Era la mañana del 13 de julio de 1984 cuando cargado como
“equeco” partí, con mi familia, hacia el norte. El sol no había salido todavía
y el frío congelaba el aliento creando una gélida barba blanca al pasamontañas
de mi hermano.
Luego de un apretujado tren y un breve recorrido en subterráneo llegamos a la terminal de ómnibus de Buenos Aires donde nos aguardaba el vehículo que nos llevaría a Asunción.
Después de largas he interminables 19 hs, previo paso por la aduana de Clorinda, llegamos a Puerto Falcón la mañana del 14 de julio. Descendimos del ómnibus y nos indicaron que nos dirijamos a una habitación donde un gigantesco cuadro de Stroessner nos aguardaba sobre uno de los muros, junto a un deslucido mapa de Paraguay. En este lugar visaron nuestros papeles y previo pago de la “tasa de ingreso” nos permitieron continuar viaje a Asunción.
Hoy, 31 años me separan de aquel viaje que fue seguido por muchos más y que a su vez me llevaron a disfrutar de otro tipo de viaje, el creado por mí, con el cual pude hacer viajar a muchas personas e introducirlas en los laberintos de la literatura de ficción.
Tres décadas y un año de lapachos floridos, de flor de coco, de abrasadores veranos y templados inviernos, de conocidos que van y vienen, de oportunidad de ver de cerca a un Rey (el de España) y dos papas, además de una decena de presidentes. 31 años donde situaciones y personas fueron fraguándome y haciéndome ser, bien o mal, quien soy hoy.
Por estos 31 años… Gracias Paraguay!
Luego de un apretujado tren y un breve recorrido en subterráneo llegamos a la terminal de ómnibus de Buenos Aires donde nos aguardaba el vehículo que nos llevaría a Asunción.
Después de largas he interminables 19 hs, previo paso por la aduana de Clorinda, llegamos a Puerto Falcón la mañana del 14 de julio. Descendimos del ómnibus y nos indicaron que nos dirijamos a una habitación donde un gigantesco cuadro de Stroessner nos aguardaba sobre uno de los muros, junto a un deslucido mapa de Paraguay. En este lugar visaron nuestros papeles y previo pago de la “tasa de ingreso” nos permitieron continuar viaje a Asunción.
Hoy, 31 años me separan de aquel viaje que fue seguido por muchos más y que a su vez me llevaron a disfrutar de otro tipo de viaje, el creado por mí, con el cual pude hacer viajar a muchas personas e introducirlas en los laberintos de la literatura de ficción.
Tres décadas y un año de lapachos floridos, de flor de coco, de abrasadores veranos y templados inviernos, de conocidos que van y vienen, de oportunidad de ver de cerca a un Rey (el de España) y dos papas, además de una decena de presidentes. 31 años donde situaciones y personas fueron fraguándome y haciéndome ser, bien o mal, quien soy hoy.
Por estos 31 años… Gracias Paraguay!
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