Cuentos en el blog

sábado, 20 de febrero de 2010

¿Cuanto o como?


En este pequeño “punto azul”, como denominaba Carl Sagan al Planeta Tierra, en el que nos ha tocado vivir se tiene más en cuenta el “cuanto” que el “como”.
Todas las cosas a nuestro alrededor son cuantificadas en vez de ser cualificadas. ¿Cuantos años tienes?,   ¿cuanto dinero posees?, son algunos de los ejemplos de lo que digo.
Nosotros y todos actos están medidos, etiquetados y encajonados, limitándonos, o pretendiendo limitarnos según la actitud de cada uno, a vivir de una manera “socialmente aceptable”, basados en estándares preestablecidos, y todo aquel que quiera salirse del molde será un "desubicado social".
Así se nos dice a que edad dejar de jugar, a que edad se “debe” tener novia/o y casarse, y a que edad ser un estorbo.
Siempre comparé la vida como un camino a recorrer. El que se recorra a pié, en bicicleta, o en un automóvil a cien kilómetros por hora depende de nosotros, aunque “la sociedad” pretenda ponernos plazos y maneras de hacerlo. A pie, en bicicleta o en automóvil, igual se llegará a destino, solamente que el que lo recorra en el automóvil se perderá de las bellezas que el camino nos ofrece.
¿Por qué debemos recorrer el camino en automóvil si lo podemos hacer a pié? ¿Que importa cuantos años tengamos, y lo que nuestro entorno diga, si queremos ver una buena película de dibujos animados? ¿Que importa que lo que nos gusta hacer, nuestra vocación, no reditúe en ganancias monetarias si nos reditúa emocional, personal y espiritualmente?
Como dije, la vida es un largo camino en el que no importa cuan rápido vayamos, aunque esta sea la premisa de la sociedad, sino la calidad con la que transitamos ese camino.
No deben importarnos los rótulos que quieran ponernos por ser “nosotros mismos”; por transitar el camino a nuestro ritmo y no al que nos quieren imponer.
Nadie tiene derecho a decirnos como vivir nuestra vida. Nadie puede exigirle a un escritor que deje de escribir ya que sería más fácil pedirle que se cortara las manos.
Particularmente, y los que me conocen pueden atestiguar, nunca me importó ni tuve en cuenta lo que dice la gente de mí, ni aunque el que lo digiera fuese un allegado. Y si a pesar de todo quieren seguir hablando, como dice “don Quijote”, es señal que cabalgamos...

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