Muchas veces nos sentimos abrumados con todos los problemas que el día a día va cargando sobre nuestros hombros.
Estos “problemas van desde las cuentas, que a medida que van cayendo las hojas del calendario se van acumulando, hasta algún resfrió que no nos deja hace un par de semanas. Para peor de males uno enciende la televisión y ve crímenes, asaltos, ahogados y otras tantas tragedias que se repiten en periódicos, revistas y radios. El panorama es terrible tanto que hasta hay quienes prefríen apagar para siempre la luz sus vidas para salir al día siguiente en los medios de prensa y ensombrecer más aún nuestro día.
Sin embargo, a pesar que todo parece negro oscuro, siempre se nos presenta una lucecita que con su intensidad borra todo lo negativo y nos da fuerza para seguir luchando y seguir adelante.
Estoy convencido que debemos compartir nuestras habilidades con la comunidad ya que por algo hemos sido agraciados con esa capacidad determinada.
Es por ello que esta semana, acompañado de la Escritora Irina Rafols, aprovechando la semana del niño y gracias a la invitación de las maestras del Aula Hospitalaria del IPS, hemos visitado a los internaditos del Instituto de Previsión Social para leerles nuestros cuentos y compartir con ellos parte de la mañana.
Como dije al principio, uno “cree” que tiene problemas, se “abruma” por un leve malestar, se irrita por un resfrió que no nos deja, o se descorazona porque nadie valora nuestro trabajo, pero al ver a esos niños, muchos de ellos totalmente calvos por tratamientos oncológicos, acompañados de sus sondas y sueros, enyesados tras haber sufrido un terrible accidente de transito, o recuperándose de una cirugía de cráneo, nuestra perspectiva gira totalmente.
Me senté en el lugar indicado y mientras Irina contaba su versión del cuento de Caperucita roja, con su particular lobo come golosinas, observe a nuestro atento público descubriendo algo en común:
Todos, sin importar su dolencia, tenían una gran y luminosa sonrisa.
Es entonces cuando uno se pregunta ¿Tengo el derecho de quejarme?
Esas personitas que diversas circunstancias y terribles enfermedades las han colocado en la difícil tarea de luchar por sus vidas nos recibieron felices, escucharon atentas nuestros relatos y nos despidieron con un ¡Muchas gracias! ¿Que mejor recompensa, a nuestras horas de trabajo sobre el teclado, que esta?
Es cierto, como han dicho por ahí, que no hemos ganado un peso con nuestra visita, que unas gracias no pagan las cuentas del celular o de la luz. Eso no me importa.
Un amigo una vez me dijo, “el dinero es pasajero, entra por una mano y sale por otra”, pero la gratitud de esos niños ha quedado grabada con su luz en nuestros corazones, renovando nuestras fuerzas para así traspasar nuestra tormenta diaria, además de recordarnos, con su ejemplo, que el sol sigue brillando con todas sus fuerzas sobre las nubes por más espesas y negras que estas parezcan.
Por todo esto… ¡Muchas gracias niños por sus sonrisas de luz!
Ale, es maravilloso como responden los niños, nos dan una gran lección, pero en este evento vos también has dado una gran lección, el ser agradecido y saber que se puede aportar mucho y cosechar lo que el dinero no puede comprar como la sonrisa y el "muchas gracias" de estos niños.
ResponderBorrarFelicitaciones, muchos se sentirán orgullosos de vos, yo también.
Besitos