta que hablando de esa manera de él te haces mal vos? Seguro que él ya esta en otra cosa y vos en tu casa, maldiciendo, saltando y dañándote como aquel duende saltarín llamado “Rumpelstilsien ”. Hace como los egipcios y desfigurale la cara.
Ojo... cuando dije “dáñale la cara no me refería que le de uno o varios golpes.
En el antiguo Egipto cuando un personaje era repudiado por sus acciones se procedía a prohibir la pronunciación de su nombre; la destrucción de sus monumentos y bajorelieves, en especial el rostro de los mismos; borrado de su nombre de los cartuchos entre otros actos. De esta manera se pretendía por un lado, que su alma no pueda encontrar a su cuerpo, en caso que el personaje en cuestión haya fallecido, y así su alma se perdería para siempre en el mar de fuego de La Duat(algo parecido a nuestro infierno-cielo), y por otro “borrarlo” de la mente del pueblo. Como ejemplo de personajes que sufrieron este “castigo” se encuentra la famosa faraona Hatshepsut, o el faraón “hereje”Amenofis IV (Akenatón), entre otros.
Este procedimiento, que grandes dolores de cabeza ha traído a arqueólogos e investigadores de esa milenaria cultura, si se quiere infantil de “te borro y no exististe” no lo es tanto.
Cuantas veces, después de un gran conflicto con alguien ya sea ruptura de un noviazgo, matrimonio, etc, quedamos, como mi amiga, rumiando y masticando el recuerdo del o de la “personaje” en cuestión como así también todos los malos momentos que hemos pasado junto al ser en cuestión. Estoy seguro, y me disculpo por ello, que en la mente de quien esta leyendo estas líneas ha aparecido “ese” personaje particular produciendo una reacción desagradable a la que podríamos llamar estrés.
Se que es difícil pero no imposible que al igual que los antiguos egipcios, decidamos “borrar” a esa persona o personas de nuestro “disco duro” y dejar de pensar y estresarnos, en cosas que ocupan nuestra mente sin sentido. ¿Acaso ese ser merece el esfuerzo neuronal que antecede y precede al recuerdo? Lo único que conseguimos al recordar es aferrarnos a esa imagen y cargar en nuestra mochila con rabia odio, desprecio, etc, sentimientos que solo a nosotros perjudicarán ya que en caso de no canalizar estos sentimientos, nos transformarán en seres amargados, desconfiados, frustrados y encerrados en un círculo vicioso negativo. ¿No seria esto el triunfo final de “esa” persona el vernos finalmente abrumados, enfermos... destruidos?
El “mal” pasado debe ser pisado y, como hacían los egipcios, borrado. Quitemos de nuestra mente los malos y negativos recuerdos y llenémosla con las nuevas experiencias que se abren ante nosotros.
No se, ni garantizo que “borrándole el rostro” a esa persona vague eternamente en el mar de fuego del infierno egipcio... y no tiene porque importarles lo que con él o ella pase, pues si es así, si todavia su nombre causa algun tipo de sentimiento, no habrán hecho bien el borrado.
Sólo deben mirar hacia adelante y, como decían los antiguos habitantes de Kemet1, “Que el sol ilumine sus bellos rostros”
1 Denominación dada por los antiguos egipcios a su país. Significa tierra negra.
Es difícil borrar una cara cuando esta ha formado parte de tu vida durante mucho tiempo. Más que borrarla, debemos dejar de tenerla presente. A veces duele más un recuerdo que una cara.
ResponderBorrarUn abrazo
¿Como dejar de tenerla presente si no la borras?
ResponderBorrarY si es cierto, duelen los recuerdos como también duelen los granos de la adolescencia, pero hay que metabolizarlos como parte de nuestro crecimiento, nuestra evolución.