Como todos los años para esta fecha, los saludos y
felicitaciones vuelven a llegar.
Esta peculiaridad se debe, en su mayoría, a que el gran dios creador de
costumbres lucrativas que reina en todos los “no lugares” (léase Shopping) y
conexos lo ordena.
Por supuesto esta “divina providencia”, contribuye a que los comerciantes
llenen sus bolsillos con el vil metal a cambio de baratijas que de otra forma
no tendrían ninguna salida.
Tanto es el grado de “zombismo” y obediencia a este ser invisible, que
lamentablemente y a pesar de millones de mensajes, tarjetas, e-mail, con
reflexiones sobre la amistad, el real significado de esta queda en el olvido y
con un bolígrafo, un señalador, o una taza, ya se ha “cumplido” con el “pesado”
de la oficina que nos toco en suerte en un papelito entregado por alguna
voluntariosa y abnegada secretaria que cumple con este mandato divino.
Sin embargo, existe un grupo reducido de personas que entienden y coinciden que
un verdadero amigo, muchas veces más significativo y más querido que un
pariente impuesto por la genética, es como una extraña y exótica semilla que
luego de germinar se enraíza en las fibras más íntimas de nuestro ser haciendo
de los individuos, ahora amigos, un ente que ni la distancia ni el tiempo
pueden separar. O como dijo Arisóteles:
"Un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos
almas."
A mi entender, no es necesario un día para recordar a esos seres, a los que yo
llamo "hermanos del corazón" y a quienes estamos unidos por un
extraño cordón invisible que nos hace presentir que algo esta mal y que
necesitan de nosotros. Un día para agasajar a esos incondicionales por los
cuales responderé, y responderán, cuando sea y donde sea necesario. Ese día es
todos los días del año y ninguno en particular.
Porque como dice uno de los
tantos mensajes que rondan el ciberespacio:
“Los verdaderos amigos son como las estrellas, tal vez no se puedan tocar o
inclusive ver pero, pueden estar seguros, que allí están y estarán por
siempre”.
Muchas felicidades a los que forman parte de esta familia que, sin genes
compartidos, fusionan sus almas con la mía.
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